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Leonardo da Vinci (1452 – 1519)

Incansable estudioso de todo lo que estuviera a su alcance, defensor de la observación y la experiencia en materia científica, creador de grandes obras pictóricas, fue el espíritu del Renacimiento hecho carne. Ingeniero, arquitecto, médico, músico, escritor, astrónomo, investigó sobre anatomía humana, botánica, química, óptica y produjo numerosos dibujos con proyectos mecánicos antecesores hoy del tanque, del helicóptero y el paracaídas, entre otros aparatos.

Sin embargo, fueron las pinturas de Leonardo las que rindieron el mundo a sus pies. En ellas había un notable manejo de luz y sombra, un gran sentido de la composición, una acabada perspectiva y un excelente dibujo. Sus obras más conocidas son la Gioconda o Mona Lisa, el retrato de una mujer florentina que muestra un profundo conocimiento sicológico, además de provocar efectos ópticos diferentes, dependiendo desde donde se lo observe; y la Última cena, pintura mural realizada sobre una pared del refectorio (comedor) del convento de Santa María de Milán.

Miguel Ángel (1475 – 1564)

Si Leonardo da Vinci representó el espíritu inquieto y ávido de conocimiento del hombre renacentista, el florentino Miguel Ángel Buonarroti expresó la contundencia creativa a través de la explotación artística del cuerpo humano, al que usó como medio de expresión de los sentimientos y emociones.

Miguel Ángel fue arquitecto, ingeniero, pintor, científico -especialmente interesado en la fisiología y anatomía- y poeta. Pero fue en su papel de escultor que asombró al mundo con obras geniales, como el Moisés, esculpido para la tumba del Papa Julio II; la Pietá, donde la Virgen sostiene el cuerpo de Jesús después de la crucifixión, y el David, en el cual se demuestra toda su riqueza técnica y la belleza del cuerpo humano.

En lo pictórico, su más reconocida obra es la monumental decoración con pintura al fresco del techo de la Capilla Sixtina, ubicada en el Vaticano, en la que representó el Génesis bíblico, desde la creación del hombre hasta el diluvio universal. Esta extraordinaria pintura la coronó con el fresco del Juicio Final.

Rafael Sanzio (1483 – 1520)

Este pintor italiano representó el espíritu clásico de la belleza, armonía y la serenidad en sus obras. Trabajó bajo los papados de Julio II y León X en Roma. Se hizo cargo de la construcción de la basílica de San Pedro y del palacio del Vaticano y fue nombrado director de artes de la corte pontificia. Pero fueron sus obras pictóricas las que le dieron fama universal, como sus frescos en las cámaras del Vaticano, entre los que resalta la Escuela de Atenas, donde aparece el filósofo griego Aristóteles y su discípulo Platón conversando animadamente, y la Disputa del Santísimo Sacramento, que resume la historia de la iglesia católica.

También incursionó con tremendo éxito en los cuadros de caballete, como el Triunfo de Galatea, de carácter mitológico, y la Santa Familia y la Virgen de la Pradera, de tipo religioso.


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