Esparta fue originalmente una ciudad aquea del interior, es decir, no costera. En la Era Micénica tuvo mucha importancia, pero luego cayó en un largo período de oscuridad al ser tomada por los dorios. Entre 1100 y 800 a.C. se levantó y llegó a ser la soberana dentro de la región de Laconia.
En esta ciudad, los únicos ciudadanos con derecho eran los dorios conquistadores, que tomaron el nombre de espartanos. Exentos de las tareas agrícolas se dedicaban al gobierno, a la caza y al entrenamiento militar y deportivo. El comercio quedaba a cargo de los periecos, hombres libres pero sin poder político.
La gran mayoría de la población eran los ilotas o esclavos, tratados cruelmente y carentes de derechos. De hecho, una vez al año se les golpeaba en forma brutal sin causa aparente, y cuando se consideraba que habían crecido mucho en cantidad, los asesinaban durante la noche, acto que recibió el nombre de criptia.
En la cúspide del gobierno de Esparta habían dos reyes (diarquía), con funciones militares y religiosas. Pero el poder real estaba en manos de un Senado de 28 ancianos ilustres (todos mayores de 60 años), llamado gerusía.
Esparta era básicamente una ciudad guerrera, siempre lista para combatir. Los niños eran el blanco de la preparación militar, y al nacer, si no eran sanos, se les abandonaba y dejaba morir. A los siete años los separaban de su madre y se les daba crianza en cuarteles, enseñándoles a sobrevivir en medio de la nada y sin alimentos. Al llegar a la edad adulta se convertían en las «murallas de Esparta», ya que la ciudad carecía de fortificaciones
En cuanto a la mujer, podemos decir que su principal misión era dar al Estado hijos sanos y fuertes.
Esparta, luego de la Guerra del Peloponeso, se convirtió en la potencia dominante en Grecia; pero también proyectó un tipo de vida cruel y hostil.