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La investigación arqueológica señala que la vida humana floreció en esta porción del país hace 11.000 años. Las principales culturas que habitaron el Norte Grande y el Norte Chico son:

Cultura chinchorro
(6000-2000 a.c.): se desarrolló en el período Arcaico, ocupando la zona que va desde el puerto de Ilo, en Perú, hasta Antofagasta, en Chile.

Fueron pescadores, cazadores y recolectores, principalmente, de productos marinos. Estaban organizados en pequeños grupos de, aproximadamente, 30 a 50 personas, que al parecer estaban emparentadas entre sí.

Su principal característica fue su particular visión sobre la muerte, destacando los ritos que realizaban con sus difuntos como la momificación. Este procedimiento consistía en la extracción de los músculos y órganos del difunto, los que eran cambiados por vegetales, plumas, lana, cuero, entre otros materiales. Luego, el cuerpo era cubierto con una capa de arcilla y después, con pelo humano, se fabricaba una especie de peluca que se ponía sobre la cabeza.

El arte de esta cultura se basó, casi exclusivamente, en la confección del delicado ajuar de las momias, el que contaba con turbantes de cuerdas de fibra vegetal o animal y textiles muy elaborados. Algunas veces le colocaban cuchillos y otros instrumentos.

Hacia el 2000 a.C., los chinchorros se entrelazaron con los grupos Quiani, quienes más tarde serían los herederos de esta cultura.

Cultura cabuza (500-1000 d.c.): en el período Agroalfarero y bajo la influencia de la cultura Tiwanaku (Andes centrales), entre los valles del extremo norte de Chile (Camarones) y sur del Perú (Ilo), se asentó este pueblo.

Vivían en villorrios y caseríos ubicados cerca de ríos habitando viviendas rectangulares con cimientos de piedra y muros de caña y totora amarradas con cuerdas.

Su economía se basaba, principalmente, en la actividad agrícola, utilizando para su desarrollo instrumentos más complejos y sistemas de riego más sofisticados, que les permitieron cultivar maíz, porotos, zapallo, entre otros.

También se dedicaron a la metalurgia trabajando el oro y la plata, pudiendo confeccionar colgantes y anillos con figuras de llamas. Otro tipo de trabajos artesanales incluían cucharas y vasos o keros de madera y finos textiles.

Sus difuntos eran enterrados en pozos redondos con los cuerpos puestos en forma fetal o en cuclillas, envueltos en camisas de lana, amarradas con cuerdas de totora y acompañados con ofrendas mortuorias.

Cultura arica (1000-1532 d.c.): constituida por un grupo de señoríos o kurakazgos descendientes directos de los Cabuza y que también se desarrolló en el período Agroalfarero. Habitaron desde Mollendo (Perú) hasta Taltal (Chile) y su economía se sustentaba en los cultivos agrícolas y la recolección marina.

La cerámica, que era su principal artesanía, presentaba varios estilos caracterizados todos por su gran técnica, entre ellos están: San Miguel, que tenía diseños en rojo o negro sobre blanco y el Pocoma-Gentillar que exhibía rojo, negro y blanco sobre un fondo natural.

También trabajaron el cobre para hacer alfileres, anzuelos y otros instrumentos, así como oro y la plata para confeccionar adornos. Poseían un sistema religioso de carácter chamánico, que se veía reflejado en la importancia de los instrumentos para inhalar sustancias y líquidos alucinógenos.

Cultura Faldas del Morro (900 a.C.-400 d.C.): en la fase Agroalfarera se desarrolló este pueblo que se ubicó en el extremo norte del país. Se piensa que fueron los primeros que vivieron en aldeas. Estas eran pequeñas y estaban emplazadas en terrazas, protegidas del viento y cercanas a vertientes. Su economía combinó la horticultura con la recolección y caza de especies marinas y terrestres.

Sus expresiones artísticas estaban relacionadas con las ofrendas y ritos mortuorios. Además, hilaban lana de llama con la que confeccionaban textiles en los que combinaban colores como el azul, el rojo y café.

Cultura San Pedro o Atacameña (500 a.C- 1536 d.C.): originaria también del período Agroalfarero, esta cultura nortina se estableció entre el río Loa y la cuenca del salar de Atacama.

