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Nebulosas oscuras

Son nubes poco o nada luminosas, que se representan como una mancha oscura, a veces rodeada por un halo de luz. La razón por la que no emiten luz por sí mismas es que las estrellas se encuentran a demasiada distancia para calentar la nube. Una de las más famosas es la nebulosa de la Cabeza de Caballo, en Orión. Toda la franja oscura que se observa en el cielo cuando miramos el disco de nuestra galaxia es una sucesión de nebulosas oscuras.
Este tipo de nebulosas no son visualizadas de forma directa, sino, por contraste (detección de regiones oscuras) con una región estelar que se encuentre detrás de la nebulosa.

Nebulosas de reflección

Este tipo de nebulosas sólo reflejan la luz de las estrellas que se encuentran en sus cercanías, dichas estrellas por no ser lo suficientemente masivas (y por tanto calientes), no emiten la radiación ultravioleta necesaria para excitar el gas que forma la nebulosa y de este modo la nebulosa no puede emitir luz. Dicho de otra forma, los gases que componen la nebulosa se comportan como espejos.

Nebulosas de emisión

Son las nebulosas más comunes, en este caso los gases que componen a la nebulosa brillan (emiten luz) debido a la excitación que sufren por la intensa radiación ultravioleta de las estrellas que se encuentran en sus cercanías, las cuales son estrellas masivas y por tanto demasiado calientes. Un pequeño ejemplo sería un foco de luz (bombilla) convencional, para que este emita luz es necesario que circule por su filamento cierta cantidad de energía eléctrica, misma que elevará su temperatura (excitara los átomos que lo componen) hasta que comience a emitir radiación (luz y calor).

Las nebulosas de emisión asociadas a regiones de formación estelar (estrellas jóvenes) y nebulosas de emisión asociadas a estrellas moribundas o ya fallecidas, también llamadas nebulosas planetarias.