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Cristóbal Colón nació alrededor de 1451-1452 en el puerto italiano de Génova. Proveniente de una familia de tejedores, se hizo a la mar cuando tenía 14 años.

Como aprendiz, viajó por las costas del Mar Mediterráneo y más tarde se incorporó a travesías más extensas por el Océano Atlántico.

A los 26 años de edad, ya había viajado por el sur hasta la isla Madeira, y por el norte hasta Islandia.

En 1477, se casó y se estableció en Lisboa, Portugal. Bajo el auspicio de Enrique El Navegante, ese país había iniciado una expansión marítima en busca de riquezas que duraría 300 años. En sus exploraciones hacia el sur por la costa africana, los portugueses habían descubierto dos mercancías de gran valor: oro y esclavos.

Un ambicioso

En tiempos de Colón, se decía que las distantes tierras de la India, de la China y del Japón eran ricas en especias, sedas, piedras preciosas y, en especial, oro. Sin embargo, no se tenía certeza de que estos países existieran en realidad, pues nadie, desde que el navegante veneciano Marco Polo, hacía 200 años, había estado allí.

Marco Polo había descrito detalladamente esas tierras en un libro. Esa obra era la base del conocimiento europeo de dichos territorios.

Siendo un lujo tener libros, el marino genovés contaba con su propio ejemplar. Él pensaba que como la Tierra era redonda, navegaría hacia el Japón encaminándose hacia el oeste a través del Atlántico. Según sus cálculos, Japón se localizaba a 4.500 kilómetros al oeste de las islas Canarias.

El rechazo de Portugal

En 1484 Cristóbal Colón presentó su proyecto al rey de Portugal, Juan II, para que financiara su expedición a Catay (China) y Cipango (Japón), navegando al oeste de las islas Azores.

Solicitó el equipamiento de tres carabelas con vituallas y mercaderías para comerciar, ser nombrado caballero, almirante y gobernador de los territorios descubiertos, adjudicarse un diez por ciento de las ganancias obtenidas en las nuevas tierras y participar con un octavo en cada barco que comerciase con los países hallados.

Pero los geógrafos y consejeros reales creyeron equivocados sus cálculos. La atención real estaba puesta en el éxito de la exploración de la ruta a Oriente bordeando África.

Nuevas negativas

Tras el rechazo del rey de Portugal y la muerte de su esposa, a comienzos de 1485, Colón partió a España junto a su hijo Diego. Al parecer, su hermano Bartolomé ofreció el proyecto a Enrique VII de Inglaterra, quien no lo aprobó.

El 20 de enero de 1486, Colón presentó su proyecto a la Corte de los Reyes Católicos de España, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, donde fue analizado largamente por una junta de notables (sabios y marinos), período durante el que Colón tuvo que argumentar en varias ocasiones.

Mientras tanto, Bartolomé Colón fue a Francia, donde tampoco se aceptó el proyecto. En 1490, la corona española también rechazó su teoría porque contravenía los preceptos de la Biblia y era inviable.