La evidencia sobre las brechas educacionales en Chile son preocupantes. Por una parte, los alumnos de colegios particulares obtienen sistemáticamente puntajes superiores a los de escuelas municipales, tanto en las pruebas Simce como PSU. Por otra, existe una brecha importante en el rendimiento entre los distintos grupos socioeconómicos. ¿Podemos concluir, como ya lo han hecho varios, que la educación está en crisis? Antes de llegar a conclusiones apresuradas y declarar que es necesario transformar el sistema, debemos determinar si se puede atribuir el rendimiento deficitario de los alumnos pobres por la calidad de sus escuelas o si bien tiene más que ver con lo que ocurre afuera del colegio.
Desde que salió el Informe Coleman en 1966 en los Estados Unidos, la mayoría de los estudios empíricos tanto en Chile como en otros países han mostrado de que lo que ocurre fuera del colegio explica la mayor parte del rendimiento escolar de un alumno.
Esto tiene mucho sentido cuando se observa que los alumnos chilenos sólo pasan entre 14 y 19 por ciento de su tiempo al año en el colegio y 81 a 86 por ciento afuera del recinto. Y en el verano, como es lógico, los niños pasan todo su tiempo afuera del colegio.
Por eso, cuando se analiza el rendimiento escolar de los distintos grupos socioeconómicos es importante considerar sus actividades de verano.
Por supuesto, en el verano pocos niños, ricos o pobres, practican las tablas de muplicación y la mayoría de ellos juegan Nintendo y ven mucha televisión. La diferencia está dada en las distintas actividades de verano que realizan los diferentes grupos socioeconómicos.
Los niños que provienen de familias pudientes participan en talleres de música, literatura, teatro y pintura; hacen deportes náuticos; y van a los lagos en el sur, a las playas en el norte o viajan a Europa o Disney World. En cambio, los niños de familias pobres no tienen acceso a esas actividades, ni siquiera a espacios recreativos estimulantes. Ocupan su tiempo libre frente a la televisión e incluso muchos de ellos pasan las horas en la calle limpiando vidrios o haciendo malabarismo.
Un estudio publicado por la Universidad Johns Hopkins examinó el efecto que las vacaciones de verano tiene en el rendimiento escolar de los niños de educación básica de los diferentes niveles socioeconómicos de las grandes ciudades en los Estados Unidos.
Los resultados del estudio arrojan que los niños más pobres empiezan el colegio con un nivel de lectura y matemáticas más bajo, pero cada año todos los grupos socioeconómicos mejoran el mismo porcentaje en las pruebas. Sin embargo, la brecha en el rendimiento educacional crece durante las vacaciones de verano. Cuando los niños vuelven al colegio, después de las vacaciones, los alumnos más pobres bajan su rendimiento en lectura y matemática y los niños de familias pudientes mejoran en ambas materias.
El estudio concluye que los niños de la clase media y alta logran mejor rendimiento después del verano, porque participan en más actividades estimulantes durante sus vacaciones: van más al parque, a la playa, a los museos, al cine y a los zoológicos que los niños pobres. También porque toman más clases de natación, danza, participan en más actividades de deportes y viajan a lugares nuevos.
Por tanto, más tareas de matemáticas y clases de computación para alumnos pobres en enero y febrero probablemente no es la solución. Mientras, no cabe duda de que las diferencias de calidad entre los colegios que asisten alumnos de distintos niveles socioeconómicos amplían la brecha. Los alumnos no pueden aprender ciencias y matemáticas con docentes que no dominan la materia. Por eso, hay que seguir focalizando los recursos para atraer los mejores profesores a colegios ubicados en los barrios más marginales. Pero no se puede ignorar las diferencias en lo que hacen los alumnos de diferentes estratos socioeconómicos en las vacaciones de verano. Lo que los niños de sectores marginales necesitan en el verano no es más colegio, sino más actividades de verano.
LaTercera / Opinión
Gregory Elacqua Fecha edición: 21-02-2006