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La guerra y el comercio marcharon juntos en las últimas cruzadas. Portugal tenía una gran costa, una población considerable de pescadores y marinos, y una clase comercial poderosa que actuaba fuera de la injerencia feudal.

Los portugueses podían y deseaban pasar de un comercio atlántico de vinos, pescados y sal, a operaciones de mayor riesgo, más amplias y lucrativas, con esclavos, oro y especias. La nobleza rural estaba interesada en la aparición de nuevas tierras para poder cultivar trigo.

El primer objetivo de la expansión militar y comercial de Portugal fue Ceuta, en el noroeste de África (1415). Allí vivía una colectividad musulmana grande y próspera, a muy corta distancia. Las operaciones se iniciaron con un ataque por mar a esta ciudad fortaleza, que tenía una ubicación estratégica, ya que era un puerto de entrada al Mediterráneo.

La campaña, organizada por el rey Juan I, concluyó con éxito. En vez de arrasar esta ciudad, optaron por administrar y defender una posesión ultramarina en territorio árabe. Ceuta permitía establecer una base para avanzar hacia Marruecos o para el ataque a Gibraltar, otro enclave moro en el Mediterráneo occidental. Despejar este estrecho se hacía necesario para iniciar la exploración y el comercio con África.

El impulsor de la exploración y travesías portuguesas fue el príncipe Enrique el Navegante (1394-1460), hijo del rey Juan I, quien como gobernador de Algarve (cargo que asumió en 1419), se estableció lejos de la corte, en el extremo meridional del reino. Fundó una escuela de navegación en Sagres, para la que contrató a los mejores capitanes y cartógrafos. Desde ahí se organizaban las expediciones que recorrerían las costas africanas.

En 1419 los portugueses se apoderaron de las islas que llamaron Madeira, donde el príncipe Enrique mandó a plantar viñas con cepas procedentes de Grecia.

En 1432, Gonçalvo Velho incorporó las islas Azores a los dominios portugueses. Hasta ese momento, las exploraciones portuguesas en África sólo habían conseguido llegar hasta el Cabo Bojador, en la costa de Sahara Occidental. Le llamaban el «cabo del miedo», debido a una serie de leyendas que contaban que el que se atreviese a cruzarlo moriría.

En un segundo intento, Gil Eanes consiguió avanzar más allá del cabo Bojador en 1434. Su regreso a Portugal aclaró que el mundo no se acababa en ese punto.

En 1436, Afonso Gonçalves Baldaia llegó al cabo Barbas.

En 1441, Antâo Gonçalves y Nunho Tristâo (Nuño Tristam) regresaron a Portugal, tras cruzar el cabo Blanco, con los primeros nativos negros. Fue entonces cuando Enrique el Navegante solicitó al Papa que por medio de una bula (documento pontificio) le concediera al reino todas las tierras que sus marinos descubrieran en África.

En 1444, Nunho Tristâo llegó hasta la desembocadura del río Senegal, mientras que Dionís Díaz (Dinis Dias) divisó el cabo Verde y descubrió la Terra dos Guineus (Senegal-Guinea).

En 1446, Alvaro Fernández superó el Cabo Verde y llegó hasta Sierra Leona. En 1455, el veneciano al servicio de Portugal Alvise Ca’da Mosto (Cadamosto), exploró hasta la desembocadura del río Gambia. Al año siguiente, juntó con el genovés Antonio de Noli, descubrió las islas del cabo Verde y recorrió el litoral africano hasta Casamance.

En 1460, Diogo Gomes (Diego Gómez) regresó a Portugal con las primeras noticias sobre el interior tropical del continente africano. Ese mismo año murió Enrique el Navegante.

En 1462, Pedro de Sintra llegó hasta el cabo Mesurado, en la actual costa de Liberia. En 1470, viajando hacia el este, Soeiro da Costa alcanzó la Costa de Marfil. Un año después, Joâo de Santarém y Pedro Escobar descubrieron la Costa de Oro, actual Ghana.

Debido a la guerra civil en España, por la sucesión en el trono de Enrique IV, en la que Portugal también participó, se estancaron las exploraciones. En 1479 se firmó con el reino de Castilla el tratado de Alcáçovas, por el cual esta corona renunciaba a competir con el reino de Portugal en la ruta hacia Guinea y reconocía su soberanía sobre Madeira, las Azores y Cabo Verde, a cambio de la posesión de las islas Canarias.

Entre 1482 y 1483, Diogo Câo (Diego) descubrió el río Congo y llegó al Cabo de Santa María, más al sur de la actual Namibia. Tres años después, en un segundo viaje (1485-1486) casi alcanzó el trópico de Capricornio (Walvis Bay).

En 1487, Bartolomé Díaz (Bartolomeu Dias) (1466-1500) llegó hasta el extremo sur de África, al cual dio el nombre de Cabo de las Tormentas (Tempestades), probando que había un paso hacia el Lejano Oriente. Al conocer esta noticia, el rey de Portugal cambió el nombre del cabo por el de Buena Esperanza.

