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Durante el Renacimiento, por algún tiempo, Florencia se convirtió en el centro del arte y de la intelectualidad de Europa. Desde la Atenas de Pericles no se juntaba en una misma ciudad un grupo tan numeroso de brillantes artistas.

En la arquitectura, los artistas consideraban toscos los modelos medievales e imitaron los de la cultura clásica. Así, reaparecieron las líneas rectas de los templos griegos, las columnas y las cúpulas. El primero de los grandes arquitectos renacentistas fue Filippo Brunelleschi, quien construyó la gran cúpula en la catedral de Florencia.

La escultura renacentista también se inspiró en las obras de la Antigüedad, y destacó por el modo elegante y natural con el que trabajó el cuerpo humano. Entre los primeros escultores del Renacimiento se contaron los florentinos Lorenzo Ghiberti y Donatello. El primero se hizo famoso al esculpir las puertas de bronce del baptisterio (edificio pequeño donde está la pila bautismal) de Florencia, y el segundo ejecutó las primeras esculturas del Renacimiento.

Sin embargo, de todas las artes plásticas, la que experimentó más desarrollo en la época renacentista fue la pintura. Esto se debió, por una parte, a que como no quedaban obras de la Antigüedad, el genio creador pudo actuar con independencia. Por otra parte, la introducción de nuevas técnicas, como el uso del óleo y el caballete, proporcionaron una mayor facilidad para realizar esta actividad. Por todo ello, los pintores de esta época se destacaron por varias facetas: el perfecto delineado de sus dibujos, el redescubrimiento de la perspectiva, excelencia en la composición y adecuada distribución de las luces y sombras.

Uno de los primeros pintores que reunió varias de las características arriba mencionadas fue Sandro Botticelli, quien se destacó por su naturalismo y extremo cuidado en el dibujo.

Los grandes maestros italianos

Durante el Renacimiento, los artistas dejaron de ser artesanos y fueron acogidos por las clases altas, surgiendo el concepto moderno de artista. Esto es, un creador libre y entregado a la expresión de sus aptitudes personales. Entre los grandes creadores renacentistas se encuentran: Miguel Ángel Buonarroti, Leonardo da Vinci y Rafael Sanzio.

El genio universal

El ideal renacentista de hombre fue el «hombre universal», que encontró su máxima expresión en Leonardo da Vinci (1452-1519), quien no solo fue uno de los grandes pintores de todos los tiempos, sino que también ingeniero, arquitecto, médico, astrónomo, científico, músico y escritor. Nadie fue tan curioso como él; quería aprenderlo todo y lo había estudiado todo.

Así, realizó completas investigaciones sobre anatomía humana, química, botánica, óptica, ingeniería y astronomía. Llenó numerosos cuadernos con notas y dibujos sobre proyectos mecánicos brillantes, muchos de los cuales (como el helicóptero o el tanque) no se hicieron realidad sino hasta el siglo XX.

Sin embargo, la posteridad lo recuerda, particularmente, por su obra pictórica. Uno de los cuadros más famosos del maestro es la Gioconda (Monalisa), que representa el rostro de una mujer florentina cuya expresión enigmática es tan particular que, según el ángulo desde el que se la mire, a veces, parece sonriente y otras se ve triste. Otra de sus grandes creaciones fue la Ultima Cena, pintura mural realizada en el refectorio (comedor) del convento de Santa María, en Milán.

El ángel talentoso

Miguel Ángel (1475-1564) se autodefinía como escultor, pero también fue un eminente pintor, arquitecto, ingeniero, poeta y hombre de ciencia.

En la escultura, una de sus obras más notables fue la Pietá (Piedad), donde la Virgen aparece sosteniendo el cuerpo de Cristo muerto en su regazo. Otra de sus famosas obras es el David, que con sus cinco metros de altura (incluyendo la base) es el mejor himno de admiración a la belleza del hombre.

