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INDICE

De noble cuna, Hernando de Magallanes nació en la ciudad de Sabrosa, con el nombre de Fernao de Magalhaes, ya que vino al mundo en las cercanías de Oporto -Portugal, hacia 1480. Su padre fue Ruy de Magallanes, quien por su nobleza pudo obtener para su hijo calidad de paje de la Reina Leonor, viuda de Juan II de Portugal.

Su madre fue Beatriz de Barbosa. Con 25 años integró la flota de Francisco de Almeida, virrey de la India Portuguesa, junto a otros 1.500 hombres enviados con el propósito de ganar sitios estratégicos para Portugal en la ruta hacia la India. Transformado en un avezado marino, tomó parte en varias batallas que sostenían los portugueses contra los turcos, aunque en las Molucas (Indonesia, también conocida en la época como la isla de las Especias) sufrió una herida que lo dejó cojo. En esta expedición inició su carrera de navegante, ganando experiencia y prestigio. A los 30 años y ya ascendido a capitán, fue acusado de haber comerciado con el enemigo cuando combatía en el norte de África. Mientras su caso era investigado, regresó a la corte del rey Manuel I.

En 1509 viajo a Malaca -actual Singapur- bajo las órdenes de López de Sequeira, quien comandaba una expedición que debía reconocer esa importante plaza del Lejano Oriente. Durante 7 años Magallanes navegó y luchó en fieras contiendas, donde más de una vez resultó herido.

En 1512 retornó a Portugal y no tardó en iniciar una nueva travesía. Habiéndose trasladado a Marruecos, se unió ahora a la tripulación de 13 mil hombres que, al mando de Jaime, duque de Braganza, sobrino del Rey de Portugal, tenía por objetivo la derrota de los piratas moros.

La expansión europea

Portugal inició la expansión europea a partir del siglo XV ante la necesidad de conocer nuevas tierras y buscar otras rutas hacia Asia. De Cipango -actual Japón-, Catay -China-, India y las islas Malayas, Europa se abastecía de finas telas, sedas, perlas, porcelanas, tapices, perfumes y, principalmente, las especias: canela, clavo de olor, nuez moscada, jengibre y pimienta.

Así, explorando la costa occidental de África, los portugueses hicieron importantes descubrimientos en el Atlántico, de los cuales uno de los más trascendentales fue la hazaña de Bartolomé Díaz, quien dobló el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, dejando abierta la ruta hacia la India.

El proyecto de llegar a las Molucas

A los 35 años de edad, Hernando de Magallanes ya era un marino experimentado, aunque no había obtenido el reconocimiento del Rey de Portugal. La amistad que cultivó con el cosmógrafo Ruy Faleiro lo llevó a interesarse en el tema de la esfericidad de la tierra y en el del descubrimiento de un paso hacia India por occidente, asunto al que se abocó con todos sus conocimientos.

Hubo dos razones que lo impulsaron a estudiar la posibilidad de navegar hacia Las Molucas -ubicadas más allá de Las Indias, es decir, América-: las noticias que sobre dichas islas le diera su amigo Francisco Serrano y el hecho de que estas eran objeto de gran interés por la riqueza de sus productos, en especial las especias. Su idea era navegar hacia ese lugar siguiendo la ruta del oeste, pero para ello había que encontrar un paso hacia el océano que posteriormente él llamaría Pacífico, el mismo Mar del Sur que había descubierto Vasco Núñez de Balboa en 1513.

Primero presentó su proyecto al Rey don Manuel de Portugal, quien no acogió su idea, ante lo cual renunció a su ciudadanía y decidió concretar su sueño fuera de su patria. Fue así como dejó Portugal, con la esperanza de ser ayudado por la monarquía española.

Convenciendo al Rey

Encontrándose las islas Molucas en la zona española que se había fijado en el Tratado de Tordesillas (1494), para concretar su plan Hernando de Magallanes debía contar con la autorización del Rey de España; sin embargo, esto no sería fácil. Luego de presentar su iniciativa a la Casa de Contratación (1517), esta la rechazó y sólo al año siguiente el marino portugués logró entrevistarse con el entonces joven Carlos I.

