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Durante millones de años, la extinción de las especies fue un proceso natural, cuyas causas en muchos casos se desconocían.

Los científicos, según el análisis de fósiles, han logrado determinar ciertas épocas, de varias decenas o miles de años, en las que desaparecieron especies, generalmente de forma masiva. Estos registros muestran la desaparición de grupos de organismos, quedando espacio para que nuevas formas de vida u otras ya existentes sobrevivieran, como ocurrió con la extinción de los dinosaurios, que facilitó el desarrollo, evolución y proliferación de los mamíferos.

Sin embargo, la aparición del hombre marca un antes y un después en lo que se refiere a la extinción de las especies. El hombre primitivo debía alimentarse y conseguir abrigo, por lo que utilizó los recursos que tenía a su alcance para sobrevivir: la flora y la fauna. Luego, se asentó en comunidades alterando los ambientes naturales de diversos organismos e interviniéndolos en beneficio propio, sin tomar en cuenta el gradual impacto de sus acciones sobre la subsistencia de muchas especies.

Si todo lo anterior ocurrió durante los primeros años del poblamiento terrestre, imagina las graves consecuencias que tuvieron el posterior desarrollo de la civilización, la Revolución Industrial y una serie de otros fenómenos que, con el tiempo, han influido con mayor fuerza en la naturaleza y las especies que la habitan.

No es extraño, entonces, señalar que en los últimos 500 años la intervención humana en nuestro planeta ha significado la pérdida definitiva de unas 800 especies, y que la cifra sigue aumentando día a día de manera alarmante.