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Fecha de edición:04.02.2008

Los pupitres eran de madera y con tintero, tres mil escuelas primarias estaban en plena construcción, los profesores aún eran una autoridad en un pedestal y, según el último censo, el 27% de la población era analfabeta en el país. Era 1948 y en el mundo de habla castellana, incluyendo Chile, se oficializaba el uso del criollo Silabario Hispanoamericano. Sesenta años después, cuenta con 87 ediciones, es utilizado por familias de toda Latinoamérica, descargado a través de Emule y, además, uno de los libros más pirateados según la editorial Zig-Zag.

¿Cuál es el secreto? Responde a la enseñanza más antigua, el método fónico que permite aprender a leer a través de la repetición de los sonidos de cada consonante y su conjugación con las vocales. Su creador, el pedagogo Adrián Dufflocq, se basó en el tradicional sistema de aprendizaje Matte y su silabario «El Ojo», pero logró para su tiempo una obra superior; prácticamente de lujo con ilustraciones únicas del afamado dibujante Coré.

En un tiempo donde los niños pobres no tenían la oportunidad de ir a la escuela y aprendían en sus casas, o la creatividad de los profesores era mínima, un buen silabario era la única solución para que «entraran los libros al hogar». Como relata el escritor Gonzalo Rojas: «Aprendí a leer a los ocho años, porque era muy perezoso, me gustaba mirar las nubes y no me interesaban los textos. Con un esfuerzo inmenso la profesora me hizo leer con el silabario, donde repetía una por una las palabras».

El drama de enseñar a leer en Chile

En estas seis décadas, sin embargo, ni siquiera ha cambiado su portada, en la que aparece un niño de pantalón corto y suspensores.

Actualmente, según los objetivos fijados por el Ministerio de Educación, los niños que aprueben primero básico deben ser capaces de asociar palabras o frases con una imagen, además de comprender lo que leen. Una meta difícil en la educación pública, ya que el tradicional método fónico es la principal valla, según dicen los especialistas, porque no permite la comprensión de los textos. Y las cifras son evidentes. Según el Simce 2006, la Región Metropolitana, que posee un 40% del alumnado nacional, tuvo una estrepitosa caída de cinco puntos en lenguaje y evidenció que los niños de 500 colegios municipalizados simplemente no sabían leer.

«Aún estamos con el pa, pe, pi, po, pu, como sistema oficial para enseñar a leer en Chile, que es pésimo para comprender un texto. Es sólo repetir sonidos vacíos, sin significado, para pequeños que tienen una inmensa riqueza de experiencias, que conocen un computador antes de entrar a kínder. Definitivamente para ellos el sistema actual se convirtió en una soberana lata», afirma Eugenia Orellana, magíster en Educación de la Universidad Católica.

La tendencia actual es la metodología interactiva, que implica un proceso para aprender el lenguaje escrito, donde el profesor debe buscar experiencias de los niños que se puedan relacionar con el texto de estudio. El niño debe asociar todo lo que sabe respecto de un tema (desde los animales prehistóricos hasta sus grupos de música favoritos), con el texto, por ello este último es de vital importancia, ya que aporta conocimientos nuevos que estimulan a los pequeños.

«Son los profesores el principal problema, no abren su mente a la innovación, no juegan, no prueban nuevas formas y textos para enseñar», explica la profesora Orellana. Según la experta, el silabario y su sistémico y sencillo método de enseñanza no es malo, pero no incentiva a los niños a continuar el aprendizaje.

La Tercera


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