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La cifra, simplemente, es de las más decidoras del último tiempo: desde 1980 hasta hoy, el número de hijos que nacen de mujeres sobre 35 años ha aumentado 75%. Y esa tendencia se ha mantenido firme y en alza los últimos siete años. Es decir, la manera de enfrentar cada vez más tarde la paternidad ya no es un hecho aislado o un fenómeno puntual; es una opción tan  extendida que terminó por cambiar nuestra sociedad.

Para reforzar el punto, otra cifra del INE y del Ministerio de Salud: desde 2003, los nacimientos de mujeres a partir de los 35 han crecido tan significativamente, que superaron los de las madres adolescentes (265 mil contra 260 mil). Hace sólo tres décadas, los hijos de mujeres menores de 20 años doblaban a los niños nacidos de mujeres mayores de 35. En 1980, los hijos de éstas representaban el 9% del total de los nacimientos, y actualmente corresponden al 16%.

Esta es una realidad que, paralelamente, se vive a nivel mundial. Tan así es, que el último reporte La nueva demografía de la maternidad americana, del Centro Pew Research de Estados Unidos, señala que entre 1990 y 2008, el número de nacimientos de madres mayores de 35 años en ese país subió de 368.000 a 603.000 y que, sólo en 2008, uno de cada siete hijos, es decir, un 14% del total de cuatro millones anuales, nació de madre mayor de 35.

¿Las causas del cambio? La educación, la carrera, la entrada de la mujer al trabajo… la modernidad.

Más oportunidades

«Esta realidad responde a la ruptura de los paradigmas mujer-madre y mujer-esposa, que ha hecho que hoy la sociedad les entregue a las jóvenes muchas más oportunidades de las que tuvieron en otras generaciones», explica a La Tercera la sicóloga social y directora del Programa de Estudios de la Mujer de la U. de Houston, Elizabeth Gregory.

Para la especialista, ese nuevo contexto hace que las mujeres se estén abocando, de manera creciente, a estudiar una carrera y luego especializarse, con la intención de lograr mejores trabajos que sean a la vez interesantes y bien remunerados. «Y una vez que entran a la fuerza laboral, suele tomarles un tiempo establecerse en sus puestos de trabajo, por lo que los hijos quedan para más adelante», agrega.

Paula England, académica y socióloga de la U. de Stanford, refuerza esta idea y señala a La Tercera que, además, otros factores, como el mayor individualismo de las nuevas generaciones y el retraso en la edad del matrimonio o de la convivencia, inevitablemente, redundan en un retraso de la decisión de tener hijos. En esos términos, en Chile, desde 1990 hasta la fecha, los nacimientos en mujeres entre 20 y 30 años han bajado 34%, una cifra que se condice con la de Estados Unidos, según señala el informe del Centro Pew Research, donde, en 2008, los nacimientos de mujeres de más de 35 años alcanzaban el 14% del total, comparado con el 9% de las adolescentes, que sólo dos décadas antes superaban ampliamente a las mujeres mayores en número de nacimientos.

La marca de una generación

Susan Newman, doctora estadounidense en sicología social y autora de una serie de libros sobre el tema, dice que estas cifras se explican al tener en cuenta la extensión del período de adolescencia de los jóvenes, que hace que muchas mujeres no se sientan preparadas para ser madres, porque los costos monetarios y emocionales de la maternidad las hacen reconsiderar dos y hasta tres veces la posibilidad de tener hijos.

Además, comenta la especialista a La Tercera, hoy es mucho más aceptable que hace 20 años que una mujer se sienta cómoda sin pareja e hijos e incluso, se les inculca, desde el colegio y la familia, que persigan el éxito en los estudios y el trabajo: «Muchos hombres y mujeres no se sienten listos para asentarse cuando están en los veintitantos; quieren ser libres y ver el mundo. Una vez que han logrado estas metas, se sienten más preparados para tener hijos y quedarse en la casa con ellos, lo que hoy suele ocurrir después de la primera mitad de los 30».

Para ella, además, hay otro factor importante: la alta tasa de divorcios en todo el mundo. Las que hoy se encuentran a finales de los 20 años y comienzos de los 30, son parte de la primera generación que vivió de manera más crucial el divorcio de sus padres, como lo demuestra el significativo aumento del número de nulidades en Chile en la segunda mitad de la década de los 80 -según el Anuario de Demografía del INE-, que señala que entre 1955 y 1975 la cifra de nulidades se mantuvo relativamente estable en torno a los 1.500 casos por año, para saltar a los cerca de 3.000 casos en 1985, cifra que se empinaría a más de 6.000 casos anuales para 1995. Esto ha hecho que esté muy presente la posibilidad de un fracaso matrimonial, lo que las lleva a querer estar, de ser necesario, lo más preparadas posible para mantenerse económicamente a sí mismas y a sus hijos.

Paralelamente, Elizabeth Gregory explica que son estas mismas mujeres, más preparadas académicamente y con una dedicación casi exclusiva al mundo del trabajo, los negocios y la política, las que han instalado temas femeninos en las instancias públicas. Y que esa visión se ha visto plasmada en la promulgación de mayores prohibiciones para el acoso sexual, creación de fondos para la educación y el cuidado de los hijos y la equidad entre los géneros. «Lo más importante, dice Gregory, es que hoy se están representando a sí mismas y a sus intereses en todos los espacios de la sociedad».

Sin embargo, Gretchen Livingstone, una de las autoras del informe del Centro Pew Research, y la sicóloga Susan Newman creen que esta imagen de las mujeres que pueden desafiar a los hombres en cualquier empresa las ha puesto bajo una nueva presión. Si antes la imposición dictaba que las mujeres debían casarse y tener hijos lo antes posible, el estereotipo actual de la «súper mujer» las está haciendo perseguir la independencia y el éxito a toda costa, incluso cuando no son éstas las metas que inicialmente deseaban perseguir.

Más seguridad y menos vitalidad

Que las mujeres atrasaron su maternidad ya está más que dicho, lo que queda entonces es ver cómo se traduce eso en sus roles de madres más adultas.

Para la sicóloga de la U. de Houston, las que deciden ser madres después de los 35 años se enfrentan con mucha más seguridad a la maternidad, puesto que una decisión aplazada habla de una decisión que se ha pensado y sobre la que ya no quedan dudas. Y si bien experimentan embarazos más estresados, ya que están más conscientes de las enfermedades asociadas a los hijos de madres de mayor edad, son mucho más estables que las de veintitantos.

«Las mujeres de más de 35 suelen estar bien establecidas en sus carreras y trabajos, a los que les han dedicado parte importante de sus vidas, por lo que ya no enfrentan el estrés de tener que alcanzar el éxito en lo laboral y lo familiar», explica Gregory. Por esto mismo, son capaces de negociar horarios y facilidades en sus trabajos para dedicarle más tiempo a la familia. 

Ahora, la vitalidad se va perdiendo con los años y eso puede ser un factor en contra: no es lo mismo lidiar con la energía de un niño cuando se tienen 25 años que cuando se tienen 40. Pero según Susan Newman, esto se compensa con los aspectos positivos que una madre que ha trabajado durante años puede llevar a la casa: «Después de los 35, eres más capaz de enseñarles a tus hijos cuestiones cruciales que se ven particularmente en la vida laboral, como la resolución racional de los problemas y el respeto por las jerarquías. Además, te quedas con la tranquilidad de saber que el mundo no se acaba cuando tu hijo le pega con un juguete a otro niño; hay conflictos mucho más complicados que ese».


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