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Las ciudades mayas, en términos generales, se dividían en dos sectores: uno urbano, en el que se encontraban los residentes del centro ceremonial, la clase dirigente, sacerdotes, artesanos y mercaderes, y otro rural, en el que habitaban los campesinos.

Cada ciudad maya funcionaba como un Estado ordenado jerárquicamente:

– Halach Uinic (Hombre Verdadero): era el soberano absoluto, la máxima autoridad política. Se encargaba de dictar las leyes, administrar justicia y organizaba el comercio. Gobernaba asesorado por el Gran Consejo, integrado por los principales jefes de aldea y sacerdotes. Era divinizado y en muchos casos tenía el cargo de supremo sacerdote. Vivía en un palacio rodeado de sirvientes y esclavos. Músicos, bailarines y una especie de bufones amenizaban sus momentos de esparcimiento. El cargo se traspasaba de padre a hijo. Si este aún era menor de edad, ejercía como regente el hermano del señor difunto.

– Ah cuch caboob: miembros del consejo asesor. Estos siempre estaban acompañados por ayudantes mensajeros, los kuleloob.

– Bataboob: jefes de las aldeas, que cumplían funciones civiles, militares y religiosas. Eran los encargados de mantener los lazos y obligaciones entre los campesinos y el centro ceremonial, especialmente en lo referido al trabajo tributario y el servicio militar. Eran elegidos por el sumo sacerdote de entre los miembros de la nobleza.

– Nacom: suprema autoridad militar, que se elegía cada tres años en relación a sus hazañas militares.

– Tupiles: guardianes, que velaban por el cumplimiento de las leyes.

– Ah holpopoob: jefes de los linajes, que cumplían las órdenes de los Ah cuch caboob.

Los bataboob constituían la nobleza hereditaria o almehenoob. No pagaban impuestos y eran como una corte real. Los funcionarios menores también gozaban de privilegios mientras ejercían sus cargos.

Cada funcionario llevaba implementos distintivos de su cargo: indumentaria, tocado, aros, collares, anillos. Los principales eran transportados en literas cargadas por esclavos, y recibían a la gente común sentados en una especie de trono.

La clase sacerdotal tenía un gran poder, ya que solo ellos conocían el desarrollo de las estaciones y los movimientos de los astros, de gran importancia en la vida económica maya. El sumo sacerdote (Ahuacán) poseía los secretos de la ciencia astronómica, redactaba los códices -libros- y organizaba los templos. Por debajo de él estaban los ahkin, encargados de elaborar los discursos religiosos; los chilán o adivinos, y los ahmén, que eran los hechiceros/curanderos.

Los sacerdotes eran la clase más culta, ya que sabían leer y organizaban el calendario mediante la astronomía y las matemáticas. Además, se dedicaban al estudio de la arquitectura.

Durante el período clásico, los sacerdotes detentaron el poder político, que posteriormente les fue arrebatado por los guerreros. La dignidad de supremo sacerdote tenía carácter hereditario.

Los artesanos y los campesinos constituían la clase inferior, llamada ah chembal uinicoob. Ellos debían trabajar y además pagar tributos a los altos dignatarios civiles y religiosos. Por lo general, los campesinos se encontraban en las selvas, agrupados en pequeñas comunidades. Vivían a bastante distancia del centro de las ciudades, pero cerca de los terrenos de cultivo.

Pese a la distancia, iban periódicamente al centro urbano, donde compraban bienes traídos desde el exterior, que intercambiaban por alimentos y trabajo. En los meses en los que no trabajaban en las labores agrícolas, acudían a ejecutar las tareas encomendadas por los dirigentes. Su trabajo permitió la construcción de pirámides, templos, palacios y otros monumentos que caracterizan a sus centros urbanos.

También asistían a ceremonias religiosas, efectuaban sacrificios personales y recibían la administración de justicia.

En el último nivel estaban los esclavos o pentacoob. Podían ser prisioneros de guerra (destinados a los sacrificios humanos), se compraban en las poblaciones vecinas o eran ladrones y asesinos que adquirían esa condición.

Los funerales

Las personas que se enfermaban eran atendidas por los sacerdotes, quienes empleaban sangrías, oraciones y las propiedades medicinales de algunas plantas. Cuando alguien moría, envolvían su cuerpo en una sábana y le llenaban la boca de maíz, para que no pasara hambre en la otra vida. Las personas del pueblo enterraban a sus muertos en el patio de su casa y les ponían sus objetos personales dentro de la tumba. Los nobles quemaban a los difuntos y guardaban sus cenizas en grandes vasijas. Los muertos eran adorados y respetados como dioses de la familia.

Medicina

La medicina también se preocupó del cuidado de los enfermos, para lo cual combinaban el uso de la ciencia y la magia. Esto, porque consideraban que las enfermedades también podían tener un origen sobrenatural. El médico o hechicero (ahmén) recetaba infusiones, ungüentos, sangrías o productos mágicos.