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A comienzos del siglo VII a. C. un factor revolucionó por completo el comercio y la economía: Lidia, un reino costero de Anatolia, en el que se acuñaron las primeras monedas. Esto impulsó de forma significativa el intercambio de mercancías en el Mediterráneo.

Estos cambios propiciaron la aparición de una potente clase comercial y naviera, que basaba su éxito en la abundante mano de obra. Pero la masiva afluencia de trabajadores y las duras condiciones que se les imponían no tardaron en dar pie a revueltas, que obligaron a las clases más poderosas a suavizar su actuación. Así, desde el siglo VIII a. C., Atenas evolucionó políticamente desde la monarquía a una aristocracia de terratenientes.

El primer paso hacia la democratización lo dio Dracón, que hacia 621 a. C. redactó el primer código legal de la ciudad (hasta ese momento, las leyes se transmitían oralmente). Ponerlas por escrito, aunque fuesen leyes con castigos muy duros, permitió darlas a conocer a la población. De este modo se acababa con la arbitrariedad con que la aristocracia las interpretaba. Sin embargo, el código de Dracón no supuso la paz social, ya que la nueva clase pujante pero también artesanos, pequeños mercaderes y campesinos con propiedades menores- ansiaban su parcela de poder político, hasta ese momento monopolizado por la aristocracia.

En este clima caldeado surgió Solón, que hizo de mediador entre ambas partes. En 594 a. C. inició una reforma legal que, entre otras cosas, suprimió la esclavitud por deuda y eliminó o suavizó el débito de los campesinos pobres. Se ponía fin a la esclavitud entre los ciudadanos de Atenas, limitándola a los extranjeros sin derechos. Para buscar una mayor cohesión, Clístenes redistribuyó la población del Ática en diez tribus, asegurándose de que en cada una se mezclasen diferentes sectores sociales y políticos.

En el fondo, el paquete de reformas, que supuso una disminución de las diferencias sociales. Se percataron de que, cediendo ciertos privilegios, evitarían perderlo todo en un estallido social. La política de Clístenes anticipó muchos conceptos de nuestros sistemas políticos actuales, aunque distaba mucho de lo que hoy entendemos por democracia. En su sistema legal, por ejemplo, no tenían derechos las mujeres, ni los extranjeros ni los esclavos.

A finales del siglo VII a. C., la población ateniense rondaba las trescientas mil personas, pero solo un 15% de ellas tenía la categoría de ciudadano pero su concepto de igualdad era muy limitado.
En todo caso, el sistema democrático ateniense fue el más avanzado de la Antigüedad.


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