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Cada nación – o grupos nacionales- cuando se organizan en un Estado, establecen, en primer lugar, cuáles serán las reglas del juego. Estos acuerdos y principios básicos son los que se plasman en una Constitución y por eso a este documentos se le llama también Carta fundamental. Esto es igual cuando tú con tus amigos, antes de iniciar un juego, se ponen de acuerdo sobre las reglas que van a seguir.

De las bases constitucionales se desprenden los mecanismos necesarios para lograr los objetivos del país: así surgen las formas de gobierno y las instituciones.

Tras el «bien común»

El bien común es el principio que persiguen todos los Estados al organizarse. Nadie busca acuerdos para no entenderse o para pasarlo mal. Sin embargo lo que puede ser valioso para unos, puede ser insignificante para otros.

¿Cómo ponerse de acuerdo?

A través de la historia hay valores que son considerados universales e indispensables para todos: ellos son el orden y la justicia. Hay algunos pensadores que agregan la paz externa y el bienestar, pero otros dicen que estos dos últimos se derivan de los dos primeros.

Sistemas de Gobierno: Cada pueblo lo establece

En el mundo moderno no se acepta otro concepto de gobierno que no sea uno de carácter democrático, es decir, en donde el fundamento de la organización sea el respeto a la dignidad de la persona humana.

Se da por establecido que cada uno somos un cuerpo con mente, capacidad de raciocinio y principios. Este conjunto de atributos nos hace libres y conscientes y, por lo tanto, en plena capacidad de decidir y elegir. Como todos somos únicos e irrepetibles, todos debemos gozar de igualdad de derechos y dignidad.

Para llegar a la meta

Para ejercer la democracia, los pueblos pueden darse – dentro de los márgenes antes fijados- la forma de gobierno que estimen conveniente. Así, por ejemplo, hay regímenes presidencialistas, como el nuestro, o parlamentaristas, como el de Canadá; o monarquías constitucionales, como el de España o Inglaterra.

¿Qué significa ser ciudadano?

De acuerdo con el artículo 13, inciso 1, de la Constitución de 1980: «Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido 18 años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva».

La expresión chilenos, en este artículo de la Constitución, se refiere, genéricamente, tanto a hombres como a mujeres, pues la mujer chilena conquistó el derecho a inscribirse en los Registros Electorales Municipales y a participar en en votaciones comunales en 1934, y a su vez, la ley Nº9.292 de 1949, reconoció el derecho de las mujeres a participar en la vida política, para elegir y ser elegidas como Diputadas, Senadoras y Presidente de la República.

De espectador a protagonistas

Pasar a ser ciudadano es un acontecimiento en la vida cívica de cualquier persona. Quizás te parezca exagerado, pero no es correcto tomarse esta responsabilidad con ligereza.

Al cumplir los 18 años, debes inscribirte en los Registros Electorales. Con este simple trámite te conviertes en un ciudadano activo, con derecho a voto, es decir, una persona con la posibilidad de expresar su aprobación o rechazo de la gestión de comunal, parlamentaria o presidencial.

Más de alguna vez habrás oído «¡votar no sirve para nada!», o «¿Cuándo mi voto va a decidir algo?». Si aceptas estos dichos, tendrás también que soportar sin derecho a reclamo, cualquier decisión gubernamental, pues al haberte negado a votar, te niegas automáticamente a opinar.

No olvides, entonces, que ejercer el derecho a voto, convierte al hombre y a la mujer en protagonistas del presente y futuro de su país.

Ciudadanía, una cuestión de derechos

La calidad de ciudadano otorga una serie de derechos políticos, los que en su mayoría dan a las personas herramientas para que encaucen sus expectativas; algunos de estos derechos son:

– Derecho de Sufragio.

– Derecho a optar a cargos de elección popular.

– Derecho a asociarse y militar en partidos políticos, y otros que la constitución y la ley confieren.

Ser un ciudadano y ejercer todos los derechos que la ley permite no es una cuestión gratuita. Para mantener estos atributos es indispensable mantener una conducta dentro de los límites que fijan las leyes, puesto que de lo contrario se corre el riesgo de perder dicho beneficio.
El artículo 17 de la Constitución establece las causales de pérdida de la ciudadanía, siendo las más importantes:

– La pérdida de la nacionalidad, por cualquiera de los motivos enumerados en el artículo 11 de la carta fundamental.

– Condena a pena aflictiva (tres años y un día de privación de libertad o una pena superior a ella).

– Condena por delitos que la ley califique de conducta terrorista.

El concepto de pena aflictiva, contenido en el artículo 13, se refiere a la pena igual o superior a tres años y un día de privación de libertad. Dicha pena debe ser resultado de una sentencia a firme o ejecutoriada, es decir, sentencia sobre la cual no hay recursos procesales pendientes y han transcurrido ya todos los plazos para presentarlos.

Para recuperar la ciudadanía, los que fueron condenados a pena aflictiva, pueden solicitar su rehabilitación al Senado, una vez extinguida su responsabilidad penal, por prescripción, amnistía o cumplimiento de la pena impuesta.

¿Qué es sufragar?

El sufragio es una manifestación de los derechos políticos, mediante el cual se eligen las autoridades democráticamente. Tiene dos funciones principales:

– La selección y determinación de las personas que han de ejercer el poder estatal nacional o territorialmente.

– La determinación de la voluntad ciudadana en los plebiscitos, en los casos establecidos en la Constitución, por ejemplo, para reformar la Carta fundamental.

¿Has participado alguna vez en la elección de presidente de curso?
Esto que muchas veces te habrá parecido intranscendente, es el principio del ejercicio cívico. Votar a mano alzada o en un voto secreto, significa expresar tu opinión, y este acto democrático es tan importante que no puedes prescindir de él.
Opinar, significa tener el espacio para ser escuchado, opinar es ejercer el derecho a no estar de acuerdo, a protestar por algo que te parezca injusto, si te marginas, el único responsable de que las cosas sigan un curso que te desagraden eres tú.