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Por aquel entonces Chile era gobernado por el Presidente Eduardo Frei Montalva. En el mismo mes de julio el gobierno puso en marcha el programa de «nacionalización del cobre» (reconversión de las grandes compañías estadounidenses que controlaban las producción de ese mineral, mediante la compra por el país del 51% de las acciones de dichas empresas mineras).

En Chile, Frei Montalva decretó feriado legal hasta el mediodía del día siguiente del alunizaje, para que los 8.884.768 habitantes disfrutaran de la noticia. Los recursos tecnológicos eran bastante limitados y Canal 13 poseía la única cámara de filmación con imágenes y sonido de Chile. Fue justamente esa cámara la que viajó a Houston. La acompañaban Mario Kreutzberger, José María de Navasal y el camarógrafo Manuel Labra.

Las tres estaciones de televisión de la época se unieron desde el 1 de julio para transmitir diariamente y en cadena, un programa especial dedicado al viaje espacial. Los comentarios y análisis los realizaban expertos nacionales bajo la conducción de los directores de prensa: Leonardo Cáceres de Canal 13, Augusto Olivares de Televisión Nacional y Manuel Mendoza de Canal 9 de la Universidad de Chile.

Para quienes no tenían televisión radio Balmaceda, Cooperativa, Minería, Agricultura, Nuevo Mundo, Corporación y Portales cubrieron la noticia describiendo lo que se veía en la pantalla

Los santiaguinos recorrieron las calles y cafés del centro. Estos negocios ofrecieron café y televisión gratis esa noche. Algunas familias sacaban los televisores por las ventanas para compartir las imágenes con aquellos que no tenían. Obviamente no faltaron quienes cobraron por ver la hazaña.

El módulo lunar «Águila» llevaba horas en la superficie de la Luna, específicamente en el «Mar de la Tranquilidad».

Cuando en Chile eran las 22:56 horas del domingo 20 de julio de 1969, miles de televisores estaban encendidos. Todo el mundo veía sorprendido cómo el comandante de la misión buscaba un peldaño en la escalerilla del módulo lunar, posado a 380 mil kilómetros de distancia, en el «Mar de la Tranquilidad». La sorpresa fue tremenda cuando se vio como Armstrong posaba su pie en la polvorienta superficie lunar.

La transmisión duró 6 horas sin publicidad, ya que fue financiado por la Embajada de Estados Unidos.

Gracias a la instalación de Longovilo 1, la primera de las antenas captadoras de satélites, los chilenos pudieron presenciar el alunizaje.

Las campanas de las iglesias sonaron avisando que el hombre finalmente había pisado la misteriosa Luna.