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Inicialmente la religión incaica era politeísta, es decir, los incas adoraraban a muchos dioses, a los que consideraban como benefactores y elementos principales de la naturaleza. Entre ellos se encontraba Viracocha, dios inmortal, creador del universo, que había enseñado a los hombres a cultivar la tierra y tenía la mayor preponderancia.

También fueron adoradores de Inti, el dios Sol, que protegía a la dinastía real y se consideraba el padre del emperador. Le seguía en jerarquía el dios del Trueno o Illapa, y la Luna o Mamaquilla. Asimismo, las diosas de la tierra, Pachamama, y del mar, Mamacocha, eran muy importantes para asegurar la agricultura y la pesca.

Las ceremonias tenían lugar al aire libre y en ocasiones en los templos, a los que solo podían acceder los sacerdotes y altos funcionarios. El santuario más importante era el de Coricancha o templo del Sol, que contenía los objetos de adoración y las tumbas de los emperadores.

Las ofrendas a los dioses eran colocadas en altares a la vera de los caminos y recibían el nombre de huacas. Existían también santuarios de piedra para orar, llamados apachetas.

Dentro de la religión incaica el culto de los muertos ocupaba un lugar muy destacado. Por esto, después de la muerte las personas eran momificadas y luego de un tiempo llevadas a sus casas.

Respecto a los sacerdotes, estos componían una poderosa jerarquía que se dividía en categorías. El Sumo Sacerdote recibía el nombre de Villac Umu y era siempre un pariente cercano del Inca.

El estado incaico estableció tres preceptos morales fundamentales: Ama Suway, Ama Qella y Ama Llulay, que significa no robar, no ser ocioso y no mentir.

También oficializó el Ruma Simi (idioma de la gente), nombre con el que designaban a la lengua quechua, y aportaron algo original: un esbozo de planificación en la producción y el consumo de acuerdo con datos estadísticos. El sistema político formaba un plan que regulaba minuciosamente todas las actividades humanas.

Dedicaban determinadas horas de trabajo a la familia, a las viudas y huérfanos, a los indígenas, al ayllu, al ejército, a los sacerdotes, a los incas. En el comercio, aplicaron el trueque de productos en pequeña escala. Organizaron la explotación de las minas y trabajaron el oro, el cobre, la plata, el bronce, el estaño y el plomo. En la textilería produjeron obras maestras, y la cerámica alcanzó una gran importancia.