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Su nacimiento se produjo el 12 de julio de 1866. Era hijo de Francisco de Paula Figueroa y Rosalía Larraín. Estudió en el Colegio San Ignacio y después siguió la carrera de leyes en la Universidad de Chile, recibiéndose de abogado en 1889. Ese mismo año inició su labor en organismos públicos al asumir el cargo de secretario de la Intendencia de Santiago, aunque tiempo después se trasladó a trabajar en el fundo de Claudio Vicuña, un liberal democrático, cercano colaborador del presidente José Manuel Balmaceda. En la Guerra Civil de 1891 administró los fondos que servían a la causa balmacedista.

Además, fue diputado, ministro de Justicia e Instrucción Pública y ministro subrogante del Interior, aparte de ocupar la presidencia de la República en 1910 ante las muertes de Pedro Montt y del vicepresidente Elías Fernández. Figueroa murió en 1931.

Su llegada al poder

Cuando Luis Barros Borgoño asumió el cargo de vicepresidente de la República, después de la renuncia de Arturo Alessandri a la presidencia, Carlos Ibáñez del Campo anunció que retiraría su candidatura al sillón presidencial si los partidos políticos llegaban a un acuerdo para postular a un aspirante único que fuera moderado y consecuente con el Programa de la Revolución del 11 de septiembre. Luego de deliberar tres días y tres noches, y con la aprobación de las Fuerzas Armadas, los presidentes de los partidos se decidieron por Emiliano Figueroa, «el caballero de la época de los coches de posta», como se le conocía.

Figueroa derrotó por amplio margen a su contendor, el doctor José Santos Salas (representante de la Unión Social Republicana de Asalariados), en las elecciones presidenciales realizadas el 24 de octubre de 1925, y juró como presidente de la República el 23 de diciembre de ese mismo año.

Gobierno de fachada

Desde un principio, Figueroa se sometió a los deseos del Comité Militar y mantuvo a Ibáñez del Campo en el Ministerio de Guerra, al mismo tiempo que este actuaba como el verdadero ministro del Interior.

La personalidad sin ambiciones, contemplativa y conciliadora del presidente no estaban al nivel de la nueva etapa política del país, por lo cual, quien ejercía realmente el poder era el coronel Ibáñez. Este, en su afán por neutralizar a la oposición, reprimió a los líderes obreros y de la izquierda política, a muchos de ellos con el destierro.

Entre las obras del gobierno de Figueroa, se encuentran la modernización de la administración pública y la creación de la Contraloría General de la República. Esta última institución tiene por función controlar, de acuerdo con la ley, los actos administrativos del gobierno y demás reparticiones públicas.

Presión sostenida

Mientras las autoridades estaban enfrascadas en diferentes estrategias para ejercer el poder, las reformas sociales prometidas aún no se concretaban.

Desde el Ministerio de Guerra había apremio por llevarlas a cabo lo más pronto posible. Además, a principios de 1927 se produjo una nueva crisis, cuando los oficiales de la Armada exigieron la salida de los almirantes opuestos a los objetivos militares del gobierno y la disolución del Consejo Naval. Asimismo, la oficialidad del Ejército reclamó la remoción de algunos ministros.

Emiliano Figueroa accedió a las peticiones, lo que provocó la caída del gabinete y convenció aún más al presidente de renunciar a su cargo.

Crisis y dimisión

El nuevo gabinete de Emiliano Figueroa fue presidido por Carlos Ibáñez como ministro del Interior. Este adoptó medidas drásticas, como la censura a la prensa y la prisión del presidente de la Corte de Apelaciones de Santiago, generando un grave conflicto entre los poderes Ejecutivo y Judicial, ya que también declaró vacantes varios cargos judiciales. Su principal opositor fue el presidente de la Corte Suprema, Javier Figueroa Larraín, a quien Ibáñez deseaba cesar en sus funciones y que era hermano del mandatario.

Emiliano Figueroa pidió una licencia por dos meses, quedando Ibáñez como vicepresidente. El primer decreto de este fue destituir al juez Figueroa. Por ello, el 4 de mayo, su hermano renunció a la presidencia de la República.

Su vida pública

La trayectoria de Emiliano Figueroa en el acontecer nacional de la época es larga. Como presidente de la República, ante las muertes de Pedro Montt Montt y del vicepresidente Elías Fernández, presidió los festejos del centenario de la independencia de Chile en 1910 y luego las elecciones presidenciales de ese año, donde le traspasó el mando a Ramón Barros Luco.

Luego, entre 1911 y 1914, fue ministro plenipotenciario en España y después en Argentina, donde se mantuvo siete años. En 1918 colaboró en la firma del Tratado de ABC. En 1920 fue designado conservador de Bienes Raíces de Santiago y, además, participó en el tribunal de honor que resolvió el estrecho resultado electoral entre Alessandri y Barros Borgoño, por la presidencia de la República.

Sus últimos días

Después de su dimisión como presidente de la República, Emiliano Figueroa aceptó, en 1928, ser embajador de nuestro país en Perú, en la recién creada embajada. Su principal labor fue intentar llegar a un acuerdo para solucionar en forma definitiva el problema de Tacna y Arica, lo que efectivamente sucedió con la firma del tratado y protocolo del 3 de junio de 1929, suscrito entre Perú y Chile.

En 1930, Figueroa volvió a nuestro país y asumió la presidencia del Banco Central (creado en el primer gobierno de Arturo Alessandri). Este trabajo lo alternaba con descansos en Reñaca.

El 16 de mayo de 1931, cuando viajaba a la Laguna de Aculeo a celebrar el cumpleaños de la madre de una de sus amistades, sufrió un accidente de automóvil que le provocó la muerte.


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