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INDICE

Sobre el origen de Cristóbal Colón se ha especulado mucho, pero lo más probable es que haya nacido en Génova, Italia, en 1451, hijo de Doménico Colón y de Susana Fontanarrosa. Murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid.

No se conocen datos acerca de su infancia ni tampoco de su educación, y lo más probable es que haya adquirido sus conocimientos en disciplinas tales como la Geometría en forma autodidacta.

Se calcula que hacia los 21 años ya era capitán de una galera, y que entre 1472 y 1476 fue corsario, actividad de guerra que por esos años era considerada lícita.

Entre 1476 y 1485 permaneció en Portugal, donde se involucró en el ambiente que generaba el proceso de expansión marítima protagonizado por ese país.

Sus estudios lo llevaron a proyectar un arriesgado viaje hacia la India, meta a la que se dirigían los esfuerzos portugueses. En este empeño descubrió América el 12 de octubre de 1492.

El proyecto colombino

La idea de Colón era que se podía llegar a la India navegando hacia el oeste, es decir, a través del Océano Atlántico. Se ha insistido, erróneamente, en que quería demostrar la esfericidad de la Tierra.

Cristóbal Colón basaba sus cálculos en una curiosa mezcla de datos emanados de obras tales como el Imago Mundi, del Cardenal Pierre D?Ailly; la Historia Rerum Ubique Gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini (Papa Pío II); y en los datos que sobre la extensión del Atlántico había hecho el geógrafo Paolo Toscanelli.

Su esperanza era llegar a las islas de Cipango ?Japón? y Catay ?China?, territorios que tiempo atrás habían sido visitados mediante otra ruta por el viajero Marco Polo.

Acude a los Reyes Católicos

Colón presentó su proyecto en Portugal, pero fue rechazado, y como su hermano Bartolomé corrió igual suerte en Inglaterra, decidió ir a España y el 20 de enero de 1486 se entrevistó con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares. Los monarcas se interesaron por la idea, pero el dictamen de una junta de sabios, encabezada por Fray Hernando de Talavera, fue desfavorable para el marinero.

Sin embargo, los Reyes no cerraron la puerta a futuros acuerdos. Colón continuó perfeccionando su proyecto con la ayuda de Fray Antonio de Marchena, Fray Diego de Deza y, sobre todo, Fray Juan Pérez, quien lo retuvo en el monasterio de La Rábida, en el puerto de Palos en 1492, y gestionó otra entrevista con Isabel la Católica.

Cristóbal Colón

Castilla apoya la empresa

A inicios de 1492, Colón volvió a entrevistarse con Isabel la Católica y nuevamente fue remitido a una junta de sabios que, por segunda vez, rechazó el proyecto. Así, los Reyes despidieron al navegante. Cuando Colón se disponía a abandonar Granada, fue detenido por un alguacil de la Corte, quien tenía órdenes expresas de retornar con él ante los Reyes.

Los cronistas atribuyen a Luis de Santángel una intervención directa en favor de Colón ante la Reina.

En apoyo de su amigo Colón, Santángel argumentó que el costo del proyecto no era tan elevado y que de llevarse a cabo se prestaría un servicio a la Iglesia llevando la palabra de Dios a tierras lejanas. A estos argumentos que calaron hondo en el espíritu de Isabel, agregó otro: el acrecentamiento del poder de los reinos de España.

El mismo Santángel ofreció facilitar el dinero que se requería para organizar la expedición. Isabel aceptó y no fue necesario que tocara sus joyas, como dice la leyenda iniciada por Hernando Colón en la biografía que escribió sobre su padre.

Los preparativos

El siguiente paso para la realización del viaje fue fijar las condiciones económicas en que se emprendería. El 17 de abril de 1492 se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe.

Llegar a estos acuerdos no fue fácil, pues como dice el padre Bartolomé de Las Casas en su Historia de las Indias: «Hacía más difícil la aceptación deste negocio lo mucho que Cristóbal Colón, en remuneración de sus trabajos y servicios e industria pedía».

En dichos documentos, se le concedió a Colón el oficio de Almirante de la Mar Océana en forma vitalicia y hereditaria, y se le nombró Virrey y Gobernador de las tierras que pudiese descubrir.

También, se acordó entregarle la décima parte de todas las ganancias que se obtuvieran y el derecho de contribuir con la octava parte de los gastos, recibiendo igual proporción de las ganancias.

A disposición de Colón fueron puestas dos carabelas: la Pinta y la Niña, y una nao, la Santa María. Asimismo, se reclutó a los tripulantes y también se eximió del cobro de derechos de aduana al cargamento que llevaban las naves.

Por otro lado, se extendieron a Colón el nombramiento de capitán mayor de la armada y una carta de presentación al Gran Khan, el gobernante de China, o a cualquier otro príncipe de la India.

Cristóbal Colón

El viaje del Descubrimiento

La Santa María era capitaneada por el mismo Colón; la Pinta quedó a las órdenes de Martín Alonso Pinzón, y la Niña, a las de Vicente Yáñez Pinzón.

El 3 de agosto de 1492 las naves zarparon de Palos para dirigirse a las Islas Canarias, donde se aprovisionaron de agua y víveres, y el 6 de septiembre partieron rumbo al oeste.

El tiempo empezó a transcurrir y no aparecían las tierras buscadas. El desencanto cundió, y entre el 6 y el 7 de octubre Colón debió enfrentar un motín: el primero empezó en la Santa María.

