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Además, planes estatales de turismo social hicieron que se levantaran numerosos establecimientos vacacionales, todos orientados a brindar descanso a trabajadores, obreros y sus familias.

Durante mucho tiempo el viaje de larga distancia tuvo un halo de gran aventura, de experiencia muy poco habitual y que estaba reservado para unos elegidos.  Cuando a mediados de siglo (y hasta los años 70) algún integrante de una familia viajaba, prácticamente todos los familiares iban a despedirlo al aeropuerto o a la estación. Muchos recordarán haber visto partir lentamente la figura de un avión echando humo desde sus turbinas y, uno, junto a los que quedaban en tierra, agitando las manos desde la vieja terraza del aún más viejo ex aeropuerto Pudahuel.

La falta de buenas comunicaciones, de mensajes instantáneos y celulares, como en la actualidad, hacía que el viajero realmente estuviera ausente del resto mientras se encontraba afuera y, a lo más, recibíamos una tarjeta postal desde el destino.

Aunque muchas veces ésta llegaba con noticias y anécdotas del viaje después que el propio turista.