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Nació en Santiago, el 19 de julio de 1840. A los nueve años ingresó como interno en el Seminario de Santiago y sintió una manifiesta vocación sacerdotal, que no tardó en disiparse. Comenzó su carrera política en 1864. Ese año fue secretario particular de Manuel Montt en la legación del Congreso Americano que se celebró en Lima. De regreso en Chile en 1865, se destacó como un gran orador y gozaba de un bien ganado prestigio. Su marcado espíritu liberal lo había convertido en el paladín del reformismo de la época, destacándose, además, como periodista y, posteriormente, parlamentario. Fue miembro del Club de la Reforma fundado en 1868. Fue plenipotenciario de Chile ante el gobierno argentino (1878), ministro del presidente Santa María y sucesor de este en 1886. Se suicidó el 18 de septiembre de 1891, el mismo día en que terminaba su mandato.

El 15 de junio de 1886, José Manuel Balmaceda fue elegido presidente de la República, apoyado por los partidos Nacional, Liberal y una parte del Radical. Al asumir el mando (18 de septiembre), se encontró en medio de un gran desajuste político, expresado en intensas luchas parlamentarias. Por ello, se propuso lograr la unión de todas las fracciones del partido Liberal y conseguir la unidad nacional.

Su primer gabinete estuvo integrado por Eusebio Lillo en el Ministerio del Interior; Joaquín Godoy, en Relaciones Exteriores; Pedro Montt, en Justicia; Agustín Edwards Ross, en Hacienda, y Evaristo Sánchez, en Guerra y Marina. La situación económica en su gobierno fue muy próspera, ya que el mandatario anterior (Domingo Santa María) había pagado las cuentas de la guerra del Pacífico y el salitre continuaba su aumento en la exportación: de 4.510.000 quintales métricos en 1886, se elevó a 10.751.000 en 1890.

Además, este desahogo financiero permitió suprimir algunos impuestos, invertir en obras públicas y estabilizar la deuda pública. Además, el crédito chileno adquirió en Europa un prestigio importante que ayudó a tener un excedente en las arcas fiscales.

También aumentó la explotación de otros minerales, como la plata, gracias al descubrimiento en el norte del yacimiento Caracoles (entre Calama y Antofagasta). Asimismo, la construcción del ferrocarril trasandino de Los Andes a Mendoza (1887) facilitó la entrada de productos argentinos, especialmente, ganado vacuno.

Con la pacificación de la Araucanía, las tierras del sur del país se pudieron ocupar para la agricultura.

En 1890 se aprobó la Ley de la Comuna Autónoma, que independizó la administración comunal del Poder Ejecutivo. También se creó el Tribunal de Cuentas en 1888, antecesor de la actual Contraloría General de la República.

La Isla de Pascua

Durante el gobierno de Balmaceda, un hito importante en la expansión de Chile fue la incorporación de la Isla de Pascua.

Esto sucedió debido a la denuncia que realizó el marino Policarpo Toro sobre el traslado de la población de la isla a las guaneras peruanas, en donde se les obligaba a trabajar en calidad de esclavos. Ante esta información, Balmaceda comisionó al propio Toro para que negociara la compra de Rapa Nui (nombre nativo de Pascua).

Con amplias atribuciones, Toro viajó a Tahití, donde negoció la compra de Rapa Nui con el inglés Juan Brander, que se decía poseedor de la mitad de Isla de Pascua, pagando seis mil libras esterlinas. Un pago adicional de cinco mil francos se hizo a la misión católica que tenía bienes en ella.

La escritura de compraventa fue visada por el cónsul chileno en Papeete, capital de Tahití, ante las autoridades francesas. La toma de posesión oficial fue el 9 de septiembre de 1888.

Situación económica

Balmaceda recibió la situación económica más floreciente que haya podido concebirse en Chile, pues Santa María había pagado las cuentas de la guerra y el salitre continuaba su desarrollo: de 4.510.000 quintales métricos en 1886, la exportación se elevó a 10.751.000 en 1890.

Este desahogo financiero permitió a Balmaceda suprimir algunos impuestos, invertir en obras públicas los sobrantes de las entradas y consolidar la deuda pública. Además, tendió a preparar la conversión del billete; pero la revolución, junto con aplazar estos planes, obligó al gobierno a emitir más de 20 millones de pesos en billetes fiscales. Estas emisiones, unidas a la desconfianza, hicieron bajar el cambio.

