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La sonata

La sonata (del italiano suonare = sonar) es una composición musical creada para uno o más instrumentos, que consta de varios tiempos.

En la sonata cada tiempo se compone de tres secciones conocidas como exposición, desarrollo y recapitulación.

El término sonata se aplica en distintos sentidos. Uno de ellos se refiere a la estructura musical de los primeros movimientos de las sonatas y de los géneros relacionados con ella en los siglos XVIII y XIX. Pero también desde mediados del siglo XVIII, la sonata se ha utilizado para denominar las obras de tres o cuatro movimientos para uno o dos instrumentos, como sucede en las sonatas para piano (solista), o con la sonata para violín (para violín con un instrumento de teclado). Se suelen usar términos distintos al de sonata en obras que presentan la misma disposición pero que están compuestas para otras combinaciones instrumentales; por ejemplo, la sonata para orquesta se llama «sinfonía», la sonata con un instrumento solista se llama «concierto», y la sonata para un cuarteto de cuerdas se denomina «cuarteto de cuerdas».

En los siglos XVI y XVII el término sonata se aplicaba para distinguir una pieza sonora instrumental de una composición vocal, por lo que el término no implicaba entonces una forma o estilo de composición específico. La forma y el estilo se desarrollaron en Italia a finales del siglo XVI y principios del XVII, al cultivarse por  primera vez la música instrumental a gran escala.

Hacia el siglo XVII emergieron dos categorías: la «sonata da chiesa», o «sonata de iglesia», una obra seria con cuatro movimientos; y la «sonata da camera», o «sonata de cámara», una serie de movimientos cortos con origen en la danza.

A mediados del siglo XVIII el término sonata comenzó a utilizarse únicamente cuando el medio interpretativo era un instrumento de teclado solista o algún otro instrumento solo acompañado por un teclado. La sonata clásica queda ilustrada con las obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Joseph Haydn y Ludwig van Beethoven, los grandes maestros del clasicismo vienés.

Durante el siglo XIX, la tradición de la sonata clásica se mantuvo en manos de compositores austriacos y alemanes del romanticismo como Franz Schubert, Robert Schumann y Johannes Brahms. Sin embargo, muchos compositores, entre ellos el pianista polaco Fréderic Chopin, tenían más facilidad para las piezas cortas que para las obras de mayores dimensiones. Otros, como el pianista húngaro Franz Liszt, no tomaron en consideración gran parte del esquema tradicional.

La sinfonía

La sinfonía (del griego syn = juntos; y phone = sonido) es una composición orquestal que suele constar de cuatro secciones contrastantes llamadas movimientos y, en algunas ocasiones, tiempos. La denominación se aplicó por primera vez en el siglo XVI a los interludios (composición breve que sirve como introducción o intermedio) instrumentales de formas como la cantata, la ópera y el oratorio. Un ejemplo notable es la «Sinfonía pastoral del oratorio El Mesías» (1742), de Georg Friedrich Haendel.

En el siglo XVIII la sinfonía adopta el uso de cuatro tiempos, siguiendo el esquema general de la sonata.

Aun cuando las principales formas musicales del período clásico-romántico musical están determinadas por la sonata y la sinfonía, también se desarrollaron otras de gran trascendencia, como la cantata, la ópera y el concierto.

La cantata es una composición vocal con acompañamiento instrumental. Tuvo su origen a principios del siglo XVII, de forma simultánea a la ópera y al oratorio. Entre los compositores italianos que escribieron estas obras se incluyen Giulio Caccini, Claudio Monteverdi y Jacopo Peri. Hacia finales del siglo XVII, la cantata da camera se convirtió en una composición para dos o tres voces. Compuesta especialmente para las iglesias, esta forma se conocía como cantata da chiesa (cantata de iglesia). Sus máximos exponentes italianos fueron Giacomo Carissimi, verdadero creador del oratorio, y Alessandro Scarlatti. En Alemania, durante este período, la cantata da chiesa se encuentra representada por Heinrich Schütz, Georg Philipp Telemann, Dietrich Buxtehude y Johann Sebastian Bach entre otros compositores.

La ópera es un drama en el cual se canta todo o parte del diálogo y que contiene oberturas, interludios y acompañamientos instrumentales. Existen varios géneros teatrales estrechamente relacionados con la ópera, como el musical y la opereta.

Varios compositores intentaron, a mediados del siglo XVIII, cambiar las prácticas operísticas. El compositor más importante de esta época fue el alemán Christoph Willibald Gluck. Uno de los factores que contribuyeron a la reforma de las prácticas operísticas durante el siglo XVIII fue el crecimiento de la ópera cómica, que recibía varios nombres. En Inglaterra se llamaba ballad opera, en Francia ópera comique, en Alemania singspiel y en Italia opera buffa. Todas estas variaciones tenían un estilo más ligero que la opera seria italiana. Algunos diálogos se recitaban en lugar de cantarse y los argumentos solían tratar de gentes y lugares comunes, en lugar de personajes mitológicos. Estas características pueden verse claramente en la obra del primer maestro italiano de la ópera cómica, Giovanni Battista Pergolesi. Dado que las óperas cómicas ponían más énfasis en la naturalidad que en el talento escénico, ofrecieron la oportunidad a los compositores de óperas serias de dar más realismo a sus composiciones.

El músico que transformó la opera buffa italiana en un arte serio fue Wolfgang Amadeus Mozart, quien escribió su primera ópera, «La finta semplice» (1768), a los 12 años. Sus tres obras maestras en lengua italiana, «Las bodas de Fígaro» (1786), «Don Giovanni» (1787) y «Cosí fan tutte» (1790), muestran la genialidad de su caracterización musical. En Don Giovanni creó uno de los primeros grandes papeles románticos. Los singspiels de Mozart en alemán abarcaron desde el cómico «El rapto del serrallo» (1782), a la obra de inspiración masónica llamada «La flauta mágica» (1791).

Hasta la Revolución Francesa dominan el panorama escénico de Europa dos escuelas: la italiana y la francesa. En esta época destacan las obras de Gioacchino Rossini, como «Guillermo Tell», «Semíramis» y, especialmente, con «El Barbero de Sevilla».

Durante la segunda mitad del siglo XIX la hegemonía operística se traslada a dos personajes centrales: Giuseppe Verdi y Richard Wagner.

Verdi dio un gran sentido a la palabra en su música, y dejó un considerable legado con sus óperas Nabucco, Aída, Rigoletto, La Traviatta, Otello y Falstaff.

Wagner, por su parte, destacó por la creación del drama musical, donde la música es siempre la protagonista. Dentro de sus composiciones destacan Tannhaüser, Lohengrin, Tristán e Isolda, La Tetralogía, Los maestros cantores y Parsifal.


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