Había una vez, una niña que se llamaba Javiera. Cuando cumplió los cuatro años, pasó algo terrible: sus padres se separaron.
Un día, la niña preguntó: «mami, ¿dónde esta mi papá?», ya que ella no se acordaba de su padre. La mamá le dijo: «está trabajando hijita».
Al día siguiente, la niña volvió a preguntar «¿dónde está mi papá?», y la mamá le contestó: «está trabajando, pero salió muy temprano, por eso no lo viste». A lo que la niña respondió: «pucha no se vale, yo lo quería ver».
La mamá no aguantó más y llamó al papá de la niña. Le dijo: «sabes, necesito que vengas a ver a tu hija, la Javita, ¿te acuerdas de ella, cierto?». El papá contestó: «sí, por supuesto que me acuerdo de ella, ¿cómo la voy a olvidar?. Ya!, mañana la voy a ir a ver».
La mamá le dijo a la niña: «mañana tu papá va a estar todo el día contigo».
Y al otro día, llamó el papá y le dijo a la mamá que ya estaba en camino, que iba a llegar muy luego. La niña, que estaba despierta desde muy temprano le preguntaba a la mamá: «¿cuándo va a llegar mi papito?». Y la mamá le contestaba que ya estaba por llegar.
La niña impaciente dijo: «¡ahí viene!». Hasta que el papá llegó y le dijo a la mamá, «¡que grande está!».
Entonces, la mamá le explicó: «te llamé por dos cosas, porque la niña pregunta por ti todos los días y porque quiero darte otra oportunidad conmigo».
El papá de la niña le dijo: «¿en serio?, ¿no me estás mintiendo?». Y la mamá le respondió: «no, no te estoy mintiendo, es verdad». A lo que el papá respondió «pues, si no estás mintiendo, te digo que sí».
Tiempo después, cuando la niña ya estaba grande, la mamá le dijo que estaba esperando un bebé, que sería su hermanito. Y así vivieron felices los tres, que con el tiempo fueron cuatro.
Por: Javiera Torterolo
Muere Albert Einstein