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En el 638 a.C. los nobles o eupatridas (los bien nacidos) abolieron la monarquía hereditaria y gobernaron Atenas hasta mediados del siglo VI a.C. Retuvieron autoridad plena gracias a su poder supremo para disponer de la justicia, a menudo en forma arbitraria.

El 621 a.C. el político Dracón codificó la ley ateniense, con lo que limitó el poder judicial de los nobles. Otro revés para el poder hereditario de los eupatridas fue el código del político y legislador ateniense Solón, de 594 a.C., que no era sino una reforma del código draconiano y que otorgaba la ciudadanía a las clases bajas.

Durante el mando del tirano Pisístrato, las formas de gobierno empezaron a democratizarse. Sus hijos Hipias e Hiparco heredaron el poder, pero fueron más déspotas. Hipias fue expulsado por una insurrección popular en el 510 a.C.

Durante el consiguiente conflicto político, los partidarios de la democracia obtuvieron, bajo el mando del político Clístenes, la victoria total; alrededor del 502 a.C. comenzaba una nueva etapa política, basada en principios democráticos. El comienzo del gobierno democrático supuso el más brillante periodo de la historia de Atenas. Florecieron el comercio y la agricultura. Más aún, el centro de las artes y la cultura intelectual, que entonces estaba en las ciudades de la costa de Asia Menor, pronto se trasladó a Atenas.

Atenas: época de cambios

Como otras ciudades de la antigua Grecia, Atenas cambió la monarquía por una oligarquía, compuesta en este caso por nobles (eupátridas o bien nacidos), que anualmente elegían a magistrados llamados arcontes. Sin embargo, esto no duró mucho tiempo, pues su gobierno fue brutal; en Atenas floreció la actividad comercial, lo que llevó a los ciudadanos a protestar en contra de la política que se estaba utilizando, y a exigir leyes escritas que regularan la vida en sociedad.

El primero que se estableció fue el código de leyes atribuido a un legislador semilegendario llamado Dracón, caracterizado por ser muy estricto con el pueblo y muy liviano con los oligarcas. La pena de muerte se aplicaba a delitos casi sin importancia o muy pequeños, como robarse un repollo. De ahí surge el término draconiano para describir a una persona o legislación cruel e inhumana. Sin embargo, al ser un código escrito, podía sufrir modificaciones, lo que hizo Solón aboliendo la esclavitud por deudas, creando tribunales integrados por ciudadanos comunes y no con nobles, y estimulando la inmigración de artesanos calificados.

Esta reforma no fue bien recibida por toda la aristocracia ateniense. Los nobles, encabezados por Pisístrato, respondieron a esta situación tomando el poder por la fuerza, convirtiéndose este en tirano en el año 561 a.C. Pero debemos decir que de tirano no tenía mucho, ya que no fue capaz de deshacer las reformas de Solón e incluso fue bastante blando en sus normas para con el pueblo. Luego de ser sucedido en el poder por sus dos hijos, llegó a la cabeza un noble llamado Clístenes, de orientación democrática, que incorporó a las clases más pobres al poder.

Pero lo que Grecia no se imaginaba era que en poco tiempo enfrentarían una guerra con los persas.

Auge de Atenas

Como resultado de su brillante liderazgo durante las guerras persas, Atenas se convirtió en el estado más influyente de Grecia. Esparta, hasta entonces el mayor poder militar de Grecia, perdió su prestigio naval.

En el 478 a.C., un gran número de estados griegos formó una alianza voluntaria, la Liga de Delos, para expulsar a los persas de las ciudades griegas de Asia Menor. Atenas encabezó la alianza y la Liga liberó las costas de Asia Menor. No obstante, Atenas extendió su poder sobre otros miembros de la Liga de tal manera que, más que en sus aliados, se convirtieron en sus súbditos.

El periodo de hegemonía ateniense durante el siglo V a.C. es denominado como la Edad de Oro de Atenas. Bajo el mando de Pericles, que se propuso hacer de Atenas la ciudad más bella del mundo, esta alcanzó su máximo esplendor.

Se construyeron el Partenón, el Erecteión y otros grandes edificios. El teatro griego alcanzó su máxima expresión con las tragedias de autores como Esquilo, Sófocles y Eurípides, y el autor de comedias Aristófanes. Tucídides y Heródoto fueron famosos historiadores; el filósofo Sócrates fue otra figura de la Atenas de Pericles.

Esparta: de alma guerrera

Esparta fue originalmente una ciudad aquea del interior, es decir, no costera. En la Era Micénica tuvo mucha importancia, pero luego cayó en un largo período de oscuridad al ser tomada por los dorios. Entre 1100 y 800 a.C. se levantó y llegó a ser la soberana dentro de la región de Laconia.

En esta ciudad, los únicos ciudadanos con derecho eran los dorios conquistadores, que tomaron el nombre de espartanos. Exentos de las tareas agrícolas se dedicaban al gobierno, a la caza y al entrenamiento militar y deportivo. El comercio quedaba a cargo de los periecos, hombres libres pero sin poder político.

La gran mayoría de la población eran los ilotas o esclavos, tratados cruelmente y carentes de derechos. De hecho, una vez al año se les golpeaba en forma brutal sin causa aparente, y cuando se consideraba que habían crecido mucho en cantidad, los asesinaban durante la noche, acto que recibió el nombre de criptia.

En la cúspide del gobierno de Esparta habían dos reyes (diarquía), con funciones militares y religiosas. Pero el poder real estaba en manos de un Senado de 28 ancianos ilustres (todos mayores de 60 años), llamado gerusía.

Esparta era básicamente una ciudad guerrera, siempre lista para combatir. Los niños eran el blanco de la preparación militar, y al nacer, si no eran sanos, se les abandonaba y dejaba morir. A los siete años los separaban de su madre y se les daba crianza en cuarteles, enseñándoles a sobrevivir en medio de la nada y sin alimentos. Al llegar a la edad adulta se convertían en las «murallas de Esparta», ya que la ciudad carecía de fortificaciones

En cuanto a la mujer, podemos decir que su principal misión era dar al Estado hijos sanos y fuertes.

Esparta, luego de la Guerra del Peloponeso, se convirtió en la potencia dominante en Grecia; pero también proyectó un tipo de vida cruel y hostil.


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