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Por contaminantes se entiende a aquellas sustancias tóxicas que al alcanzar ciertas concentraciones en el ambiente alteran las condiciones relativamente estables de los ecosistemas, dañando a los componentes vivos y no vivos, ya sea reduciendo su desempeño o provocándoles la muerte.

Los contaminantes se clasifican, según su origen, en naturales y artificiales. Los primeros no son producidos por el hombre y corresponden a fenómenos propios del planeta, como, por ejemplo, las erupciones volcánicas, las que expelen a la atmósfera cenizas, dióxido de carbono (CO2), sulfuros, nitrógeno (N), monóxido de carbono (CO), ácido clorhídrico (HCI) y ácido fluorhídrico (HF).

Otros contaminantes naturales son los desechos sólidos dejados por la lava volcánica, los gases emanados de los incendios originados por tormentas eléctricas y los residuos que provienen de la erosión de rocas ricas en minerales pesados. En este último caso, se trata de altas concentraciones de níquel (Ni), cromo (Cr) y magnesio (Mg) que van formando suelos muy tóxicos para el desarrollo de la vegetación.

Los contaminantes artificiales son aquellos que se originan por las actividades humanas (urbanas y rurales), tales como la industria, el transporte, la agricultura o la ganadería. Entre las sustancias de este tipo más nocivas encontramos a los plásticos, los detergentes, los pesticidas, los herbicidas, los fertilizantes y muchos desechos domésticos e industriales. El grave problema de estos elementos es que, además de producirse en grandes cantidades, no se degradan fácilmente una vez que se desechan, lo cual hace que su tasa de acumulación sea muy elevada. Esto se debe, en gran medida, a que los organismos saprófagos (se alimentan de residuos de otros organismos) de los ecosistemas naturales no degradan los compuestos artificiales. También los contaminantes se clasifican de acuerdo con el estado físico en que se liberan al ambiente.

Así existen sustancias tóxicas gaseosas, líquidas y sólidas

Las gaseosas, que afectan sobre todo a la atmósfera, son el CO2, CO, los dióxidos de azufre (SO2), los compuestos volátiles orgánicos, como el metano (CH4), los óxidos de nitrógeno (NOx), el ozono (O3) y el óxido de cloro (CIO2), entre otros. Varios de estos contaminantes se han agrupado bajo el nombre de gases invernadero debido a que contribuyen al fenómeno conocido como efecto invernadero (revisar capítulo del Cambio Climático).

Entre los líquidos -que afectan principalmente ríos, lagos y mares- se encuentran las aguas residuales (domiciliarias e industriales), los aceites, los solventes, el petróleo y sus derivados. Los sólidos incluyen elementos como el plástico, el vidrio y los metales pesados (algunos de los cuales son radiactivos) y cuyo principal daño se aprecia en el suelo.

Los agentes tóxicos de tipo sólido y líquido afectan, principalmente, a los suelos, aunque también están presentes en la atmósfera y en el mar.

Causas de la contaminación

Como se señaló anteriormente, los contaminantes pueden ser naturales o artificiales. Y que estos últimos son producto de las actividades humanas. A continuación, mencionaremos algunas acciones que dan origen a las sustancias tóxicas artificiales:

Quema de combustibles fósiles: los combustibles fósiles son el petróleo, el gas natural, el carbón y sus derivados, como la gasolina y el queroseno. Estos se queman en los motores de combustión interna que mueven a los vehículos, los generadores de energía termoeléctrica y otras máquinas presentes en procesos industriales y en sistemas de calefacción.

Así, cuando se realiza dicha acción se liberan a la atmósfera diversos contaminantes, entre los que se encuentran CO2, CO, NOx y SO2. Además, la quema de los combustibles fósiles favorece la producción de ozono en la capa baja de la atmósfera.

Actividades industriales: aparte de los gases tóxicos que se liberan a la atmósfera como el CO2, CO, NOx y SO2, algunas industrias producen muchos otros contaminantes. Por ejemplo, las fábricas de refrigeradores y de componentes electrónicos arrojan al ambiente compuestos clorofluorocarbonados (CFC), metales pesados (como plomo y mercurio), ácidos, solventes y aguas residuales. En particular, los CFC son muy dañinos, porque destruyen paulatinamente la capa de ozono que protege a la vida de los rayos ultravioleta.

Agricultura: las grandes extensiones de tierras de cultivo casi siempre utilizan pesticidas (sustancias químicas que se utilizan para combatir la acción de plagas), herbicidas (productos químicos que se usan para matar las malas hierbas) y fertilizante (sustancias químicas que se encargan de entregar los nutrientes que favorecen el crecimiento vegetal) que contaminan el suelo, el aire y el agua de esas zonas. Además, existen algunos cultivos que favorecen la emisión de gases que pueden tener efectos nocivos. Por ejemplo, los cultivos de arroz generan gases de efecto invernadero debido a que las zonas donde se siembran se inundan constantemente, favoreciendo la descomposición de materia orgánica de la cual se desprende metano, uno de los principales gases invernadero.

Ganadería: muchos alimentos que el hombre consume provienen de las vacas, los cerdos, las ovejas y las cabras. Estos animales necesitan de extensas áreas de pastizales y de tierras en las que se cultivan productos forrajeros (como alfalfa y maíz). En estos últimos se usan sustancias muy contaminantes, como fertilizantes y pesticidas. A su vez, el ganado produce grandes cantidades de orina y excrementos que aumentan la concentración de nutrientes en el suelo, que pueden resultar nocivos para los ecosistemas.


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