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Orígenes de la tragedia

Los antecedentes de esta confrontación entre los trabajadores y la fuerza pública se remontan a las protestas y reclamos de cargadores y lancheros de varias empresas salitreras, las cuales les negaron el derecho a que se les pagara un sueldo de acuerdo con un cambio estable. Los obreros también solicitaron un aumento del salario, ya que este no les alcanzaba para alimentarse.

Al no ser tomados en cuenta, exigieron que les facilitaran los medios para volver al sur del país, desde donde ellos habían viajado.

Ante una nueva respuesta negativa a sus demandas, los trabajadores decidieron ir a la huelga, a la cual se plegaron rápidamente obreros de otras oficinas salitreras (12 de diciembre de 1907). Los mineros entregaron a las compañías un pliego de peticiones, el cual fue rechazado.

Una mala aventura

La fe de los obreros en que el Gobierno mediaría para solucionar el conflicto, pronto comenzó a desaparecer con los hechos ocurridos en la oficina Buenaventura. Mientras en este lugar se desarrollaba una reunión entre los dirigentes de los trabajadores con el intendente Carlos Eastman Quiroga (20 de diciembre de 1907), fueron detenidos a balazos unos trabajadores que trataron de enviar a sus familias a Iquique. Hubo seis muertos y varios heridos.

A la mañana siguiente se efectuaron los funerales y el intendente suspendió, a través de un decreto, las libertades constitucionales. Además, ordenó a los huelguistas trasladarse a las canchas del Club Hípico.

Iquique rodeado

Los obreros se concentraron en la Plaza Manuel Montt, en Iquique, utilizando carpas armadas en forma provisoria. El resto, en el que también había muchos peruanos y bolivianos, ocuparon los grandes espacios de la Escuela Santa María, que se ubicaba a lo largo de todo un lado de la plaza. En total, se calcula que se reunieron entre 8 mil y 10 mil hombres, mujeres y niños.

Para evitar que siguieran llegando más trabajadores a la ciudad, las autoridades dispusieron la detención de aquellos que viajaban con ese objetivo. Además, el gobierno solicitó la movilización hacia la ciudad de las tropas de los regimientos Esmeralda de Antofagasta, Rancagua y Atacama de Tacna, para fortalecer los de Carampangue y Granaderos, con sede en Iquique.

La matanza

Los trabajadores no quisieron ir al Club Hípico, debido a que pensaban que iban a ser bombardeados en el camino por los cañones de los barcos que estaban apostados en la bahía. Sin embargo, el general Roberto Silva Renard y el coronel Sinforoso Ledesma insistieron al comité de los obreros y los amenazaron con disparar si no desocupaban el recinto.

En efecto, las tropas abrieron fuego contra los miembros del comité, ante la sorpresa de los obreros. Luego, el resto de los uniformados ingresó a la escuela con ametralladoras, matando a los hombres, mujeres y niños que se hallaban adentro. Sobre la cantidad de muertos no se estableció una cifra definitiva, aunque se cree que fueron entre 500 y 2.000.

El resto de los sobrevivientes fue llevado a la Pampa y se les impuso un régimen de terror.


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