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Los mitos y leyendas forman parte del imaginario colectivo y popular de un país. Son parte de su identidad, que muestra parte de sus raíces y folclor local.

Mientras los mitos corresponden a narraciones que resaltan a seres divinos, heroicos o que forman parte de la naturaleza, las leyendas son narraciones que describen hechos fantásticos y que se transmiten por tradición.

Estos son los principales mitos y leyendas de las zonas norte, centro y sur de Chile.

Principales mitos y leyendas chilenas

El Tótem del Guanaco (Yestay)

Sobre el Yestay (también conocido como Yastay) existen diferentes versiones, tanto acerca de su forma como de su origen, las que a continuación te mostraremos.

De acuerdo con algunas tradiciones, el Yestay sería un guanaco protector de las manadas, especialmente de las vicuñas y guanacos, que resalta sobre los demás por su gran tamaño y belleza. Se cree que este animal sería el jefe de todos los demás y que tiene la particularidad de aparecer en los momentos más inesperados.

Sin embargo, su apariencia no siempre es agradable de ver, porque, en ocasiones, desata toda su furia contra los cazadores mostrándose con una cabeza de demonio y lanzando lenguas de fuego por su boca. Ni siquiera las balas son capaces de derrumbarlo y, menos, la fuerza humana.

No obstante, en otras oportunidades se presenta con un rostro angelical. Incluso, puede hacer las veces de guía en medio del desierto, cuando capta la bondad en quienes se aproximan de manera tranquila y pacífica a la manada.

Su alimento predilecto es el cocho (harina de maíz tostado) con harina de quintitaco (algarrobo dulce).

Los que desean cazar, deben pedirle permiso al Yestay, para lo cual le dejan una ofrenda entre las piedras del cerro. Este animal protege a los cazadores pobres que atrapan animales solo para alimentarse, y castiga a los que lo hacen sin necesitarlo. En ocasiones asume la forma humana para hacer tratos con las personas.

Otra versión apunta a que es hijo de la Pachamama (madre tierra) y que por encomienda de ella debe cuidar a los animales silvestres. En muchas ocasiones se presenta como un anciano de barba blanca que lleva consigo un cetro y una flauta con la cual toca suaves y dulces melodías, logrando de esa manera amansar a las fieras.

El Alicanto

El Alicanto es, en esta zona del país, el sueño de muchos mineros que esperan que algún día este personaje se les aparezca y les muestre el sendero hacia una veta de oro o plata.

Se trata de un enorme pájaro, de grandes alas color metálico, pico encorvado y patas alargadas con enormes garras. Se alimenta de oro o de plata y sus alas fosforecen durante la noche. Si el animal come oro, despide destellos dorados; o argentados si su alimento fue la plata.

Las personas que lo han podido ver han dejado todo de lado por seguirlo, pues se dice que el ave se ubica en el lugar exacto de la riqueza. Pero quien sigue al alicanto repentinamente, al llegar al lugar del supuesto tesoro, el ave lo abandona, dejándolo sin agua y sin comida. Sólo una plegaria a la virgen de Punta Negra le puede mostrar el camino de regreso.

La Lola

La Lola es un personaje que forma parte de la mitología de una amplia zona geográfica, pues su leyenda chilena se registra en Antofagasta, Santiago, O’Higgins y Colchagua.

En la provincia de Antofagasta, en la época de los descubrimientos, fue muy conocida una bella mujer llamada Lola. Su padre vivía para cuidar a su hija y distanciarla de sus enamorados.

La Lola sembraba ilusiones y desengaños en los hombres, y mucha envidia entre las mujeres. Un día conoció a un hombre del que se enamoró, pero él amaba a otra mujer; ella, al sentirse desplazada, se transformó en una terrible celosa.

Fue así como, una noche, se dirigió descalza y silenciosa a la habitación donde dormía el hombre y lo mató con un puñal. Después huyó a los cerros dando gritos y alaridos. Al tiempo regresó al poblado, víctima de la locura, solo sabiendo reír, hasta que murió. Desde entonces la Lola y su espíritu vengativo recorren los cerros.

Los brujos de Salamanca

Se dice que en una cueva de Salamanca, donde se aprende el arte de la brujería, viven las almas de los brujos fallecidos, quienes les entregan poderes a los que se inician en este arte. Esta cueva tiene varias entradas y están cuidadas por culebrones.

Además, en este lugar se rinde homenaje a Satanás, se efectúan misas negras y se realizan las confesiones de brujos y brujas. Solo una palabra religiosa o la señal de la cruz puede disolver, rápidamente, una asamblea, y al canto del gallo, los brujos vuelven a sus casas escurriéndose por la chimenea, por el ojo de la cerradura o por alguna rendija.

Cada cierto tiempo, en la cueva se organizan fiestas a las que asisten los maestros. En ellas se usan servicios de oro y plata, pero ninguna de estas piezas puede ser sacada de la guarida, ya que en el exterior se convertirá en algo de poco valor.

Cuentan que un brujo invitó a un joven a la cueva mientras se realizaba allí una fi esta y cuando nadie lo veía, este escondió una cuchara de plata en su bolsillo.

En ese momento, vio que una niña se le acercaba, perdió el sentido y despertó en la plaza del pueblo. Rápidamente se llevó la mano al bolsillo buscando la pieza robada, pero sólo encontró una bolita, sin ningún valor, de las que usan los niños para jugar.

La Añañuca

Es una flor típica de la zona norte de nuestro país, que crece específicamente entre Copiapó (Región de Atacama) y el valle de Quilimarí (Región de Coquimbo). Pocos saben que su nombre proviene de una triste historia de amor.

Cuenta la leyenda chilena que en tiempos previos a la Independencia del país, en la localidad de Monte Patria, vivía Añañuca, una bella joven indígena que todos los hombres querían conquistar, pero nadie lograba.

Un día llegó al pueblo un minero que andaba en busca de un tesoro. Al conocer a Añañuca, surgió el amor entre ambos, por lo que decidieron casarse.
La pareja fue feliz durante un tiempo, pero una noche, el joven tuvo un sueño donde un duende le revelaba el lugar en donde se encontraba la mina que por tanto tiempo buscó. A la mañana siguiente, sin avisarle a nadie, ni siquiera a su mujer, partió a buscarla.

Añañuca, desolada, lo esperó y esperó, pero pasaban los días, las semanas, los meses y el joven minero nunca regresó.

Se dice que éste habría sido víctima del espejismo de la pampa o de algún temporal, causando su desaparición y, presuntamente, su muerte.

Añañuca pronto murió, producto de la gran pena de haber perdido a su amado. Fue enterrada por los pobladores en pleno valle en un día de suave lluvia. Al día siguiente, salió el sol y todos los vecinos del pueblo pudieron ver un sorprendente suceso. El lugar donde había sido enterrada la joven se cubrió por una abundante capa de flores rojas.

Desde ese momento, se asegura que esta joven se convirtió en flor, como un gesto de amor a su esposo, ya que de esta manera permanecerían siempre juntos. Así fue que se le dio a esta flor el nombre de Añañuca.

Esos fueron los principales mitos y leyendas chilenas.