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El feudalismo es el sistema social, económico y político que se desarrolló en Europa, principalmente entre los siglos IX y XII. Como término genérico, el concepto de feudalismo se aplica a la relación de vasallaje, por la que se instituían obligaciones mutuas entre un señor y un vasallo.

Sin embargo, el feudalismo no sólo se manifestó en esta relación, sino que constituyó el eje de la organización política y social de Europa occidental durante toda la Edad Media, y que en algunas zonas se prolongó, al menos en sus ámbitos económico y social, durante parte de la Edad Moderna.

El feudalismo europeo fue, en esencia, consecuencia de las grandes invasiones germánicas sobre el mundo romano, las cuales condujeron a la fusión de dos sociedades (la romana y la bárbara) colocadas a niveles culturales profundamente distintos, alterándose ambas y determinando la aparición de nuevas instituciones.

El imperio de Carlomagno (742-814) constituyó el primer intento de crear un nuevo orden después de los grandes trastornos producidos en esta época. A su muerte siguieron otras conmociones, producidas en gran parte por nuevas migraciones e invasiones (de vikingos, eslavos, húngaros, etc.), lo que trajo consigo el debilitamiento del imperio Carolingio, ya que sus sucesores no fueron capaces de administrarlo.

La casi desaparición del imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de anarquía, en la que se dieron transformaciones generales de tipo económicas, sociales y políticas: decayeron las ciudades, disminuyó el comercio internacional, se redujo el uso de la moneda y la tierra quedó como la principal riqueza. También, se produjo la pérdida de autoridad de los poderes centrales y el desaparecimiento de la organización burocrática.

Frente a este escenario, los reyes dejaron en manos de los condes y marqueses la defensa de sus territorios. Y la población asustada vio que estos nobles eran su única protección. Así, lentamente, se formó un nuevo orden que recibió el nombre de feudalismo.

Normandos, vikingos y húngaros

En el siglo IX, Europa fue víctima de nuevas invasiones. Desde el norte arribaron los normandos y los vikingos, quienes tras asolar los puertos remontaron hacia el interior del continente.

Las primeras incursiones normandas tuvieron lugar ya durante el reinado de Carlomagno, pero las más importantes invasiones se produjeron en la segunda mitad del siglo IX.

Los vikingos (divididos en suecos, daneses y noruegos), procedentes de Escandinavia, aparecieron hacia el año 800 en distintos puntos de Europa. A estos ataques se sumaron los húngaros, pueblo de Asia Central, que se abatieron sobre Europa siguiendo la ruta de los hunos hasta el río Danubio, y desde aquí marcharon hasta Francia.

Los reyes carolingios fueron incapaces de defender a sus súbditos. Entonces, los nobles construyeron castillos y fortalezas; las ciudades volvieron a ser amuralladas y los caminos se tornaron peligrosos. Todos anhelaban protección y esta solo podía ser entregada por los nobles.