Existía en el Olimpo una hermosa joven llamada Néfele, sin marido, sin oficio y sin novio, había sido creada por Zeus, de una nube a semejanza de Hera, quien era esposa de Zeus. Hera tenía una sustancia venenosa que hacía mal a todo lo que pudiera existir; podía hacer mal tanto como a dioses, humanos o naturaleza.
Preocupada, Néfele fue hasta el oráculo, para saber si quedaría sin marido para siempre. El oráculo no le respondió con claridad, sólo le dio un consejo: que robara la sustancia de Hera, ya que le serviría en alguna oportunidad.
Un día Poseidón, Dios de los mares, estaba paseando por el bosque cuando se encontró con Néfele, diosa de las nubes, y fascinado con la belleza de esta, quedó completamente enamorado de ella, y se propuso seducirla. Al no saber Néfele de la fama de infidelidad de Poseidón, también quedó completamente enamorada de él.
Pasaron los meses y los encuentros entre Néfele y Poseidón eran más frecuentes, hasta que decidieron casarse. Vivieron muy felices durante algunos años, hasta que un día Néfele descubrió que su esposo la traicionaba. Esto ocurrió así:
Estaba Néfele un día recolectando flores en el jardín cuando vio que Poseidón estaba junto a Anfitrite, hija del dios Nereo, tratando de seducirla, pero ella lo rechazaba . Entonces muy indignada, en venganza, Néfele tomó la sustancia que le había robado a Hera y la vació sobre uno de los océanos de Poseidón.
De allí en adelante, este mar es conocido como «El mar negro», ya que no existe criatura viva en este lugar. Y cada invierno, cuando uno mira el cielo y ve las nubes negras, y la lluvia torrencial, recuerda el enojo y la tristeza de Néfele por la traición de su esposo.
Después de un tiempo, Néfele se casa con Atamante, Rey de Beocia, y Poseidón con Anfitrite, la cual ya hablamos anteriormente.