Mónica vivía en un pequeño pueblo, ella era de carácter jovial, muy alegre. Su deficiencia física era conocida por todos en el pueblo, pero era querida por todo el mundo. Por donde quiera que fuera, su creatividad, sus palabras y su actitud generaban en quien la escuchaba, nuevas motivaciones para seguir viviendo.
Un día, Mónica fue a comprar a un negocio cerca de su casa, y en el momento que elegía las frutas que la mamá, llamada Ana, la envió a comprar, apareció un hombre, quien le dijo que si ella lo acompañaba, la iba a hacer muy exitosa.
Mónica fue con aquel hombre extraño, llamado Humberto Andrés, y este pidió un taxi. Se fueron a una casa cerca del negocio, se bajaron y entraron.
Después de interrogarla, aquel extraño encontró el defecto de Mónica: tenía un pequeño grano infeccioso en su espalda.
El hombre la sacó del pueblo en donde ella vivía y se fueron a una clínica. Entró a pabellón y luego de la operación… ¡desapareció el pequeño grano!
Al final, Humberto y Mónica se casaron y fueron muy felices para siempre.