El día 23 de enero de 2006, en pleno verano, Pablito cumplió 13 años. Lo que lo hizo más travieso de lo normal y mucho más aventurero.
Ese día, Carmelita le regalo un peluche que ella quería mucho, pero Pablito no se lo recibió porque lo encontraba muy feo y chico. Ella se puso muy triste y se enojó con Pablito.
La razón de todo esto es que el único regalo que él quería era conocer el pueblo de Illapel, ya que antes de salir de vacaciones de verano, su compañero José lo molestó mucho porque no lo conocía y él sí.
Los padres de Pablito le dijeron que no podían ir por su trabajo, pero más adelante sí podrían ir. Ese mismo día por la noche, Pablito estaba muy arrepentido por lo que le había dicho a Carmelita, por lo que la invitó a una fascinante aventura para que lo disculpara, y ella acepto.
La aventura era que con los ahorros que tenía, comprarían dos pasajes y se irían a Illapel.
Al día siguiente se levantaron a las 6 de la mañana, para irse cuando sus padres aún estuvieran dormidos. Les escribieron una nota que decía: «papá y mamá, no se preocupen, yo y mi hermana estaremos bien, no nos faltará nada, volveremos pasado mañana, ah!, casi se me olvida, me llevé la cámara fotográfica para traerles fotos. ADIÓS, LOS QUIERO».
El papá se levantó a las 8 de la mañana. Al leer el papel, casi se desmayó. A esa hora, Pablito y su hermana ya casi iban llegando al terminal de buses de Illapel.
Al llegar, Pablito estaba feliz de ver todas las casas y cerros de Illapel. Caminaron hasta encontrar un alojamiento que se llamaba «Don José», pero Pablito no quiso entrar por que el lugar se llamaba igual que el compañero que lo molestó.
Después, encontraron otro hospedaje que se llamaba «Sol y lluvia». Su dueña se llamaba Sofía. Era muy simpática y tan amable que los alojó gratis.
Entraron, dejaron los bolsos en su pieza y se fueron a tomar un bus que los llevaría a la playa de Los Vilos. Se demoraron 30 minutos en llegar a la playa. Lo único que hicieron fue bañarse en el mar.
Cuando se oscureció un poco, salieron del agua e iban a tomar una micro, cuando se dieron cuenta que no tenían dinero. El conductor no los dejó subir gratis.
Se tuvieron que quedar toda la noche en la playa hasta el otro día. Cuando hubiera luz podrían irse caminando o ver si algún conductor los quería llevar gratis.
Pablito se subió a tres micros, pero en ninguna lo dejaron subir gratis. Entonces, se le ocurrió una gran idea para juntar dinero: ser una estatua viviente. Pablito le dijo a Carmelita que ella lo mirara y que no se asustara si se quedaba quieto como estatua, por que eso iba a hacer para juntar dinero.
Les dieron las cuatro de la tarde y vieron cuánto dinero habían juntado. Pablito se sintió muy feliz ya que habían juntado 1.050 pesos, que les alcanzaban para pagar los 2 pasajes en micro.
Cuando llegaron al alojamiento, la señora Sofía los retó mucho y Carmelita se puso a llorar. Después, Carmelita le dijo a Pablito que quería volver a su casa con sus padres. Éste le dijo que al día siguiente fueran a la playa de Los Vilos para juntar dinero y comprar los pasajes para volver a la casa.
Al día siguiente, fueron a Los Vilos con la cámara fotográfica, y Pablito empezó a trabajar de estatua viviente en la playa. Pasó una hora y juntaron 7.500 pesos.
Se fueron a almorzar, después compraron un recuerdo para sus padres y empezaron a fotografiar el mar, luego se bañaron en la playa.
Cuando eran las cuatro de la tarde, Pablito le dijo a su hermana que se tenían que ir al alojamiento, Carmelita se puso triste y contenta, triste porque se tenían que ir y contenta porque se iba a encontrar con sus padres.
Pablito y su hermana se subieron al bus, y mientras se iban alejando del mar, Pablito decía: adiós mar de Los Vilos.
Al llegar al alojamiento de Illapel, empezaron a sacarle fotos a los cerros y a las casas, después fueron a empacar las maletas y le agradecieron a la señora Sofía por haberlos alojado gratis. El próximo verano pensaban volver, pero con sus padres. La señora Sofía les deseo buena suerte y les dijo que se cuidaran mucho.
Al rato después, se fueron al terminal de buses, compraron los boletos y se subieron al bus. Durante el trayecto, Pablito y Carmelita se quedaron dormidos y soñaron lo mismo, con sus padres, llegaban a la casa y abrazaban a sus padres. Pasaron cuatro horas y llegaron al terminal.
Se bajaron del bus y fueron a tomar un taxi. Estuvieron media hora esperando hasta que les paró uno, y afortunadamente era su tío Miguel, el taxista. Le contaron todo lo que les pasó hasta que llegaron a la casa.
El papá y la mamá estaban justo en la calle preguntando si habían visto a Pablito y a su hermana menor. Los niños se bajaron corriendo del auto a abrazar a sus padres. Estos llorando les dijeron que los amaban mucho.
Finalmente, el padre los invitó a que fueran al cine y a sacar las fotos de la cámara, para que Carmelita y Pablito tuvieran muchos recuerdos de su gran aventura en Illapel.
Por: Matías Pinochet