Industria salitrera

A fin de conocer el funcionamiento de las oficinas o yacimientos y los problemas que presentaba esta industria, Balmaceda y el ministro Sanfuentes viajaron en 1889 a la zona salitrera, en el norte del país.

En uno de los discursos que pronunció, señaló –manifestándose contrario al monopolio extranjero– que en su opinión sería preferible “que aquella propiedad fuese también de chilenos”. En estricto rigor, no planteó la idea de nacionalizar las salitreras, es decir, de establecer la propiedad estatal de ellas. Defensor del liberalismo económico, Balmaceda solo propiciaba una apertura del monopolio extranjero hacia los capitales chilenos.

La crisis de 1890

La desconfianza de los partidos llegó a su punto culminante en 1890, cuando –ante los permanentes cambios de gabinete– Balmaceda manifestó la necesidad de reformar la Constitución para eliminar todo vestigio de parlamentarismo.

El nuevo gabinete, encabezado por Salvador Sanfuentes, fue rechazado por el Congreso. El presidente no procedió a nombrar otros ministros, argumentando que, según lo establecido en la Carta Fundamental, ellos eran de su confianza. Planteado el conflicto, el Legislativo se negó a discutir el proyecto de ley de contribuciones para el año siguiente.

Obras públicas

La administración de Balmaceda se caracterizó por la labor realizada en materia de obras públicas. Se construyeron más de mil kilómetros de vías de ferrocarril y numerosos puentes, entre los que sobresale el viaducto del Malleco –inaugurado en 1890– y que tiene 347 metros de largo y 102 metros de altura. Asimismo, se inició la canalización del río Mapocho en Santiago. Se construyó el dique seco en Talcahuano y otras obras portuarias en distintos puertos del país; se levantaron innumerables edificios públicos, como los destinados a albergar la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, el Internado Nacional, la Escuela Militar, la Cárcel de Santiago, hospitales, entre otras. La magnitud de la tarea llevó a que en 1887 se creara el Ministerio de Obras Públicas. Ese mismo año, Balmaceda autorizó a Juan Clark para construir el ferrocarril trasandino de Los Andes (Chile) a Mendoza (Argentina).

Además, se subvencionó a la Compañía Sudamericana de Vapores para que estableciese una línea de vapores entre los puertos de Chile, Callao y Panamá, asegurando las comunicaciones marítimas con el istmo (1888).

Política educacional

En este ámbito se introdujeron importantes innovaciones:

Influencia alemana: el triunfo de Alemania sobre Francia en la guerra de 1870 provocó el término de la influencia gala en el sistema educacional chileno, siendo reemplazado por la pedagogía alemana.

Fundación del Instituto Pedagógico (1889): en esos tiempos ya no era posible continuar confiando las clases de los liceos a profesionales sin preparación metodológica. Por esto, el ministro Bañados decretó la fundación de este instituto, que formaba profesores.

Sistema concéntrico (1889): el ministro Bañados decretó la implantación de un sistema que agrupaba los ramos pertenecientes a un mismo orden de conocimientos, de manera que su estudio comience en el primer año del curso y termine en el sexto año.

Influencias alemanas: el triunfo de Alemania sobre Francia en la guerra de 1870 puso término a la influencia francesa en la educación y en el ejército, la que fue reemplazada por la pedagogía y la organización militar alemana.

La Universidad Católica (1888): fue la primera universidad particular fundada en Chile. Fue obra de Joaquín Larraín Gandarillas y de Mariano Casanova.

Revolución de 1891

El aumento del poder que había logrado el Congreso durante los últimos años y el enfrentamiento de este con el presidente hicieron crisis en 1890, cuando Balmaceda intentó reformar la Constitución para eliminar todo rastro del parlamentarismo.

Además, el nuevo gabinete, encabezado por Salvador Sanfuentes, fue rechazado por el Congreso.

Ante esto, Balmaceda se negó a nombrar nuevos ministros, argumentando que, según la Carta Fundamental, ellos tenían un cargo de confianza.

Este nuevo conflicto se prolongó en el tiempo, y las sesiones ordinarias del Congreso concluyeron sin que se hubiese despachado el proyecto de ley de Presupuesto para 1891.

El 5 de enero de 1891, Balmaceda dispuso que regiría para este año el mismo presupuesto que el año anterior, acto considerado anticonstitucional y dictatorial por sus opositores, por lo que fue destituido de su cargo de presidente por el Parlamento.

Guerra civil 

Dos días después de pedir la destitución de Balmaceda, la Escuadra nacional se sumó al movimiento antibalmacedista, zarpando desde Valparaíso rumbo a Iquique con los blindados Cochrane y Blanco Encalada, el crucero Esmeralda, la corbeta O?Higgins y la cañonera Magallanes. Más tarde, se unieron el Huáscar y la corbeta Abtao.

