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Algunas personas consideran la tecnología como una aplicación y consecuencia directa de la Ciencia. Sin embargo, la Ciencia y la Tecnología son disciplinas diferentes, con lenguajes, métodos y objetivos propios.

La Tecnología ha sido una actividad permanente, presente en todas las épocas, que consiste en proveer soluciones a los problemas prácticos del ser humano, a través de la creación de procedimientos, objetos y servicios. Estos productos tecnológicos, resultan de una acción intencionada y planificada para dar respuesta a distintas necesidades. En esa perspectiva, todo lo que la humanidad ha creado, constituye un objeto tecnológico: desde una simple cuchara, hasta una compleja computadora que guía la trayectoria de una sonda espacial.

La Ciencia también es una actividad inherente a la existencia del ser humano: es producto de la curiosidad, del deseo de conocer su entorno y los fenómenos que allí se producen. Su finalidad es distinta a la Tecnología. La Ciencia analiza, interpreta y predice fenómenos, aumentando los conocimientos acerca de la realidad, pero no busca, necesariamente, una utilidad práctica e inmediata.

Así como el conocimiento científico ha posibilitado el desarrollo de aparatos tecnológicos (por ejemplo, los aparatos de radio, que se originaron a partir del estudio de las radiaciones electromagnéticas, la tecnología, a su vez, ha entregado a la Ciencia nuevas herramientas de investigación para ampliar su conocimiento del mundo que nos rodea, por ejemplo: los telescopios, microscopios o computadoras.