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Se entiende como antígeno (Ag) cualquier molécula que puede ser reconocida específicamente por cada uno de los componentes del sistema inmunológico. En un sentido más estricto, el antígeno es cualquier molécula capaz de inducir la producción de anticuerpos específicos y la activación de linfocitos T, también precisos.

Los anticuerpos (Ac), también conocidos como inmunoglobulinas, son un grupo de moléculas séricas que producen los linfocitos B. Los diferentes tipos de anticuerpos tienen una estructura básica común a todos ellos, pero el sitio por el que se unen al antígeno es específico de cada uno; la parte de la molécula que se une al antígeno se denomina región Fab, mientras que la zona que interactúa con otros elementos del sistema inmunológico se denomina región Fc.

Los linfocitos B y T están programados genéticamente para codificar y reconocer un receptor de superficie específico de un determinado antígeno, aun antes de haber entrado en contacto con él, tras lo cual se multiplican y se diferencian en células plasmáticas que producen los anticuerpos.

Cuando se produce el contacto entre el linfocito y el antígeno, los linfocitos que son capaces de reconocerlo empiezan un proceso de proliferación, llamado selección clonal, que conduce en pocos días a la existencia de un número suficiente como para ocasionar una respuesta inmunitaria que permita la eliminación de esta sustancia.

Una vez ocurrido el contacto inicial con un antígeno determinado, los sucesivos encuentros con el mismo antígeno se van a caracterizar por obtener una respuesta mucho más rápida y enérgica que la inicial, debido a que esta da lugar a la producción de linfocitos T y B de memoria.

Los anticuerpos se unen a los agentes patógenos o antígenos en el espacio extracelular, y aseguran la protección del organismo mediante tres procesos:

1. Pueden neutralizar al patógeno o a sus productos tóxicos adhiriéndose a ellos e impidiendo la infección o la toxicidad.

2. Pueden facilitar la captura de los patógenos por las células fagocíticas (opsonización).

3. Pueden activar el sistema de complemento, constituido por una serie de proteínas plasmáticas que ayudan a los fagocitos a ingerir y destruir las bacterias. Todos los patógenos y partículas extrañas unidas a anticuerpos finalizarán en poder de los fagocitos, que los destruirán. El sistema de complemento y los fagocitos no reconocen al antígeno; son los anticuerpos los que les señalan su existencia.

Inmunidad innata y adquirida

El concepto de inmunidad innata se refiere a aquella con la cual nace el individuo; la adquirida, en tanto, tiene relación con aquella que se logra a través de la vida y que, de acuerdo a la forma en que se obtenga, puede ser natural, cuando el individuo sufre una enfermedad y crea anticuerpos; o artificial, que se logra mediante la inmunización por medio de vacunas o sueros.


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