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El simple objeto utilitario de la cerámica, que cumple una función necesaria, ha ido transformándose lentamente a través de la historia. Ya no es sólo un elemento útil, también puede llegar a convertirse en una pieza artística.

El barro moldeado y luego cocido, se perfecciona y comienza la selección de gredas, la preparación de pastas arcillosas, la construcción de hornos, la cocción a altas temperaturas, la incorporación de elementos decorativos, etc. El fabricante se convierte en «creador».

En el pasado pre-hispánico, los pueblos de América tenían un nivel de desarrollo social y cultural que se puede apreciar en los testimonios materiales encontrados. El uso de la arcilla en piezas ceremoniales y utensilios domésticos, alcanzó una perfección técnica y estética notable.

El patrimonio dejado por los pueblos indígenas fue evolucionando. Ello, unido a la presencia de España, con toda su carga cultural, ha generado una expresión propia de estos pueblos mestizos que muestran en su arte popular y su artesanía tradicional, el reflejo de lo que fueron y lo que son.

Las técnicas cerámicas se desarrollan actualmente en cinco zonas bien caracterizadas: Pomaire, Talagante (área de Santiago); Quinchamalí (área de Chillán); Florida (área de Concepción), y localidades muy pequeñas de la cultura mapuche.

Pomaire

La cerámica pomairina es la más conocida y destacada. Se distingue por su tonalidad roja y su brillante superficie. Ha sufrido notables cambios, forzados por la demanda del mercado: colores dorados y figuras de cromaticidad negra.

La greda se obtiene mediante la «pella», sustancia de carácter graso que se remoja y se le trabaja hasta que queda una pasta moldeable, a la que se le agrega arena y barro para facilitar la cocción. Modelada la pieza, se le da una mano de «colo», un líquido lechoso que le da el brillo característico a la superficie. La cerámica se cuece en hornos de ladrillo de forma cilíndrica.

Talagante

Ciudad de larga tradición alfarera, Talagante, a 35 Kms. de Santiago-, es la cuna de una cerámica típica, producto de una sola familia, que se ha preocupado de transmitirla de madres a hijas.

Son característica de esta cerámica prolicromada las figuras de tamaño pequeño (20 centímetros), de carácter costumbrista y religioso. En ella , se ha mantenido por años los mismos procedimientos de fabricación.

La única variante que se ha presentado con el tiempo ha sido la pintura que en ella se utiliza , que antiguamente era fabricada por las mismas artesanas y que hoy es del tipo industrial.

Como materias se usan la greda y la arena. Como herramientas, las manos.

Las piezas producidas son obras de carácter escultórico, que reproducen tipos y costumbres populares, de tamaño pequeño y de colores muy vivos. Ejemplos típicos son personajes como el Cuasimodo, la Fonda, la Lavandera.

Quinchamalí

En el pasado, Quinchamalí (VIII Región), fue una reducción de indios pehuenches dedicados a la alfarería. A mediados del siglo XIX se construyó allí un fuerte militar que asentó la obra colonizadora española.

Su producción característica consiste en piezas de greda de color negro brillante con decoración lineal blanca, generalmente de tipo utilitario: fuentes, tazas, jarros, etc., o decorativo: jinetes, chanchos, guitarreras, etc.

Cerámica mapuche

Se ubica geográficamente en zonas de la VIII, IX y X Regiones, en lugares como Gorbea, Roble, Huacho, Puerto Domínguez, Lumaco.

La cerámica mapuche es, en su totalidad, de tipo utilitario de factura tosca y de formas muy simples: fuentes, platos, vasijas, generalmente sin decoración. Sólo en algunos casos, los jarros tienen forma de animales, tales como gallinas, perros, caballos, cerdos y patos.

La greda utilizada en esta zona es de color café-rojizo y tiene pequeños granitos de mica. La técnica utilizada para fabricar las piezas, es más o menos la misma conocida al norte del Biobío, y en ello sólo trabajan las mujeres araucanas, las que recogen la greda en la bases de remansos o esteros donde se acumula el sedimento necesario.

Dejan secar la greda al sol, después de molerla con piedras, la limpian de las impurezas mojándola con agua, luego la amasan y le agregan arena fina.

Más tarde la trabajan, aplanándola y haciendo tiras, aplicando las manos y humedeciendo la pasta, emparejándola y sobándola a la vez.

Posteriormente la dejan secar al sol. Una vez seca, la pulen frotándola con una piedra lisa. A veces, bañan o barnizan el exterior con una capa muy delgada de greda amarilla o negruzca llamada «colo».