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Durante su dominio en Palestina, los cruzados impusieron el feudalismo como sistema administrativo y se dividieron el territorio, lo que ocasionó continuas peleas entre ellos. Estas, unidas al constante asedio de los turcos, arruinó a la región. Cuando los musulmanes reconquistaron la ciudad de Edesa, en Siria, exterminando a su población, los cristianos pidieron auxilio a Europa.

San Bernardo predicó entonces la Segunda Cruzada (1147-1149), en la que se involucraron el rey Luis VII de Francia y el emperador Conrado III de Alemania, además de los reyes de Polonia y de Bohemia. La expedición resultó un total fracaso, al no poder reconquistar la ciudad de Antioquía.

Tiempo después, el sultán Saladino reunió las fuerzas de Egipto y Bagdad, y predicó la jihad o jehad, la guerra santa, la contracruzada de todos los musulmanes contra los cristianos. Con sus fuerzas recuperó Jerusalén en 1187, lo que provocó la organización de la Tercera Cruzada (1189-1192). En ella participaron el rey Guillermo II de Sicilia, el emperador alemán Federico I Barbarroja, el rey Felipe Augusto de Francia y Ricardo I Corazón de León.

Después de capturar Acre, en Palestina, Federico I murió ahogado, y el rey de Francia se disgustó con Ricardo I, abandonando la expedición. Gracias a unos pocos triunfos en Arsuf, Jaffa y Darón, Corazón de León firmó un armisticio de cinco años que protegía a los reinos y peregrinos cristianos de oriente, conservando la franja costera que iba desde Tiro hasta Jaffa y asegurando la libre entrada de los peregrinos cristianos a Jerusalén al igual que a los musulmanes se les permitiría el acceso a las mezquitas de la Meca por territorios cristianos. Jerusalén no fue reconquistada y Ricardo I nunca pudo entrar en ella, se dice que debido a que Saladino se lo prohibió aterrado por la barbarie demostrada por Ricardo I, el cual mandó a degollar a 3.000 prisioneros que se habían rendido, con el pretexto de no haber sido pagados algunos dineros debidos por Saladino después de la rendición de Acres.

Monjes guerreros

Para defender los territorios conquistados y proteger a los peregrinos, luego de la Primera Cruzada se crearon diferentes órdenes militares religiosas, formadas por guerreros que renunciaban a la vida laica asumiendo una existencia monacal. Entre ellas destacaron las de los Hospitalarios, de los Templarios y la del Santo Sepulcro. Durante la época de las Cruzadas, los templarios participaron activamente en la defensa de Palestina, donde poseían numerosas fortalezas. Además, actuaron como banqueros de los peregrinos, con lo que se hicieron de grandes riquezas. Al ser expulsados los cristianos de Palestina, los Templarios se retiraron a Chipre.


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