Los argumentos para convencer al Rey fueron la posibilidad de llegar a las islas de la especiería por una ruta más corta, y la certeza de que ellas estaban en territorio español. El 22 de marzo de 1518 se firmó la correspondiente Capitulación, en la que el monarca se comprometió a entregar 5 naves con 265 tripulantes y víveres para dos años. Magallanes recibió el mando de la expedición con el título de Adelantado y Gobernador de las tierras que descubriera, y con derecho a parte de los productos y a un sueldo para sus gastos personales.

Apoyado en sus estudios y en los de su amigo Rui Faleiro, astrólogo y matemático, Magallanes estaba seguro de que existía un paso en el extremo sur de Sudamérica que comunicaba el Atlántico con Asia. Sin embargo, como tal idea no era apoyada por el monarca portugués, Magallanes se dirigió al rey de España, Carlos I, quien aprobó el proyecto.

El 20 de septiembre de 1519, cinco carabelas y 250 marineros partieron de Sevilla bajo el mando de Magallanes, que se había nacionalizado español. El navegante no dejaba atrás solo a España, sino que también a su esposa, Beatriz Barbosa, y a su hijo Rodrigo.

Demoró 18 meses en armar su expedición. Intrigas y quejas del gobierno portugués se interpusieron en su empresa hasta que, finalmente zarpó del puerto de San Lúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Su ruta pasaba por las Islas Canarias, Río de Janeiro, Río de la Plata -a donde llegó el 10 de enero de 1520-, y desde ahí hacia el sur, por la costa de la actual República Argentina. La navegación costera lo puso en contacto con los aborígenes australes.

Altos y envueltos en pieles, estos parecían más grandes de lo común. Sus enormes huellas llevaron a los españoles a llamarlos patagones, de ahí el nombre de Patagonia que se dio a esa región austral. La travesía de Magallanes estuvo repleta de problemas: motines, racionamiento, pérdida de embarcaciones y el miedo de la tripulación que estaba convencida de la inutilidad del proyecto. Todas estas dificultades fueron superadas por el capitán, quien actuó con energía e incluso por la fuerza.

Descubrimiento del estrecho

Luego de permanecer dos semanas en Brasil, al que llegaron luego de navegar dos meses en el océano Atlántico y aprovisionarse de alimentos y agua, siguieron hacia el sur buscando el ansiado paso. Como el invierno arreciaba, esperó la primavera en el Puerto San Julián, ubicado en la Patagonia argentina, donde tuvo que racionar los alimentos, resistir un crudo invierno y controlar un motín en tres de sus naves.

Una de sus carabelas naufragó en una tormenta. Sin embargo, la tenacidad del navegante fue recompensada el 21 de octubre de 1520, al descubrir el paso que hoy es conocido como Estrecho de Magallanes, aunque él lo llamó de Todos los Santos.

Sin embargo, mientras lo cruzaba, sufrió la deserción de una de sus naves: la San Antonio.Así descubrió la boca oriental del paso.

El l1° de noviembre de 1520 las naves de Magallanes entraron al estrecho, que, por la fiesta religiosa que ese día se celebraba, recibió el nombre de Estrecho de Todos los Santos. Se inició así un lento avance buscando una ruta que condujera hacia el Océano Pacífico. Las observaciones de Magallanes le permitieron concluir que estaba en el extremo del continente americano y que Tierra del Fuego, llamada así debido a las fogatas encendidas por los indígenas, era una gran isla. La búsqueda de la salida oeste se prolongó hasta el 27 de noviembre, cuando las tres naves que quedaban entraron finalmente al Pacífico.

La expedición de Magallanes llegó a mar abierto, al que denominaron Pacífico. Por él siguieron navegando hacia el oeste durante 10.000 km, en una travesía en la cual murieron más de veinte hombres, por el hambre y el escorbuto. De esta manera, Magallanes había encontrado la tan buscada ruta hacia las islas de las especias y también había descubierto el extremo sur de Chile.

