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En Chile, al igual que toda Latinoamérica, la participación de la mujer en la revolución independentista fue fundamental, un ejemplo fue Paula Jaraquemada, Cornelia Olivares y, sobre todo, Francisca Javiera Carrera, hermana de José Miguel Carrera, el presidente de la Junta Chilena de 1811 a 1814.

Todas fueron perseverantes, consecuentes de los ideales libertarios, tanto en los días de triunfo como en los de derrota transitoria.

En los momentos en que los criollos más moderados se aferraban a la fórmula de gobernar en nombre de Fernando VII, Javiera Carrera repudiaba a la corona en un baile de gala realizado el 18 de septiembre de 1812.

Los hombres siguieron consolidando su régimen de dominación patriarcal, explotando y oprimiendo a las mujeres, pareciendo ignorar que ellas se jugaron de igual a igual en la lucha por la independencia.

Sin embargo, América Latina tiene  la originalidad de haber gestado uno de los primeros hombres de la historia universal preocupado por la condición de la mujer, como lo hemos ya señalado en el capítulo anterior. Simón Rodríguez un venezolano y maestro de Bolívar continuó la ruta abierta por la educación de las mujeres.

participación de la mujer

Escuelas mixtas

Abrió escuelas mixtas en Bolivia, en plena guerra de la Independencia, durante la década de 1820, bajo el gobierno de Sucre. Educaba a todos los que quisieran ser educados, sin distinción de etnia ni de sexo.

José Miguel Carrera, gobernante chileno de 1811 a 1814, también trató de quebrar la postergación cultural impuesto por los españoles en la colonia, promoviendo la instrucción de la mujer.

En un decreto del 21 de agosto de 1812 establecía la necesidad de fundar escuelas para mujeres.

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Paula Jaraquemada, una de las mujeres que refugió a soldados independentistas.

La mujer en la revolución

Se debe destacar que las mujeres aristocráticas se han destacado de sobremanera durante el proceso emancipatorio de nuestro país.

Uno de los denominadores comunes es su alto grado de ilustración, con lo cual, le permitieron participar en instancias de toma de decisiones como los salones de las principales familias aristocráticas en los que se discutían las temáticas del ideario independentista.

Ello fue fundamental, ya que muchas de ellas se dieron a conocer dentro de un ambiente de intelectualidad. Junto a estas líderes, lucharon miles de mestizas, indígenas y negras, de todas las edades y condiciones sociales, cuya tarea no por menos manifiesta fue menos eficaz.

La cooperación de las campesinas e indígenas con los combatientes patriotas, proporcionándoles albergue e información sobre los movimientos de las tropas realistas, fueron acciones serias en favor de la lucha por la independencia.

El arduo trabajo para mantener las cosechas durante la guerra y proporcionar a los hombres, las provisiones que necesitaban los ejércitos libertarios constituyó importantes tareas, omitidas por aquellos investigadores que ven la historia solamente a través de los hombres-héroes.

La labor de la mujer no solamente se redujo a la actividad hogareña, sino que durante las guerras de la Independencia, cuando la mayoría de los hombres peleaba en los frentes de batalla fue la encargada de las actividades  productivas, especialmente en el campo y en la artesanía.


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