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LA TERCERA. Lunes 5 de febrero de 2007
Por Cristian Bellei. Programa de Investigación en Educación de la Universidad de Chile.

Cada enero, mientras los alumnos disfrutan sus vacaciones, miles de profesores de todo el país acuden a las universidades a realizar cursos de perfeccionamiento y, por unos días, vuelven a ser estudiantes.

La oferta de cursos es enorme, como enorme es también la inversión financiera que el país hace en perfeccionar al magisterio: además del tiempo ocupado y el costo directo de los cursos (muchos de éstos pagados con fondos públicos), a los profesores se les aumenta luego su sueldo con una asignación que depende de la cantidad de horas de  perfeccionamiento que han acumulado.

Lamentablemente, no existe evidencia de que esta inversión esté dando buenos resultados. Una posible razón la dan los mismos profesores: muchos cursos son muy “teóricos” y son dictados por académicos que nunca se han visto enfrentados a las demandantes  condiciones de un aula real, especialmente en escuelas y liceos donde estudian los hijos de las familias más pobres. Es decir, “otra cosa es con guitarra”.

Saber enseñar no es nada fácil y -como en la medicina- buena parte del oficio se aprende en la práctica. Motivados precisamente por la idea de saber cómo lo hacen los profesores que logran que sus alumnos obtengan buenos resultados de aprendizaje, con un grupo de investigadores y por iniciativa de Unicef, estudiamos 14 escuelas que, ubicadas en zonas de pobreza, alcanzaban consistentemente altos logros académicos.  

Para hacerse una idea: en promedio, los alumnos de estas “escuelas efectivas” superan a sus pares de otras escuelas por una ventaja similar a la que los países europeos le sacan a Chile. Todo un mérito considerando que se trata de establecimientos que trabajan básicamente con los mismos recursos y en las mismas condiciones que el resto de las escuelas del país.

La lección más importante que aprendimos de este estudio es que la calidad del trabajo que los maestros realizan en la sala de clases es la clave del éxito. Por ejemplo, en estas escuelas no se interrumpen las clases, las sesiones son intensas y los estudiantes siempre están involucrados en alguna actividad de aprendizaje: no hay espacio para aburrirse ni perder el tiempo. Nada muy sofisticado dirá usted, pero una gran ventaja en un país en que algunos estudios han encontrado que entre un cuarto y la mitad de la hora de clases no se aprovecha. 

Según el estudio internacional TIMSS, un 17% de los alumnos chilenos dijo que muy a menudo y un 16% que casi siempre sus clases de matemáticas eran interrumpidas, porcentajes muy superiores a los de los países que obtienen buenos resultados.

 

¿Más ejemplos? Como casi todos los profesores, estos docentes dan a sus alumnos tareas para la casa, pero las tareas luego se revisan, analizan y trabajan en la clase; en realidad, las tareas son parte de la clase.

¿Cuántos alumnos han tenido la experiencia de hacer tareas que nunca fueron revisadas o por las que nunca recibieron algún comentario? Las preguntas ocupan un lugar central en las clases de estas escuelas; pero hacer preguntas es una cosa, tomarse en serio las respuestas es otra: estos profesores discuten con sus alumnos, les ayudan a pensar y  analizar, les corrigen cuando están equivocados y les orientan cuando están confundidos; las preguntas permiten mantener la atención y una buena comunicación; también sirven para darse cuenta que alguna materia debe ser repasada.
Claro, no cualquier pregunta sirve para estos propósitos.

 

La cuidadosa planificación que estos profesores hacían y su desempeño riguroso en la sala de clases nos confirmaron que la buena enseñanza no es fruto del azar. El 2006 se generaron muchas expectativas sobre importantes (y necesarias) reformas a las instituciones, las normas y las políticas educativas. En este escenario, los profesores de las escuelas efectivas nos enseñan qué es lo esencial: si estas reformas no logran que los profesores mejoren la manera en que trabajan  en la sala de clases, los alumnos –especialmente los más pobres- no aumentarán sus logros de aprendizaje. ¿Habrán aprendido esto los demás profesores en enero?.


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