Su organización social tenía como base un conjunto de familias que constituían linajes o ayllus los que tenían un jefe o señor, que se diferenciaba del resto por vestirse con finos tejidos, adornos de metales y tocados hechos con plumas de aves.

Su economía se basaba en la agricultura (cultivaban maíz, ají, zapallo y poroto) y ganadería de camélidos (llamas y alpacas), complementada con la recolección de los frutos de chañar y algarrobo.

Sus aldeas, que eran de gran tamaño, se encontraban cerca de salares y oasis, en cuyos alrededores tenían las tierras de cultivo y los cementerios. Su cerámica se caracterizó de preferencia por objetos de color rojo o negro con formas globulares (esférica), con cuellos y base plana. También confeccionaron objetos en madera tallada, relacionados con el consumo de alucinógenos. Otra actividad fue la fabricación de objetos en metales como cobre, estaño, plata, bronce y oro.

Al igual que otros aborígenes chilenos, ellos creían que había vida después de la muerte. Esto quedó demostrado por la forma en que ponían bajo tierra a sus parientes, dejándolos junto a sus armas y ropa, objetos personales, adornos y alimentos.

Cultura Pica o «Pica-Tarapacá» (900- 1532 d.C.): también se desarrolló durante la fase Agroalfarera y su territorio comprendió el valle interior de Camiña y la desembocadura del río Loa. Se organizaron políticamente como un señorío jerarquizado, que estaba a cargo de una autoridad que ordenaba a los trabajadores dentro de un territorio delimitado.

Su economía se basaba en la agricultura desarrollada en los oasis y quebradas y cuyos principales cultivos eran el maíz y la quinoa. Además, recolectaban frutos de algarrobo y tamarugo, cazaban animales silvestres y explotaban los recursos del litoral.

Su arte característico fue el rupestre, es decir, pinturas y grabados que fueron hechos sobre la superficie rocosa de las cuevas. Estas representaban diferentes aspectos de la vida doméstica usando figuras geométricas, de animales y antropoformas.

En textiles, fabricaron gruesas mantas y tejidos policromos. También, trabajaron el cuero y la confección de canastos.

Sus muertos eran enterrados en tumbas individuales, aunque existieron algunas donde había más de una persona.

Cultura Diaguita (900- 1536 d.C.): perteneciente al período Agroalfarero, esta cultura habitó en el Norte Chico, desde el río Copiapó (Región de Atacama) hasta el río Choapa (Región de Coquimbo).

Sus principales actividades fueron la agricultura y la ganadería. La primera se caracterizó por la abundancia de cultivos como maíz, poroto, zapallo, papa y quinoa, facilitados todos por el uso de canales de regadío, y la segunda incluía la crianza de camélidos.

El pueblo estaba organizado en pequeñas aldeas constituidas por chozas hechas con ramas, paja y barro, a las que se sumaban unas bodegas subterráneas empleadas para almacenar maíz y otros alimentos.

La comunidad diaguita estaba dirigida por líderes locales, pero después de la llegada de los incas (1470 d.C.), la sociedad se reorganizó en sistemas duales, es decir, se dividió en dos mitades (una en el valle central y otra en la costa), siendo cada una independiente de la otra y contando con su propio jefe.

Se dice que sus habitantes tenían la piel tostada, cabellos largos y eran musculosos, y por costumbre se pintaban la cara con líneas y triángulos negros. Su extinción se produjo en menos de 50 años, con la llegada de los españoles a territorio chileno.

Su cerámica es hasta hoy un verdadero tesoro artístico, por sus variadas formas y diversos colores. Además, fueron artesanos metalúrgicos, realizando, por ejemplo, adornos en bronce, cobre y plata.

Cultura El Molle (200 a.c.-700 d.c.): Se desarrolló al final de la etapa temprana del periodo Agroalfarero desde Copiapó (Región de Atacama) hasta el río Choapa (Región de Coquimbo). Eran sedentarios y vivieron en aldeas.

Desarrollaron la agricultura y entre sus cultivos se encontraban el maíz, el poroto, el zapallo y la quinoa. También se dedicaron a la caza de camélidos y destacaron por ser los primeros ceramistas del Norte Chico. Algunos de sus productos de cerámica (vasos y jarros) se caracterizaban por estar muy bien pulidos y en ocasiones tallados con formas de animal o calabaza.


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