Luego se extendió a las otras naves, incluyendo entre los amotinados a los hermanos Pinzón, quienes dieron a Colón tres días de plazo para arribar a alguna parte. De lo contrario, deberían regresar.

Para suerte de Colón, en esos primeros días de octubre empezaron a aparecer algunos indicios de que estaban cerca de su meta.

En su Diario de Viaje, que conocemos gracias a la transcripción que hizo Fray Bartolomé de Las Casas, Cristóbal Colón anotó con fecha jueves 11 de octubre lo siguiente: «Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos… y porque la carabela Pinta era la más velera e iba adelante del Almirante, halló tierra y hizo las señas que al Almirante había mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana».

Las primeras exploraciones

La expedición llegó a la isla de Guanahani, de la cual se tomó posesión rebautizándola como San salvador; los indígenas que la habitaban eran pacíficos y casi de inmediato iniciaron un intercambio con los marineros.

Cuenta Colón que «les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla».

Los naturales, por su parte, daban a los españoles papagayos, algodón y otros objetos.

Dos días después del descubrimiento, Cristóbal Colón ordenó el zarpe para seguir explorando.

El 24 de octubre descubrió la isla de Cuba, a la que llamó Juana. El 12 de noviembre llegó a otra isla grande, a la que denominó Española (Santo Domingo).

Allí la Santa María encalló sin que pudiera ser rescatada y el 16 de enero de 1493 ordenó el zarpe de regreso a España.

Segundo viaje

Tras arribar a España y entrevistarse con los Reyes Católicos, Colón recibió el encargo de realizar una segunda expedición.

Esta vez no serían tres naves, sino 17 las que cruzarían el Atlántico en busca de las islas descubiertas en el viaje anterior.

Se embarcaron alrededor de 1.200 personas, incluyendo los hijos de Colón, Diego y Hernando.

El zarpe se efectuó desde Cádiz el 25 de septiembre de 1493, arribando las embarcaciones a la Española en noviembre.

Allí el Almirante había dejado un grupo de hombres, pero de ellos sólo encontró sus restos, al igual que los de la construcción que habían levantado.

En esta oportunidad, Colón decidió fundar una ciudad, denominada Isabela en homenaje a la Reina de Castilla. Pronto empezaron a presentarse algunos problemas.

El oro no se encontraba en grandes cantidades y surgieron las quejas de los colonos, por lo que Colón se vio obligado a enviar algunas naves a España para solicitar refuerzos.

Dejó a su hermano Diego como Gobernador y partió hacia Jamaica y luego a Cuba.

Una vez que retornó a la Isabela, se enteró de que un grupo de españoles había protagonizado una revuelta y que los indígenas, agobiados por los trabajos que los colonos les obligaban a realizar, se habían sublevado. Algunos de los colonos lograron partir a España, donde acusaron al Almirante de abusos administrativos.

Los Reyes enviaron a Juan de Aguado a supervigilar el gobierno.

Este funcionario no se entendió con Colón y decidió regresar, pero sus naves naufragaron y, curiosamente, terminó cooperando con el Almirante en la fundación de la ciudad de Santo Domingo.

Colón regresó a España en 1496 y justificó sus actuaciones ante los Reyes.

Tercer viaje

El tercer viaje de Cristóbal Colón se inició a fines de mayo de 1498 en San Lúcar de Barrameda. Esta expedición fue la que descubrió, el 1 de agosto de ese año, la desembocadura del río Orinoco, es decir, llegó hasta el mismo continente americano.

Un mes después, Colón arribó a la Española donde nuevamente le esperaban algunos problemas. Los colonos se habían vuelto a sublevar y acusaban a sus familiares de apoderarse del oro que habían conseguido.

Estas acusaciones también llegaron a España, donde los Reyes decidieron enviar un Juez Pesquisador, Francisco de Bobadilla, para averiguar lo que realmente ocurría.

Bobadilla remitió al Almirante a la Península encadenado y en calidad de detenido (octubre de 1500); nuevamente Cristóbal Colón justificó su conducta y consiguió su libertad.

Cuarto viaje y últimos años

Colón inició una nueva expedición, pero esta vez se le prohibió recalar en la Española para evitar nuevos conflictos (1502).

El Almirante recorrió la Martinica y las Antillas Menores, y a raíz de algunas reparaciones que era necesario realizar en las embarcaciones, se vio obligado a recalar en la Española.

El nuevo Gobernador, Nicolás de Ovando, no le permitió desembarcar, por lo que debió seguir hasta Costa Rica para luego enfilar hacia la costa de Veragua.

El Almirante ya no tenía la salud de la que gozaba en 1492.

Estaba afectado por la gota, enfermedad que lo obligaba a permanecer en cama. Recaló en Jamaica y mandó pedir provisiones a la Española.

Tras siete meses de espera, sólo recibió algunos toneles de vino y un poco de carne salada. En agosto de 1504 decidió viajar a aquella isla, donde fue bien recibido, pero no se le reconocieron su autoridad ni sus privilegios. Al mes siguiente partió hacia España, arribando en noviembre de 1504.

En la Península, Cristóbal Colón se dedicó a tratar de recuperar sus derechos, pero al poco tiempo de su arribo, la Reina Isabel, su protectora, falleció.

Al año siguiente logró entrevistarse con el Rey Fernando de Aragón, quien le solicitó un tiempo para resolver el asunto, pero nada se concretó. El Almirante se radicó en Valladolid, donde falleció.