Había una vez, un perro y una coneja. Él se llamaba Lukas y ella Violeta. Los animales vivían en la casa de los Ferrada y eran muy amigos, siempre jugaban juntos.
Un mal día, la conejita se murió por culpa de una planta venenosa. La dueña, Nicole, se puso muy triste, ya que ella quería mucho a su coneja. Luego, compraron otro conejo y le pusieron por nombre Tambor; era muy pequeño, tímido, muy simpático y chistoso.
A Lukas le costó acostumbrarse a estar con él, pero al final se acostumbró. Ellos también fueron buenos amigos, compartían todos sus juguetes. Los animales se mimetizaron tanto, que cuando la dueña abría la puerta del patio, los dos salían corriendo hacia ella.
Los dueños se fueron de vacaciones a San Martín de los Andes (Argentina), ellos se quedaron solos. En una noche muy fría, ocurrió algo: una rata enorme se acercó a Tambor y Lukas le dijo: «¡Cuidado Tambor, mira detrás de ti!»… y Tambor se dio vuelta y gritó: «¡Aaaaaahhhhh!…. Lukas, ¡ayúdame!»… Y el perro le puso una pata encima a la rata, ésta se quedó quieta y luego se fue.
Y así termina esta historia. El acto heróico de Lukas todavía está impreso en los corazones de la familia Ferrada.