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Los vínculos del señor con las monarquías se fueron debilitando; al mismo tiempo, se iban reduciendo los poderes reales y aumentando los de la nobleza. Así, por ejemplo, los vasallos ya no se sentían obligados a prestar su esfuerzo militar al rey, sino a su señor.

Sin embargo, ya en siglo XII comenzó a producirse el incremento de la población y el aumento de los rendimientos agrícolas, lo que generó excedentes productivos y de mano de obra, propiciando el auge de las ciudades. Así, muchos campesinos se instalaron en las ciudades, escapando de la servidumbre y los cargos feudales.

Al mismo tiempo, en el siglo XII, las monarquías europeas empezaron a imponer su autoridad sobre los señores feudales, para lo cual se aliaron con la creciente clase burguesa, compuesta por artesanos y comerciantes de los centros urbanos.

Fue así como, entre los siglos XII y XIII, se produjeron muchos conflictos entre los señores y sus vasallos, por los servicios que estos últimos debían prestar.

Lentamente se produjo el asentamiento de las grandes monarquías, especialmente en Francia, lo que sumado a las epidemias, como la terrible peste negra llegada desde Asia, provocaron una depresión en el mundo europeo (siglo XIV), cuyas consecuencias se vieron multiplicadas por hambrunas generalizadas, descenso demográfico, guerras, revueltas campesinas e insurrecciones urbanas.

Esta crisis afectó profundamente la vida de las naciones europeas y fue el motor que desencadenó los grandes cambios del siglo XV que permitieron un nuevo equilibrio económico y social.