Se cree que la región asiática del Mar Negro era dominada por los troyanos, lo que les permitió obtener mucha riqueza cobrando peaje a cada uno de los comerciantes que por ahí pasaba. A raíz de esto, los aqueos decidieron apoderarse de este lugar y atacaron Troya con un gran ejército liderado por Agamenón, rey de Micenas. Finalmente, y después de diez años, Troya quedó totalmente destruida.
Según la versión poética de Homero, la guerra de Troya estalló cuando el príncipe troyano Paris se llevó a su tierra a Helena, la esposa del rey Menelao, hermano de Agamenón. Troya dominaba el estrecho de los Dardanelos, que comunica el Mediterráneo con el Mar Negro, y además las costas del Asia Menor, lo que la hacía gozar de un monopolio comercial. Cada vez más, el mundo micénico se abría al comercio, por lo que Troya era un obstáculo para los micénicos que, ante tan poderosos argumentos comerciales, se unieron bajo el mando de Agamenón para destruir Troya. Pero al margen de esto, Menelao, para vengarse de Paris y recuperar a su mujer, formó un poderoso ejército al mando de su hermano, que terminó por dejar solo ruinas de esta antigua ciudad.
Según la mitología, los griegos vencieron gracias a un ingenioso truco: construyeron un gran caballo de madera y lo dejaron en las afueras de la ciudad. La curiosidad de los troyanos hizo que el caballo fuera arrastrado al interior de Troya, pensando que el ejército griego se había retirado. Pero lo que no sabían era que dentro del caballo estaban escondidos los soldados griegos, quienes saltaron desde el interior atacando a todos los troyanos y destruyendo totalmente la ciudad de Troya.