Además, se apoderaron de los barcos de la Compañía Sudamericana de Vapores y los de la Compañía de Lota.

Una vez en Iquique, se constituyó una junta revolucionaria, formada por el capitán de navío Jorge Montt, el vicepresidente del Senado, Waldo Silva, y el presidente de la Cámara de Diputados, Ramón Barros Luco.

Los enfrentamientos militares más importantes entre balmacedistas y congresistas fueron los combates de Dolores (15 de febrero de 1891), de Huara (17 de febrero), de la Aduana de Iquique (19 de febrero) y Pozo Almonte (7 de marzo) y los combates navales de Caldera y Calderillas (23 de abril). Tras estas duras peleas, los congresistas triunfaron sobre las fuerzas del gobierno, logrando el dominio del norte del país.

Luego de este último hecho, los congresistas se dedicaron a reforzar sus tropas (usando la plata de los impuestos del salitre), mientras los balmacedistas lo hacían con su ejército en la capital.

En agosto de 1891, el ejército congresista desembarcó en Quintero triunfando en las batallas de Concón (21 de agosto) y Placilla (28 de agosto).

Tras las derrotas de sus partidarios, Balmaceda entregó el mando al general Manuel Baquedano (28 de agosto), dejó a su familia en la embajada de Estados Unidos y luego se asiló en la legación Argentina.

En aquel lugar pidió a la junta gobernante las garantías legales correspondientes al cargo que había desempeñado por cinco años, pero se la negaron.

El 18 de septiembre (el mismo día que concluía su mandato constitucional) se vistió de negro y se acostó en su cama, donde se suicidó.

Con este hecho finaliza el período de la República Liberal y comienza el conocido como República Parlamentaria, donde la clase dirigente, la burguesía y la aristocracia estuvieron por sobre el Ejecutivo.

Muerte de Balmaceda: la revolución triunfante

Informado José Manuel Balmaceda sobre el desastre de sus fuerzas, delegó el mando en el general Manuel Baquedano y luego se asiló en la embajada argentina. Sin embargo, no fue la mejor decisión designar al viejo general, pues no supo impedir los saqueos de las casas de los partidarios de Balmaceda. Esta situación se mantuvo hasta que los revolucionarios, encabezados por Jorge Montt, entraron en Santiago el 31 de agosto.

Luego de permanecer en la embajada algunas semanas, José Manuel Balmaceda tomó la decisión de suicidarse, lo que realizó en la mañana del 18 de septiembre. Vestido de negro y tendido sobre su cama, se disparó un tiro cuando cumplía el término de su periodo presidencial, poniendo con ese acto no solo fin a su vida sino que al régimen de gobierno de corte presidencialista.

Testamento político de Balmaceda

José Manuel Balmaceda también dejó una especie de testamento político, donde justifica su conducta mientras fue Presidente de Chile, para ser publicado después de su muerte.

Este documento es una visión de José Manuel Balmaceda sobre el futuro de la política nacional si triunfaban los congresistas. En su opinión, bajo este régimen no existiría la libertad electoral, ni una organización política seria y permanente en los partidos ni la paz en el Congreso.

No pasaría mucho tiempo, según Balmaceda, para que aparecieran nuevamente las divisiones, dificultando la acción del Presidente de la República. «Solo en la organización del gobierno popular representativo, con poderes independientes y responsables, y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos, y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado», afirmaba Balmaceda.

Consecuencias de la revolución del 1891

Balmaceda advirtió en su testamento político que el triunfo de la revolución y, con ello, la instauración del parlamentarismo, acarrearía solamente males al país.

Sin embargo, con o sin el conflicto armado, las pretensiones del Ejecutivo tarde o temprano se habrían visto superadas, debido a las condiciones ideológicas imperantes en la época, que buscaban minimizar las atribuciones del Poder Ejecutivo.

Por otra parte, los revolucionaros triunfantes no creyeron necesario modificar la Constitución de 1833, por interpretarla en el sentido parlamentario. Su victoria, producto de la violencia, fue absoluta y sin contrapeso: de ahí la falta de reglamentación del parlamentarismo y sus consecuentes excesos.

Bajo otros aspectos, la revolución dejó alrededor de 10.000 víctimas, la más profunda división en las familias, odios que perduraron por décadas y más de cien millones de pesos de la época gastados en desmedro de la economía nacional.