En julio de 1497, Vasco da Gama zarpó de Lisboa con cuatro barcos. En noviembre de ese año bordeó el cabo de la Buena Esperanza, después recorrió la costa oriental de África del Norte y el océano Índico. En abril de 1498 llegó al puerto de Calicut en la India.

Devolviéndose por la misma ruta, llegó a Lisboa en septiembre de 1499. Fue recibido con gran entusiasmo: había descubierto la ansiada ruta marítima directa a las Indias, que permitía prescindir de los intermediarios y terminar con el monopolio de los comerciantes asiáticos e italianos. Había perdido dos barcos y dos terceras partes de la tripulación; sin embargo, la venta de las especias y joyas que había comprado en la India generó ganancias por una suma sesenta veces mayor que todo el costo de la expedición.

En 1500 llegó a la India Pedro Álvares Cabral (Álvarez del Cabral), quien en vez de seguir la ruta por la costa africana, navegó hacia el oeste pasando por la costa de Brasil antes de llegar al cabo de la Buena Esperanza. En Calicut fundó la primera factoría europea en la región.

Los portugueses tenían la intención de monopolizar el comercio en Oriente, y para ello había que expulsar de la India a los árabes, establecidos en varias factorías. Francisco de Almeida fue nombrado virrey de la India en 1505. Durante su gobierno se ocuparon puntos estratégicos de la costa de Malabar (oeste) y venció a los árabes en Diu en 1508, triunfo que consolidó el control del océano Índico.

Sin embargo, el fundador del imperio colonial portugués fue el segundo virrey de la India, Alfonso de Albuquerque, quien estableció la capital en Goa (costa de Bombay), en la India, por donde debía pasar todo el comercio con Europa. Además, en 1511 tomó Malaca -península que hoy corresponde a Malasia-, centro comercial para las especias de Oriente.

La fama de Albuquerque también se debió a los triunfos que logró como teniente de Almeida: cerró las antiguas vías del comercio indio a los musulmanes y venecianos, al tomar Socotora y Ormutz en las entradas del mar Rojo y el golfo Pérsico, respectivamente.

Las especias eran enviadas a Lisboa y almacenadas en la Casa de India, organismo que monopolizó este comercio y a donde acudían mercaderes de toda Europa.

A mediados del siglo XVI, el imperio portugués en Asia, conocido como las Indias portuguesas, se extendía por el este hasta las islas Molucas, actual Indonesia, la más grande fuente de especias. En China tenían su factoría comercial en Macao.

El monopolio del comercio y la navegación portuguesa en el océano Índico se mantuvo hasta su unión con España en 1580. Un par de décadas después, los holandeses empezaron a ganar terreno.

Al fin las Indias

Diez años después del descubrimiento de Bartolomé Díaz debieron pasar antes de que los portugueses, al mando de Vasco de Gama, retomasen la ruta hacia la India. Este, luego de navegar por el océano Indico arribó, finalmente, a Calicut (1498), el gran emporio de la India, que dio a Portugal las llaves para penetrar en estas fabulosas tierras.

Sin embargo, estos territorios aún no habían sido conquistados. Por ello, en el año 1500, Pedro Álvarez de Cabral llegó a la India con el fin de asegurar la explotación de los mercados orientales, pero se encontró con la oposición de los mercaderes árabes.

En 1505, una poderosa expedición portuguesa, bajo el mando de Francisco D’Almeida, consiguió imponerse en la India Occidental. Pero el verdadero creador del imperio colonial portugués, que quince años después alcanzaba hasta las costas de Japón y China, fue Alfonso de Albuquerque.

La colonización de Brasil

El 29 de abril del año 1500, Pedro Álvares Cabral (1467-1526) alcanzó la costa de Brasil, siendo el primer europeo en llegar tan al sur de América. Llamó Porto Seguro al lugar donde arribó. Desde mediados del siglo XVI, Portugal estableció un gobernador de Brasil y empezó la colonización.

En 1549 se fundó en la ciudad de Bahía la misión jesuita, que contribuyó en gran medida a este proceso. Se introdujo el cultivo de la caña de azúcar, procedente de la isla de Madera, y llegaron inmigrantes de varias procedencias, entre ellos muchos condenados, y cristianos nuevos (los que se convierten al cristianismo y se bautizan siendo adultos), que crearon haciendas y refinerías de azúcar. La mano de obra procedía de África, en especial de la costa atlántica, frente a Brasil. Se formó una colonia de burguesía terrateniente y mercantil, íntimamente ligada con Lisboa y Angola. Su riqueza se basó en la exportación de productos como azúcar, tabaco, cacao y café, y el tráfico de esclavos.

En ciertas regiones también se desarrolló la cría de ganado. Al finalizar el siglo XVI, Brasil representaba una parte importante del comercio portugués. En 1624 los holandeses intentaron la conquista del nuevo territorio, y aunque prácticamente no existían fuerzas militares, los propios colonos los expulsaron en 1654.