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LA TERCERA Domingo 25 de marzo de 2007
Por : Sofía Otero

Cuando Claudia Landeros fue a conversar con el rector para conocer el resultado de la prueba de ingreso de su hija, él le dijo que la niña era “un caso grave” y “que no era capaz de demostrar habilidades mínimas”. Lo que el rector no sabía, era que la pequeña no contestó ni dibujó nada por propia voluntad: “Nos dijo que no quería entrar a este colegio porque el director era gritón, tenía las cejas gruesas y nunca miraba a la cara. Ella nos advirtió desde un principio que no iba a contestar nada de lo que le preguntaran”, cuenta Claudia.

Entrar a prekinder aún no es un requisito de la educación formal chilena y los niños no tienen la obligación de manejar ningún tipo de conocimiento adquirido a priori. Ante esto, mucho colegios coinciden en que los exámenes de ingreso a esta edad (tres años y medio) no pueden medir aprendizajes, por lo que saber de números, vocales, formas geométricas o colores no debería ser un motivo para clasificar o quedar fuera en un colegio en esta etapa. “Si el niño no ha ido a un jardín infantil, no tiene por qué saber estas cosas, para eso está el pre-kinder. Hay que considerar que pequeños alérgicos o con reflujo tienen prohibida la asistencia a estos recintos”, explica la directora de pre-básica del Santiago College, Claudia Ribalta.

Por ello, más allá de la polémica que han generado, los expertos entregan una serie de recomendaciones para que los pequeños logren pasar los test sin estresarse o para no sobredimensionar el problema si son rechazados.

Lo primero es no mentirle a los niños: “No decirles que van a un cumpleaños o a una fiesta, porque después los niños se decepcionan”, apunta la directora de educación parvularia de la Umce, María Cristina Ponce, quien recomienda insertar gradualmente al pequeño en el ambiente del colegio, haciendo visitas al patio o a la entrada del establecimiento de manera que la familia y el niño se sientan confiados.

Respetando los ritmos

Esta es una fórmula que han incorporado establecimientos como el Santiago College y el Colegio Alemán de Puerto Varas, ya que invitan a los pequeños a jornadas donde las educadoras y psicopedagogas observan cómo juegan y determinan si los pequeños cumplen con una norma de desarrollo esperable para los niños de su edad (ver recuadro).

Pero es poco recomendable que los padres estresen a sus hijos memorizando información o enseñándoles técnicas para abrocharse los zapatos o para pintar dentro de los márgenes. Es más, entrenar a los niños para que den una buena admisión podría jugar en contra del desarrollo del niño: “Hay papás que compran libros de colorear desde temprana edad, para que los niños pinten dentro de los márgenes y tengan éxito en las pruebas, pero con eso les están coartando el nivel de representación de la realidad y limitando la imaginería a estereotipos. Son los niños que después dicen ‘tía,  házmelo tú que yo no sé hacerlo’, explica la directora de educación parvularia de la Umce, María Cristina Ponce.

Los expertos postulan que cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje, y según esto, no se puede medir a todos con la misma norma, sobre todo en una edad donde los meses e incluso semanas, marcan la diferencia entre una respuesta y otra.

Por lo tanto, los padres deben aprender a respetar los procesos de maduración. «Tampoco hay que estigmatizar los test. Pero la idea es que si se aplican, sea en conjunto con otras medidas, el niño no puede ser el único responsable por su ingreso. El principal factor a considerar debería ser que los padres tengan coherencia con el proyecto educativo del colegio”, dice la directora de educación parvularia de la Umce.

Los padres también deben tener en cuenta que el déficit atencional no puede detectarse a esta edad, pues, según los expertos, en esta etapa es esperable que los pequeños tengan períodos cortos de atención. Por ello, si la familia recibe un “no” por respuesta, los apoderados no pueden estigmatizar a su hijo.

Soledad Erazo, doctora en educación de la Usach, explica: “Se mide si él se ajusta a la norma. Si no lo hace, más que un fracaso puede ser un logro. Los niños deben desarrollar su propio ritmo de aprendizaje”.

Qué se mide en las pruebas de ingreso

En los exámenes de admisión, los colegios buscan determinar que los niños tengan ciertas habilidades esperables para esa edad. Por ejemplo, que tengan manejo de motricidad fina (que sepan manipular y dar uso a objetos pequeños), motricidad gruesa (jugar sin caerse con frecuencia), razonamiento (seguir instrucciones) y lenguaje (que sepa darse a entender), especialmente si el colegio será bilingüe. Este último ítem será clave para determinar si el niño puede incorporarse a un colegio bilingüe, pues según los entendidos, un pequeño que tiene dificultades con su lengua materna posiblemente los tendrá con un idioma extranjero.

Para detectar si el niño cumple con estas habilidades esperadas, la fórmula más novedosa es observar cómo se desenvuelve en jornadas de juego. “Los niños vienen a dos mañanas de observación. La primera mañana las educadoras, la psicóloga y la sicopedagoga observan el comportamiento social con los pares y los adultos. La segunda mañana se hace una  observación más dirigida y basada en las habilidades del niño, como pintar, recortar, seguir una línea y reconocer sonidos. La idea es poder tener una “radiografía” lo más exacta  posible de los niveles de madurez en lo intelectual, lo afectivo y lo neurológico”, dice el rector del Colegio Alemán de Puerto Varas, Martin Bornhardt.

Un proceso similar aplica el Santiago College desde hace tres años, principalmente para reducir el estrés. Gracias a la primera visita, donde el niño conoce el lugar, se baja la ansiedad del pequeño y no se entera que ha sido observado. “Los niños casi no lloran y tienen un recuerdo grato del examen”, reconoce la directora de pre básica del S.C.

La psicóloga y doctora en educación de la Usach, María Soledad Erazo, tiene una opinión radical frente a este tema: “Estos procesos de buscan a niños que se ajusten a una norma y dejan fuera a los que están por debajo y sobre ella. Conozco casos de niños que califican como superdotados que no pasan estas pruebas por hiperactivos. Un niño inquieto no es funcional a los procesos pedagógicos homogeneizadores y disciplinarios”.


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