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A principios del siglo XX, la economía rusa estaba en crisis. Las carencias de la población, que más tarde se sumaron a los horrores de la Primera Guerra Mundial, generaron un descontento generalizado contra el régimen zarista.

En 1905 hubo una rebelión importante, pero fue aplacada. La revolución estalló en marzo de 1917 (febrero según el calendario juliano, creado por Julio César y usado por los rusos), cuando los obreros de San Petersburgo hicieron una protesta que luego se extendió a otras ciudades. Las tropas se negaron a tomar medidas contra los rebeldes. El zar Nicolás II fue destituido y encarcelado.

Un gobierno provisorio, formado por liberales y socialistas moderados, intentó establecer una democracia parlamentaria, pero su poder estaba limitado por el del Sóviet, consejo revolucionario de obreros.

Después de varios cambios, el gobierno fue encabezado por el socialista Alexandr Fiódorovich Kerenski. Pero su gestión no fue aprobada por los bolcheviques (comunistas), que deseaban cambios más drásticos. En noviembre (octubre según el calendario juliano) de 1917 tomaron las armas y se apoderaron del poder. Se formó el Consejo de Comisarios del Pueblo.

Así comenzó el gobierno del comunismo en Rusia, que después habría de llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (hasta 1991).