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El imperio romano nació en una península estrecha y alargada ubicada en el centro de Europa y el mar Mediterráneo, que hoy conocemos como península itálica –en la que se encuentra Italia– y que es claramente distinguible en un mapa porque su forma se asemeja a una bota.

La información que se tiene acerca de la fundación de Roma es incierta, ya que los hechos históricos se funden con la leyenda. Cuentan los textos que en los montes Albanos, al sudeste de la planicie latina y en la desembocadura del río Tíber, se creó Alba Longa, la primera ciudad de los latinos, fundada por Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus.

La leyenda cuenta que, después de la caída de Troya, Eneas había llegado al Lacio y desposado con Lavinia, hija del rey latino. De ellos descendió más tarde Numitor, rey de Alba Longa que fue destronado por su hermano menor Amulio, quien para privarlo de descendencia y quedarse definitivamente con el poder asesinó a su hijo y mandó a su hija, Rea Silvia, al servicio de la diosa Vesta. Pero Marte se enamoró de ella y de su unión nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo.

Al enterarse, Amulio ordenó que arrojaran a los gemelos al río Tíber, pero su servidor los colocó en una cesta. Debido al desbordamiento del río, las aguas depositaron a los gemelos al pie del monte Palatino, donde una loba –que habría sido enviada por Marte– los encontró y amamantó. Después los descubrió un pastor que los crió secretamente.

Años más tarde, los hermanos fueron reconocidos por Numitor, su abuelo, a quien le devolvieron su trono, tras derrocar a Amulio. Después de eso, decidieron fundar una nueva ciudad, que Rómulo estableció en el monte Palatino. Remo había escogido el monte Aventino, pero tuvo que ceder.

Rómulo trazó el límite de la ciudad con un arado. Remo, envidioso, quiso demostrarle su superioridad insultándole en público y saltando dicho límite. Rómulo se encolerizó tanto que se abalanzó sobre él y lo mató. Ese día, el 21 de abril del año 753 a.C. según el historiador latino Tito Livio, quedó instituido como la fecha de fundación de Roma.

La verdad histórica

Según los estudios de los historiadores, en realidad, alrededor de 2000 a.C. comenzaron a instalarse pueblos de diversos orígenes en aldeas construidas en las siete colinas que existen al sur del río Tíber. Al llegar el siglo VIII, se piensa que estos poblados se unieron para formar Roma.

En esa época, por lo menos cuatro razas se encontraban en lo que hoy es Italia, los galos, los etruscos o tirrenos, los griegos y los italiotas o itálicos.

Entre estos últimos estaban los latinos, que luego fijaron su residencia cerca del río Tíber.

Gobernantes reales

Cualquiera sea la verdad, lo cierto es que Roma tuvo un primer rey, el cual se cree se llamaba Rómulo y que estuvo dispuesto a albergar dentro de sus dominios a todos aquellos que lo desearan, no importando su procedencia o intenciones.

Sin embargo, pronto comenzó a haber escasez de mujeres, las cuales fueron negadas por otros pueblos vecinos, entre ellos, los sabinos. Mediante una maniobra engañosa, los romanos se las robaron, comenzando, de esta manera, una guerra entre romanos y sabinos, la cual fue detenida por los ruegos de las, ahora, mujeres de los primeros, para evitar que sus hermanos, esposos e hijos de ambos bandos murieran en el conflicto.

En lo político, Rómulo creó el Senado y su sucesor, Numa Pompilio, se preocupó de reglamentar todos los aspectos religiosos, aparte de reformar el calendario. Durante su reinado, la paz nunca fue amenazada.

Posteriormente gobernó un romano, Tulio Hostilio, quien combatió contra Alba Longa (en la época capital de la región del Lacio), guerra que terminó tras la dramática lucha entre dos tríos de hermanos, representando a sus respectivas ciudades: los Horacios (por Roma) y los Curiacios (por Alba Longa). El duelo finalizó cuando quedó un solo sobreviviente: un Horacio. La ciudad perdedora fue arrasada y sus habitantes fueron llevados a Roma.

A partir de ese momento, el Capitolio sustituyó al monte Albano como sede religiosa de los latinos.

El siguiente rey de Roma fue un sabino, Anco Marcio, quien logró extender el dominio de la ciudad hasta el mar, fundando el puerto de Ostia.

La influencia etrusca

Luego del reinado de Anco Marcio, se sucedieron tres reyes etruscos. Esta raza era más adelantada que la latina.

Provenían de Asia Menor y se habían establecido en la actual Toscana. No eran un Estado sólidamente organizado, debido a que cada ciudad de su territorio tenía plena autonomía y no obedecían a un gobierno central.

Su marina, industria, agricultura y comercio estaban muy avanzados. También su arquitectura se destacaba, sobre todo en las ciudades, las cuales se rodeaban con grandes fortificaciones y a las que dotaron con alcantarillas abovedadas.

Fueron los inventores del atrio, habitación interior sin techo que, más tarde, los romanos adaptaron como propio.

Sus reyes, de carácter absoluto, eran, al mismo tiempo, los soberanos del ejército, de la religión, del Estado y la justicia.

El primer rey etrusco fue Tarquinio «el Antiguo», quien mandó a construir muelles, el Circo Máximo, para las grandes representaciones culturales; la Cloaca Máxima, una serie de alcantarillados para las aguas servidas, y amplió y decoró el Foro, que era la plaza pública donde se realizaba el comercio.

Luego del asesinato de Tarquinio, le sucedió Servio Tulio, quien levantó alrededor de la ciudad un doble muro, de 15 metros de alto. Asimismo, como la población había crecido, la separó en cuatro tribus, según donde vivían, y en siete clases, de acuerdo con su fortuna. El ejército se surtía de ciudadanos provenientes de las seis primeras clases, y estaba dividido en grupos de cien hombres llamados centurias.

El último rey de Roma fue Tarquinio «el Soberbio» con quien la ciudad dominó sin contrapeso sobre todo el Lacio y venció y conquistó al país de los Volscos. Sin embargo, fue un tirano, que fue expulsado por los romanos de su territorio en el 509 a.C., fecha en que comenzó a regir la República.

Vida campestre

No obstante ser la ciudad el eje de la vida romana, muchos de los habitantes moraban en el campo, cultivando la tierra, sembrando y cosechando, cuidando viñas y olivares y criando rebaños de animales.

Moral romana

Los valores de los romanos, y a los cuales atribuían sus éxitos, eran la virtud, entendida como el autocontrol y valor, el respeto por los ritos, rangos y la buena fe, es decir, el compromiso sagrado con la palabra empeñada.

Comida austera

La mayoría de los romanos de clases bajas no tenían siquiera cocina en su casa. Compraban comida caliente en los fogones o thermopolia, en las calles de las ciudades. Su dieta se basaba en pan, lentejas y un poco de carne.


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