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Carlos, conocido posteriormente como Carlomagno o Carlos I el Grande, nació en Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), Alemania, en el año 742. Sobre su infancia, adolescencia y educación no se sabe casi nada; solo que en el año 754, tres años después de que su padre, Pipino el Breve, destronara al último rey merovingio, el papa Esteban II coronó a este como rey e invistió a Carlomagno y a su hermano menor, Carlomán. Ese mismo año, Pipino invadió Italia para proteger al papa de los lombardos. Desde el 760, los principales esfuerzos militares de Pipino se centraron en la conquista del ducado de Aquitania. Carlomagno acompañó a su padre en la mayoría de esas expediciones, pero cuando Pipino murió, en el 768, el reino fue heredado por sus dos hijos.

Carlomagno compartió el reino con su hermano y buscó una alianza con los lombardos (Italia), casándose en 770 con la hija de su rey, Desiderio. Tras la muerte repentina de Carlomán, en 771, Carlomagno se apoderó de sus territorios. Los herederos de Carlomán buscaron refugio en la corte de Desiderio. Sin embargo, Carlomagno había repudiado a su esposa, por lo que Desiderio ya no era su aliado y lo derrocó en 774, siendo coronado rey de los lombardos.

La lucha por el poder

Animado por su éxito en Italia, Carlomagno concentró, en el 775, sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania). Este desafío le exigió 18 campañas sucesivas entre los años 772 y 804. Carlomagno dominaba así el más importante reino de la Europa de su época, pero para mantenerlo tuvo que combatir continuamente: unas veces contra rebeliones o resistencias internas y otras para asegurar las fronteras contra enemigos exteriores. Entre estas rebeliones, una de las más importantes fue la guerra contra los ávaros, en la frontera oriental, que lo llevó a dominar los territorios actuales de Hungría, Croacia y parte de Serbia. También realizó un intento infructuoso de penetrar en España, abortado por la derrota que le infligieron los vascos en la batalla de Roncesvalles (778), pero que le sirvió al menos para crear una Marca Hispánica sometida al reino franco, que iba desde Pamplona a Barcelona.

En 800 restauró a León III en el papado y fue coronado emperador por él en Roma mientras se encontraba orando. Según relata su biógrafo, Eginardo, el rey quedó sorprendido por esta coronación, que dio origen al Sacro Imperio Romano.

Extensión del Imperio

La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondió a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Por ello, hasta hoy es considerado un precedente de la unidad europea, ya que ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso, desde la caída del Imperio Romano (476).

La influencia de la Iglesia

La alianza y complementariedad que existía entre el emperador y el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media. En una época caracterizada por el alto grado de violencia y de anarquía que presidía la vida social, el Imperio carolingio fue un gran esfuerzo de organización político-administrativa. Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente, y unos enviados del emperador (missi dominici) supervisaban la administración en cada rincón del territorio.

La religión cristiana constituyó un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones). Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo.

El fin de su reinado

Las últimas guerras libradas por Carlomagno fueron contra los bohemios (805), los linones (808-811) y los daneses (810). Como consecuencia de todas estas luchas, llevadas a cabo durante los 47 años que duró el reinado, el Imperio de Carlomagno se duplicó en proporciones respecto a lo heredado de su padre.

Antes de morir, Carlomagno designó como sucesor al único hijo que le quedaba, Luis (que pasó a ser conocido como Luis I el Piadoso o Ludovico Pío). La ceremonia de coronación se realizó el 11 de septiembre del año 813 y en ella le nombró heredero de la corona imperial ante la asamblea de próceres.

El 28 de enero de 814, falleció Carlomagno a la edad de 72 años. Su hijo trató de seguir con su obra, pero las rebeliones de los nobles se lo impidieron, por lo que dividió el Imperio entre sus tres hijos, Luis, Lotario y Carlos. Pero se produjo una lucha entre ellos, y en el Tratado de Verdún (843) acordaron dividir el Imperio en tres partes. Luis II recibió la corona imperial e Italia; Lotario II, la parte norte: de Frisia a Suiza, denominada tras su muerte Lotaringia; Carlos, la Provenza y Borgoña.

Así comenzó el fraccionamiento del poder y del territorio, que caracterizó a gran parte de la Edad Media.

Administración del Imperio

Carlomagno estableció su residencia en Aquisgrán desde 794. Allí construyó una iglesia y un palacio, basado en parte en influencias arquitectónicas tomadas de Rávena y Roma. En su palacio reunió eruditos de toda Europa, el más famoso de los cuales fue el clérigo inglés Alcuino de York, al que puso a cargo de la escuela palatina.

La administración del Imperio fue confiada a unos 250 personeros reales denominados condes. Carlomagno emitió cientos de decretos, llamados capitulares, tratando un amplio abanico de asuntos, desde cuestiones jurídicas y militares, hasta cuestiones relativas a monasterios, a la educación y a la gestión de los dominios imperiales.

Los amores de Carlomagno

Antes de sus numerosos matrimonios Carlos mantuvo relaciones con una joven noble llamada Himiltrudis, naciendo de esta relación un hijo llamado Pipino el Jorobado. Hacia el año 770 se casó con Ermengarda, hija de Desiderio, a la que repudió por desconocidos motivos tras un año del enlace. La segunda esposa fue Hildelgarda, mujer noble de origen suabo con la que tuvo nueve hijos, cuatro varones y cinco mujeres. A la muerte de Hildelgarda se casó con Fastrada, de origen germánico, con quien al menos tuvo dos hijas, pero mientras tanto, otra amante le daba otra hija de nombre Rodaida. De nuevo viudo en el año 794, contrajo matrimonio con la alemana Liutgarda, con la que no tuvo hijos. Al fallecer esta, se relacionó con cuatro mujeres: Madelgarda, con quien tuvo a Rotilda; Gersvinda, madre de Adeltrius; Regina, que tuvo dos hijos, y Adelinda, con la que tuvo a Teodorico. En total, diez relaciones conocidas de las que nacieron al menos 18 hijos conocidos.