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José Tomás Benedicto Ramos Font nació en Santiago el 22 de marzo de 1803. Sus padres fueron el comerciante portugués Antonio Ramos Pereira y la chilena Juana Josefa Font. De este matrimonio nacieron veinte hijos, de los que solo doce alcanzaron la mayoría de edad.
José Tomás cursó sus primeros estudios en la escuela del Convento de Santo Domingo, en Valparaíso.

En 1817, él y su hermano Melchor fueron enviados por su padre a Lima, al cuidado de su tío materno, Bernardo Font, quien era comerciante en dicha ciudad.

Allí, José Tomás continuó sus estudios, y al mismo tiempo siguió muy de cerca las actividades de su tío, con quien aprendió mucho sobre comercio.

Los acontecimientos derivados de la Independencia del Perú, hicieron aconsejable su regreso a Chile.

Primeros negocios

Ramos Font era de una personalidad inquieta, destinada a destacar por su capacidad de trabajo y deseos de hacer fortuna con las más variadas ideas y proyectos.

Su regreso a Chile en 1823 le permitió iniciar su primer negocio independiente. Con un pequeño capital acumulado abrió una tienda en la calle Maipo, en la que vendía productos importados como jabón de California y licores franceses. En 1827 liquidó su tienda y volvió a Lima a trabajar junto a su tío.

Se asienta en Chile

Se desconocen las razones del regreso de Ramos Font al país. En 1833 se le encuentra asociado con Luis Infante, abriendo una de las primeras fábricas de cerveza en Chile.

En 1834 se instaló en Chillán, en un negocio de venta de trigo, harina y lanas, en sociedad con Miguel Luis Zañartu Santa María.

Su siguiente paso comercial lo dió en 1838, acompañado del empresario portugués Francisco Álvarez. Él fue uno de los miembros más acaudalados del círculo de grandes comerciantes que convirtieron al puerto de Valparaíso en el centro de la actividad económica del Pacífico Sur.

Logra su independencia comercial

Con Álvarez, Ramos Font trabajó en calidad de dependiente interesado, es decir, su aporte a la sociedad era en trabajo, a cambio de sueldo y comisión.

Los socios se dedicaron al transporte de mercaderías dentro y fuera del país, en una flota de barcos que tenía Álvarez. Importaban toda clase de manufacturas como ropas, sedas, licores, tabaco y algodón, desde los mercados de Boston y Baltimore. Recibían, además, azúcar de Manila, mercurio desde El Callao o índigo de Guayaquil. A su vez, exportaban vinos, maderas cueros, pieles y cobre.

Este negocio le permitió reunir 24.000 pesos, capital que le permitió independizarse.

La Casa Ramos y sus socios

En 1841, Ramos Font abrió su propia casa comercial en Valparaíso, pasando a formar parte de un grupo empresarial formado por variadas compañías, que hacían de Valparaíso un puerto de bullante actividad comercial.

A partir de 1850 y por 34 años, el socio de Ramos fue Carlos César Maass, quien recibió sueldo, casa y alimentación durante esos años, y finalmente 119.480 pesos, correspondientes al 11,5 por ciento del valor de los bienes que había contribuido a formar. Uno de los aspectos más relevantes de la personalidad empresarial de Ramos ?según el historiador Juan Eduardo Vargas Cariola? fue el de apoyar la independencia de quienes fueron sus colaboradores.

La alianzas familiares

El 1 de octubre de 1848, Ramos Font se casó con su sobrina de 21 años, Juana Rosa Ramos Larrea. Tuvieron cinco hijos.

En ese entonces, este tipo de uniones permitía resguardar mejor el patrimonio familiar, generando, además, lazos de solidaridad comercial. Ocupó una parte de la dote que recibió en comprar algunos barcos a comienzos de la década de 1850.

Siempre pendiente de su trabajo

Dentro de su compañía, Ramos no rehuía ninguna tarea. Estaba siempre pendiente de todas aquellas labores que requerían, en especial, conocimiento y experiencia mercantil. Con frecuencia era él mismo quien dirigía las compras de productos nacionales que se vendían en el extranjero, y supervisaba los embarques que se hacían al exterior. Intervenía hasta en detalles tan mínimos, pero fundamentales, como el embalaje, las cartas con los recorridos y las instrucciones para el capitán del barco. Ramos tuvo, en distintos períodos, agentes en Estados Unidos y Europa.

Crea un conglomerado

La gama de acción de su casa comercial fue ampliándose a partir de mediados del siglo XIX. Ingresó al negocio molinero en 1843, y su labor fue esencial para la exportación de harina a California y Australia. En 1852 estableció una compañía para producir arroz en Perú, asociado a José Tomás Urmeneta.

Sus inversiones en barcos le permitieron contar con transporte seguro y capitanes idóneos para llevar sus envíos al extranjero.

Los privilegios exclusivos que le había concedido el gobierno chileno, le permitieron establecer en 1848 una refinería de azúcar, cosa que finalmente no hizo, ya que prefirió importar el producto refinado. Concretó este negocio trayendo azúcar y chancaca desde Perú.

En 1850 inició la producción de chocolate, que se convertiría en una bebida muy atractiva para los niños de la época. Ya en 1856 contaba con cuatro fábricas de chocolate.

Sus rasgos como empresario

Ramos siempre estaba atento a nuevas oportunidades comerciales: quiso incorporarse a una sociedad para producir sal, y también tenía un proyecto para colonizar y establecer una empresa pesquera en las Islas de Juan Fernández.

Además, era un observador agudo de las costumbres y gustos de las personas, lo que le permitía ofrecer artículos que la población demandaba por necesidad o moda.

Cambio de rumbo

Como balance, en nueve años siendo comerciante independiente (1841-1849) aumentó su capital de 24 mil a poco más de 357 mil pesos. A pesar de estas favorables cifras, Ramos decidió abandonar la actividad del comercio exterior, concentrándose en la importación, y reorientando sus negocios hacia la inversión en bienes raíces y acciones.

Si bien varió su rumbo comercial, la forma de dirigir sus empresas continuó igual, manteniendo el control en su manos y delegando pequeñas responsabilidades a sus colaboradores, a los cuales se incorporó su hijo José Tomás en 1885.

Problemas con los trabajadores

A fines de la década de 1860, Ramos hizo importantes inversiones en maquinarias para la industria azucarera que mantenía en Perú. Invirtió el dinero de sus especulaciones mercantiles en sus plantaciones, pero el tema de la mano de obra le generó problemas.

Primero tuvo desavenencias con los chilenos que ?insatisfechos con su trabajo y condición de colonos en el Perú? se amotinaron y regresaron. Luego se enfrentó con los trabajadores polinésicos que habían llegado a desempeñarse en las plantaciones. Estos no alcanzaron a desembarcar debido a la oposición de carácter humanitario referente al comercio humano, que presentaron Perú, Chile y Francia.

Finalmente, recurrió a mano de obra china, solución que solo duró hasta 1875, ya que ese año se prohibió la utilización y traída al país de trabajadores asiáticos. Fueron años difíciles por este problema y la declinación del precio del azúcar. A toda esta crisis se sumó la Guerra del Pacífico, que significó trastornos en sus faenas.

Ramos Font murió el 21 de junio de 1891. Sus hijos y herederos no fueron capaces de mantener el giro del negocio azucarero.


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