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Desde antes del nacimiento del Imperio Romano, las diversas culturas mediterráneas, sabían de la importancia del comercio marítimo, ya que todas debían de suministrar a sus capitales, los recursos básicos para su desarrollo, desde suministros de alimentos hasta minerales valiosos. Estos llegaban desde varias partes del mediterráneo, como por ejemplo el hierro, cobre y estaño desde Inglaterra, oro y plata desde España. También se compraban artículos de lujo, que solo estaban al alcance de los más ricos: se traía seda desde la lejana China, algodón y pimienta desde India, vidrio de Fenicia, marfil y animales salvajes desde África. Además, se importaba aceite de oliva desde España, vino desde Grecia, alfarería desde el norte de África, papiro desde Egipto, y esclavos desde todas partes del imperio.

Incluso hoy conocemos algunos de las principales rutas marítimas, y su duración, siempre que nada afectara su viaje, búscalas en algún mapa del mediterráneo y recorre con ella los viajes de este mundo antiguo, por ejemplo desde Pozzuoli a Alejandría 9 días; desde Alejandría hasta Marsella, 30 días; desde Gades hasta Ostia 7 días y desde la Hispania Citerior hasta Ostia unos 4 días. Recuerda que estos viajes quedaban suspendidos desde mediados de noviembre hasta mediados de marzo, donde los vientos hacían peligrar las embarcaciones y con ellas las vidas y productos que transportaban.

En general los barcos pertenecían a personas específicas que además eran dueños de los muelles. Aunque sólo cubrían unos 60 kilómetros por día, eran barcos suficientemente rápidos, algo necesario debido al peligro que representaban los piratas. Por eso, en ocasiones, el comerciante se veía obligado a contratar protección para salvaguardar su valiosa carga. Según el tamaño podía transportar de 70 a 350 toneladas, es decir de 3.000 a 10.000 ánforas. Los barcos destinados a pasajeros, podían recibir hasta 600 personas.

El término ánfora se designa un contenedor abundantemente utilizado en toda la antigüedad para comercial con productos alimenticios líquidos. Su forma tiene unas características fundamentales, la boca estrecha y dos asas robustas. A pesar de que las ánforas se fabricaron en muchos puntos del Mediterráneo, el proceso seguido para hacerlo no varió demasiado de un sitio a otro, eran elaboradas por partes, y se unían para cocerlas posteriormente. Una vez cocida el ánfora es llenada con aquello para lo que había sido fabricada por ejemplo aceite o vino. La porosidad de la arcilla hacía necesario someter a las ánforas a un proceso de impermeabilización consistente en la impregnación de las paredes internas con resinas vegetales: es el caso de las que iban a contener vino.

Link recomendado.

http://www.tarraconensis.com/rutas/viascomercio.html