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Nació en Buenos Aires, en julio de 1780, y a los 26 años inició una brillante carrera militar.

Juan Gregorio de las Heras llegó al país en 1813, al mando de una fuerza militar que cruzó la cordillera con el propósito de colaborar en la lucha contra las fuerzas del brigadier Antonio Pareja. Junto a sus hombres, estuvo presente en los combates de Cuchacucha y Membrillar.

Tras el Desastre de Rancagua, colaboró activamente en la preparación del Ejército de los Andes, con el que retornó a Chile en 1817. Al mando de una de sus divisiones, estuvo presente en la Batalla de Chacabuco.

Luego, participó en las campañas en el sur del país y en la Expedición Libertadora del Perú. Casado con la chilena Carmen Larraín, murió en Santiago en febrero de 1866. Sus restos fueron repatriados a Argentina, pero su familia permaneció en Chile.

Colaborador fundamental

En 1818, su presencia resultó de gran importancia en la Sorpresa de Cancha Rayada (19 de marzo), pues fue uno de los pocos jefes militares que logró mantener la calma y la sangre fría. Gregorio de las Heras contribuyó también a la reorganización de los patriotas que combatieron en Maipú, donde tuvo una destacada participación. Sus valiosos servicios fueron reconocidos y se le nombró Coronel en el Ejército de Chile, otorgándosele, además, la Orden al Mérito.

Participó como general de brigada y Jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador del Perú. En tal condición, debió hacerse cargo del sitio al Real Felipe. El nuevo gobierno del Perú lo nombró Gran Mariscal en 1821, y tras permanecer allí durante dos años, retornó a Buenos Aires, pasando antes por Chile.

Su labor en el ejército chileno

De Las Heras volvió a Chile en 1826, debido a asuntos familiares. Aunque no lo deseaba, los acontecimientos políticos lo arrastraron a la palestra pública. En 1830, fue dado de baja del ejército chileno por negarse a reconocer al gobierno surgido de la Revolución de 1829, encabezado por el General José Joaquín Prieto. Sólo cuando se dictó la amnistía en 1842 fue reincorporado a las filas.

Del ejército trasandino fue dado de baja en 1855, concediéndosele el goce íntegro de su sueldo. En el chileno, fungía como Inspector General.

En 1863, contando ya con 83 años, solicitó su retiro. El Presidente Pérez lo rechazó y concurrió personalmente a hablar con él para solicitarle que continuara ejerciendo sus funciones, lo que De Las Heras aceptó a pesar de su ancianidad.


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