Su fama artística hizo que, rápidamente, fuera el favorito de los papas, lo que significó no solo un gran reconocimiento sino también adquirir la responsabilidad, que muchas veces lo hacía enfurecer, de recibir un encargo tras otro. Uno de esos pedidos fue hecho por el Papa Julio II y consistió en decorar la bóveda de la Capilla Sixtina, ubicada en el Vaticano, en donde destaca el gran fresco del Juicio Final. Sobre esta obra los expertos dirían: «Dios creó el mundo y Miguel Ángel creó a Dios».

El divino

Rafael Sanzio (1483-1520) fue uno de los maestros de la pintura. Vivió en Roma, donde trabajó para los Papas Julio II y León X. Bajo el papado de Julio II le fue encomendado decorar varias salas del Vaticano, y entre los frescos que realizó en este lugar se encuentra la Escuela de Atenas. El Papa León X lo nombró director de artes en la corte del Vaticano. Famosas son también sus madonas, que a pesar de su monumentalidad reflejan toda su ternura. Entre ellas destaca La Virgen en la Pradera.

En todas sus obras Rafael ejemplificó el espíritu clásico de la belleza y la serenidad. Quizás la dulzura que él y sus obras irradiaban, tan diferentes a la personalidad temperamental de los grandes (Leonardo y Miguel Ángel), además de su capacidad de trabajo, hizo que sus contemporáneos lo llamaran «El Divino».

Renacimiento de exportación

Como era de esperarse, un movimiento cultural de la magnitud del Renacimiento italiano no tardó mucho en difundirse por toda Europa. Si bien en el campo de la arquitectura demoraron en imponerse los nuevos principios, en escultura, pintura y literatura destacaron varios artistas.

En España, el arte renacentista fue más religioso que en el resto de Europa, y su período de mayor apogeo -conocido como el Siglo de Oro Español- se produjo solo a fines del siglo XVI y comienzos del XVII. Entre los pintores hispánicos destacaron el Greco (Entierro del Conde de Orgaz) y Diego Velázquez (Las Meninas). En el campo literario apareció una pléyade de notables escritores, como Lope de Vega (Fuenteovejuna), Miguel de Cervantes (Don Quijote de la Mancha) y Calderón de la Barca (La vida es sueño).

El Renacimiento penetró en Francia gracias a las guerras, que promovieron un estrecho contacto entre italianos y franceses. Entre los grandes escritores franceses destacaron, en estos tiempos: Rabelais (Gargantúa y Pantagruel) y Ronsard (Odas).

Los conflictos que asolaron a Inglaterra a fines del siglo XV dificultaron el desarrollo del Renacimiento en la isla, que solo al término de la centuria siguiente tuvo como representante al notable William Shakespeare, autor de grandes obras de teatro de la literatura universal, entre ellas: El Mercader de Venecia, El Rey Lear, Romeo y Julieta, Hamlet.

¿Sabías que?

Da Vinci trabajó hasta sus últimos días en la Gioconda y jamás se la entregó al cliente que le hizo este encargo, Francisco del Giocondo, cuya esposa, Lisa, es la mujer del retrato.

La nueva ciencia

El afán del hombre por explicar racionalmente todo lo que lo rodeaba permitió el desarrollo de “la nueva ciencia”, de carácter experimental. El máximo representante de esta moderna concepción científica fue el astrónomo Nicolás Copérnico, quien, en 1543, presentó una teoría revolucionaria para su época, el heliocentrismo, en la que afirmaba que la Tierra era parte de un sistema astronómico que giraba en torno al Sol.

También destacaron otros importantes progresos científicos, sobre todo en medicina: el belga Andrés Vesalio logró el desarrollo de la anatomía; el francés Ambrosio Paré hizo progresar la cirugía descubriendo métodos para el tratamiento de las heridas, y el aragonés Miguel de Servet, quien descubrió la circulación pulmonar. Otras figuras importantes del Renacimiento fueron Tomás Moro, autor de Utopía, y el historiador Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe.


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