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Víctor Lorenzo Joaquín Edwards Bello nació en Valparaíso el 10 de mayo de 1887. Fue hijo de Joaquín Edwards Gárriga -de familia acaudalada y activa en la banca, el comercio y la política- y Ana Luisa Bello Rozas. Descendía de Andrés Bello y de Juan Martínez de Rozas. Inició sus estudios en el Colegio Mac Kay de su ciudad natal, para proseguirlos en el Liceo Eduardo de la Barra, también en Valparaíso. En el liceo, dio sus primeros pasos en el mundo del periodismo, editando el periódico La Juventud. Antes de concluir su bachillerato, abandonó el liceo por decisión propia, ya seguro de su vocación literaria. Partió a Europa impulsado por su familia, que creyó oportuno propiciar su acceso a la carrera diplomática. En el viejo continente acompañó a su padre, aquejado de una grave enfermedad que requería tratamientos especializados. Quedó huérfano en París, pero aprovechó el momento para ampliar su cultura universal, en contacto con las principales capitales del Viejo Mundo.

Una vida de aventuras

El terremoto de Valparaíso de 1905 y el fallecimiento de su madre lo trajeron de regreso a Santiago, donde prosiguió con su actividad literaria. Un nuevo viaje -a Brasil y Madrid- dio inicio a una vida llena de aventuras y no exenta de un cierto halo de leyenda, donde se conjugaron la bohemia y la galantería, la rebeldía y el escándalo, como respuesta de los círculos más tradicionales de la sociedad. En ellos conoció a su futura esposa, Ángeles Dupuy Ruiz, de quien enviudó algunos años después.

Crítico feroz y despiadado de la sociedad chilena

Edwards Bello causó cierto revuelo en el ambiente santiaguino en 1919 con la publicación de su primera novela: El Inútil. De carácter semiautobiográfico, en ella relató la vida cada vez más degradada de Eduardo, un chileno radicado en París. A esta obra le siguieron otras cuatro publicaciones, hasta la aparición en 1927 de El Roto, que supuso un nuevo escándalo por contener una cruda presentación del hampa y los prostíbulos de Santiago. Estas obras marcaron lo que sería su estilo inconfundible: una ambientación siempre urbana, ya fuera en Santiago, Valparaíso o París, sumada a cierto grado de protesta y crítica a la sociedad chilena, por sus vicios e injusticias sociales. Edwards Bello fue un áspero e insobornable testigo de su tiempo y su sociedad, un crítico feroz y despiadado. Según Gabriela Mistral, «hijo más reprendedor de su patria no le nació a nuestro Chile».

Paso fugaz por la política

La candidatura de Arturo Alessandri Palma a la presidencia de la República fue la ocasión para que Edwards Bello se acercara a la política contingente, desempeñándose como un activo partidario del futuro Presidente. En las siguientes elecciones, sostuvo al candidato Eliodoro Yáñez. Finalmente, en 1925 entró a la actividad diplomática, siendo designado secretario de la delegación chilena a la Liga de las Naciones, institución precursora de las Naciones Unidas, en Ginebra.

Cronista incansable

Luego de sus primeras colaboraciones en medios escritos de amplia circulación, como Pluma y Pincel, y simultáneamente a sus primeras novelas, Joaquín Edwards Bello comenzó a publicar artículos en el diario La Nación, fundado en 1917 por su amigo Eliodoro Yañez. Tras su larga estadía en Europa, se convirtió en corresponsal de guerra, escribiendo sus crónicas desde 1923 a 1946, lapso durante el que cubrió tanto la Guerra Civil Española como la Segunda Guerra Mundial.

Activo intelectual

A su regreso de Ginebra se le encomendó la sección Los Jueves de La Nación. Sus columnas, esperadas y aplaudidas por el público chileno, fueron principalmente crónicas con una base histórica informativa, donde mezclaba la descripción de ambientes, con recuerdos de sus viajes y experiencias, y el particular espíritu crítico que lo caracterizaba. En este período se casó, en segundas nupcias, con Marta Albornoz Díaz, y vivió compartiendo su tiempo entre su familia, una activa vida social y literaria y el diario.

Valparaíso, su revitalización

Escritor cosmopolita, Edwards Bello conservó siempre su apego al puerto donde nació, siendo inspiración para numerosos de sus escritos. Valparaíso, la Ciudad del Viento es una de sus más conocidas novelas, y fue publicada en versión inicial en 1931, aunque apareció más tarde con el título de En el Viejo Almendral y en 1955 con el de Valparaíso, Fantasmas. El puerto fue también materia predilecta de sus crónicas, y según el mismo confesaría, requería cada cierto tiempo volver en tren hasta el mar para revitalizarse y rescatar los pasos perdidos de su infancia.

Nuevos rumbos literarios y un merecido reconocimiento

El estilo eminentemente naturalista de Edwards Bello fue sustituido en la década del 30 por una creciente influencia de los movimientos de vanguardia literaria. Esto quedó plasmado en creaciones como Criollos en París de 1933, considerada por algunos su obra maestra y cuyo éxito fue tal, que debió ser editado tres veces en un mismo año. Su polifacética pluma le valió la obtención en 1943 del Premio Nacional de Literatura y en 1959, el Premio Nacional de Periodismo. Fue designado Hijo Ilustre de Valparaíso y nominado como miembro de número de la Academia de la Lengua.

Su suicidio: «…digan que fue así»

Luego de una larga y sufrida enfermedad, que dejó sus piernas y cara paralíticas, Joaquín Edwards Bello se quitó la vida a los 82 años el 19 de febrero de 1968. Uno de sus amigos recuerda haberle oído decir: «Si alguna vez me suicido, digan que fue así. Si no van a correr el mito, en este país de mitómanos, de que me asesinaron». Se cerró así una larga y destacada trayectoria de un hombre en las letras chilenas, que ha sido prolongada gracias a sucesivas ediciones de sus crónicas realizadas por Alfonso Calderón.


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