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Napoleón disolvió los poderes legislativo y ejecutivo y fue proclamado primero entre los tres cónsules. Luego legitimó su liderazgo con la Constitución de 1799, que centralizaba el poder en el primer cónsul.

Durante el Consulado se reformaron las finanzas, se estabilizó la moneda y se creó el Banco de Francia. Se restablecieron las relaciones con el Papado y se promulgó el Código Civil, base del ordenamiento legal de muchos países en la actualidad.

El poder de Bonaparte (también conocido como el Corso, por haber nacido en la isla de Córcega) se acrecentó cuando se autoproclamó emperador en 1804.

Con el apoyo de la armada de España, Napoleón intentó invadir Inglaterra, pero en 1805 la flota franco-española fue derrotada en la batalla de Trafalgar por el almirante británico Horatio Nelson. Sin embargo, en tierra y en ese mismo año, el emperador francés venció a una coalición formada por el Reino Unido, Austria, Rusia, Suecia y el reino de Nápoles, en Austerlitz.

Luego de triunfar sobre Prusia, Napoleón se repartió Europa oriental con el zar Alejandro I, de Rusia.

Como Portugal no respetó el bloqueo económico impuesto por el Corso a los ingleses, este invadió ese país. Para hacerlo atravesó España, con la autorización de sus soberanos, aprovechando también de apoderarse de esa nación e instalando en el trono a su hermano José, que ya era rey de Nápoles. Pero los españoles, ayudados por los ingleses, se sublevaron en 1808 y con su persistente rebelión desgastaron las tropas enviadas por Bonaparte para controlar la situación.

¿Sabías que?

La monarquía napoleónica fue un verdadero despotismo, ya que no aceptó la oposición, eliminándose las conquistas de la república. También realizó una inmensa obra de reorganización, creando instituciones que aún subsisten.


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