El pescador artesanal
El pescador artesanal realiza su trabajo en un horario determinado, en algunas caletas la salida es aproximadamente a las 4 de la tarde, en otras, a las 8 de la noche; y la recogida es entre las 6 y las 8 de la mañana. Cuando parten en sus botes a motor que tienen hasta 18 metros de largo, van aperados de sus herramientas de trabajo y con una gruesa vestimenta para protegerse del frío. Generalmente salen dos o tres personas por bote, pero cuando se realiza un «cerco», participan muchas personas para poder recoger la red. Hasta 5 millas a contar de la costa están reservadas exclusivamente a los pescadores artesanales, pero ellos se adentran en el mar unas 15 millas en busca de una mejor pesca. Cuando regresan a la caleta recién en la mañana siguiente, son esperados por comerciantes o, en áreas pobladas, por las dueñas de casa a quienes venden su producto, sean merluzas, congrios, jureles u otras especies. Este se consume fresco casi en su totalidad.
Las labores de los pescadores se realizan sólo tres o cuatro días a la semana y se interrumpen en casos de vientos y mareas muy fuertes o cuando hay mucha resaca, situaciones en que el «alcalde de mar» no autoriza la salida. Tampoco salen cuando hay luna llena, porque la luminosidad ahuyenta a las especies marinas. El alcalde de mar debe velar por el cumplimiento de los permisos de pesca que otorga la Armada. Además controla los zarpes y la seguridad de las embarcaciones; verifica la zona a donde se dirigen, el número de personas de la embarcación y la hora de regreso. A la vuelta de las embarcaciones revisa las especies que traen para corroborar que éstas coincidan con los permisos, vedas y cuotas de pesca.
Mariscadores
Muchos mariscadores recolectan los mariscos de entre los roqueríos en las horas que la marea esta baja, pero generalmente, el mariscador es un buzo que entra muchos metros bajo el mar. La actividad del buzo mariscador es riesgosa, ya que debe sumergirse en el mar por un tiempo prolongado, dependiendo de sus elementos de trabajo y de las personas que lo acompañan. Generalmente los buzos mariscadores han aprendido su trabajo por experiencias transmitidas de sus padres y sin técnicas especiales, lo cual muchas veces pone en peligro sus vidas ya que el sumergirse a muchos metros de pofundidad e igualmente el salir a la superficie debe hacerse con precaución para que el organismo se adapte a las diferencias de presión. Los buzos para realizar su trabajo necesitan de un bote donde va el patrón, el buzo y su ayudante, un compresor y mangueras para respirar bajo el agua; traje de buzo que debe estar en buen estado, máscaras y aletas; gancho para la extracción de mariscos y una cesta o «chinguillo» para guardarlos, el que sube cada cierto tiempo. Normalmente, un buzo no puede estar bajo el agua más de cuatro horas. Un buen día para el mariscador es cuando puede sacar una gran cantidad de un solo producto, porque es más fácil comercializarlo, pero cuando hay escasez trae «cachureo» que es una variedad de mariscos, por ejemplo, piures, erizos, jaibas y otros. Además los mariscos extraídos deben cumplir con muchas normas que protegen las especies, como son su tamaño y la cantidad en el caso de haber cuotas de pesca. Una vez en tierra los mariscos se venden al comerciante que a veces es el mismo patrón quién ha contratado al buzo para esta faena. El producto obtenido se destina a industrias de conservas o de congelados o son llevados al mercado donde se venden al público para ser consumidos frescos. En esta transacción, normalmente es el buzo el que tiene las menores ganancias.
Una forma particular toma la actividad de los que se dedican a la langosta de Juan Fernández y a las jaibas. En estos casos, por medio de una embarcación se colocan jaulas en el fondo del mar con carnadas para atrae a los crustáceos. Estas se dejan unas horas o días para luego volver a recoger el producto.
Huireros
Las personas que recogen algas son conocidas como «huireros». Ellos sacan las algas o recolectan las que el mar ha arrojado en periodos de fuerte oleaje. En la arena seca las extienden para su secado al sol para luego hacer atados. Es frecuente en el norte, ver en las pampas interiores del desierto cerca de Vallenar, las algas extendidas al sol en grandes superficies. En el norte se recogen principalmente algas pardas, el chascón y el huiro; en el sur, esta faena se dedica principalmente al pelillo y a la luga-luga, algas de color rojo. El huirero es a veces independiente, pero en otras ocasiones, es contratado por las empresas exportadoras de algas. En el norte, la empresa se encarga de abastecer al huirero de agua dulce y víveres, al mismo tiempo que retira el producto, tarea que se realiza una vez a la semana o una vez al mes.
Hay casos en que las familias completas se van a las playas, principalmente en el verano, y todos se dedican a la recolección de las algas; es frecuente ver a niños y ancianos en la playa con atados de ellas. La recolección de algas se hace generalmente a mano y en una sola estación del año, algunas en verano, otras en primavera. En algunos casos, como en la extracción del pelillo, se utilizan herramientas, la «araña» o el «trebol», con las cuales se extraen las algas desde una embarcación.
El huirero muchas veces vive en precarias condiciones; es común encontrar dos o tres chozas en una playa, la que se han repartido para la recolección. Se instalan en caletas donde puedan comercializar el producto extraído.
Fuente: Fundación Mar de Chile