En marcha hacia occidente: miseria y desventura

De acuerdo a los cálculos que realizó antes del viaje, Magallanes consideraba que la llegada a Las Molucas sería cosa de algunas semanas, pero el tiempo diría lo contrario. Había que navegar prácticamente la mitad del globo terráqueo, en lo que demoró 100 días soportando las condiciones más extremas. Así relató el cronista de la expedición, Antonio Pigafetta: «…La galleta que comíamos, ya no era pan, sino polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda sus sustancia. Tenía, además, una fetidez insoportable por estar impregnada de orines de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda.Nos vimos obligados, para no morirnos de hambre, a comer los pedazos de cuero de buey con que estaba forrada la gran verga para impedir que la madera gastase las cuerdas… Muchas veces nos vimos reducidos a alimentarnos con aserrín de madera; y las ratas mismas, tan repugnantes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una… Esto no era todo. Nuestra mayor desgracia consistía en vernos atacados por una especie de enfermedad con la cual se hinchaban las mandíbulas hasta ocultar los dientes de ambas mandíbulas…»

Las Filipinas, fatal descubrimiento

La ruta fijada por Magallanes no coincidía con muchas islas donde obtener alimento; las únicas dos que encontró eran muy pobres, casi desiertas de frutos y animales, por lo que las bautizó como Islas Desventuradas. Continuando la travesía, el 6 de marzo de 1521, se encontró con las islas que luego bautizó con el nombre de Los Ladrones, actual Archipiélago de las Marianas, donde encontró alimento.Magallanes prosiguió hacia Leyte y Cebú, donde obtuvo del rey su conversión al cristianismo y el vasallaje a la Corona española. El interminable viaje lo hizo descubrir otro inmenso archipiélago, el de las Filipinas, densamente poblado por aborígenes y rico en oro y especies. La decisión de desembarcar en estas tierras, le costaría la vida. La tripulación arribó a la isla Mactan, donde al momento de descender fue atacada por un gran número de indígenas. El capitán quedó herido de una pedrada y uno de los naturales se aprovechó de ello para asestarle un violento lanzazo, debido a lo cual falleció en Mactan, el 27 de abril de 1521. Fue entonces que asumió como capitán el vasco Juan Sebastián Elcano. Sin embargo, los 110 sobrevivientes eran escasos para navegar las tres carabelas que quedaban, debido a lo cual incendiaron la Concepción, y se dirigieron hacia las Molucas.

La primera vuelta al mundo

Muerto Magallanes, la expedición continuó bajo el mando del piloto Sebastián Elcano, quien tuvo la suerte de llegar finalmente a Las Molucas, tierras de especies, riquezas, bosques y exóticos animales. Permaneció allí algún tiempo y tras meses de navegación, Elcano y sus hombre recalaron en el puerto de San Lúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 en la única nave sobreviviente, la Victoria, en una destartalada carabela, pero con un valioso cargamento de especias.

La tripulación la componían sólo 17 hombres, los que pudieron relatar los pormenores de la primera vuelta al mundo, una verdadera hazaña en esos tiempos. Elcano recibió grandes honores por su labor. Arribaron al puerto de Sevilla, España el 8 de septiembre de 1522. A su regreso, recalcaron la redondez de la Tierra y la existencia de un paso entre el Atlántico y Asia había sido demostrada. El aporte de Magallanes al conocimiento geográfico de su época fue inapreciable. Se había logrado comprobar en la práctica que la tierra tenía forma esférica y que estaba abierta para ser recorrida. Si bien no llegó personalmente a Las Molucas, esto no aminoró su hazaña, reconocida contemporáneamente.

En la historia de Chile, Magallanes ocupa un lugar privilegiado, ya que fue el primer descubridor de estas tierras y el primer explorador de sus costas. Luego de recoger una valiosa carga de especias, las dos naves restantes se separaron para evitar ser capturadas por los portugueses. La Trinidad se dirigió a Panamá, pero naufragó y los sobrevivientes fueron arrestados por los lusitanos. Entretanto, la Victoria, en la que se encontraba Elcano, siguió la travesía por el océano Índico, bordeando el continente africano.

Tierra del Fuego

Mientras Magallanes y su tripulación cruzaban el estrecho que tan trabajosamente habían descubierto, pudieron apreciar, curiosos, desde sus barcos numerosas luminosidades, que se distinguían en las costas ubicadas a un lado del paso y que no eran otra cosa que las fogatas que mantenían encendidas de día y de noche los antiguos habitantes de esa zona: los onas o selknam, alacalufes o kaweshkar y yaganes. Los marinos bautizaron entonces como Tierra del Fuego esa área, nombre que ha permanecido hasta nuestros tiempos.


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